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La delicada mediación suiza en Malí

El movimiento nacionalista tuareg del MNLA reivindica la autodeterminación de Azawad, territorio casi enteramente desértico en el norte de Malí. AFP Photo/MNLA

La diplomacia suiza no tiene una tarea fácil en Malí. Sus esfuerzos de mediación entre el gobierno y los tuareg del MNLA -que continúan pese a la intervención militar francesa-, se desarrollan en un contexto cargado por un tenso pasado.

“Suiza, país que no tiene intereses directos en la región, está bien posicionada para mantener el contacto con las diferentes poblaciones del norte de Malí y sus representantes”, dice Jean-Pierre Gontard, ex subdirector del Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo en Ginebra, que conoce bien la región. “En el momento preciso, eso facilitará las discusiones y negociaciones puesto que la crisis en Malí data de 1960 y de la independencia del país, y no se ha resuelto de manera sustentable”.

Director para África Occidental en el International Crisis Group (ICG), Gilles Yabi matiza: “Suiza está presente desde hace muchos años en la región, conoce todos los actores. Esa sería una ventaja a la hora de definir un nuevo modelo político para la gestión del norte de Malí. Sin embargo, la mediación suiza no ha logrado evitar el conflicto actual”.

El año pasado, cuando la mitad norte de Malí se separó, la alianza entre diversos grupos radicales islámicos y los tuareg del Movimiento para la Liberación del Azawad (MNLA), cambió el equilibrio de poder ante el gobierno de Bamako. “Pero muy rápidamente, el MNLA advirtió que había concluido un pacto de tontos con los islamistas de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento por la unicidad y el Yihad en África del Oeste (Mujao) y Ansar Dine, otros dos grupúsculos integristas, afirma Pierre Haski, cofundador del sitio web Rue89. El MNLA se encontró marginalizado y desposeído de la victoria a la que había aportado un peso decisivo, y sobre todo, un enraizamiento local”.

Suiza mantiene su apoyo a los esfuerzos interpuestos para sacar a Malí de la crisis, a pesar de la intervención militar francesa. Esto fue confirmado por el Ministerio Suizo de Exteriores (DFAE) en una respuesta escrita a swissinfo.ch: “A pesar de que actualmente la intervención militar se haya impuesto al diálogo político, éste sigue siendo esencial y debe continuar entre las autoridades malíes de transición y los grupos armados que se han distanciado claramente del terrorismo y renunciado a toda veleidad de independencia”.

Con este fin, Suiza continúa sus consultas regulares con los principales actores políticos de la región e internacionales concernidos por el conflicto, agrega el DFAE. “El compromiso de apoyo a la mediación de Burkina Faso, por mandato de la CEDEAO y a petición de Malí, que reiteró recientemente su reconocimiento al compromiso de Suiza, continúa, teniendo en cuenta la evolución de la situación política y de seguridad”.

Los tuareg, clave del conflicto

Un ex diplomático, que no desea ser identificado, cree que es muy importante mantener el contacto con los movimientos tuareg, “que son considerados como apestados desde su alianza con los islamistas”. Eso podría conducir rápidamente a resultados interesantes cuando concluya la intervención militar, afirma.

Para Mohammad Mohamedu, profesor invitado del Instituto Universitario de  Estudios Internacionales y del Desarrollo de Ginebra, los tuareg y el MNLA se mantienen,  a pesar de su pacto y su derrota ante los grupos islamistas radicales, “un elemento central del rompecabezas malí, y más ampliamente Sahelo-saharí”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores helvético precisa, por su parte: “Suiza  mantiene contactos con los miembros del MNLA que renunciaron a su independencia y se han distanciado del terrorismo con el fin de preparar una futura reconciliación entre las comunidades malíes del Norte y del Sur, en el marco de un Estado reunificado. No hay contacto entre los miembros de los grupos terroristas yihaidistas radicales, con los cuales no hay nada que negociar”.

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Los “hombres azules” del desierto

Este contenido fue publicado en El fotógrafo Thomás Kern, de swissinfo.ch, encontró en el norte de Mali a esos “hombres azules” del desierto que en buena parte han abandonado el nomadismo. Sus viajes se produjeron entre 2001 y 2004, antes de la llegada de los islamistas radicales a la región.

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Campaña contra Suiza

El contexto político sigue siendo difícil para la diplomacia suiza.

A raíz de una campaña de odio llevada a cabo por los medios de comunicación de Malí el verano pasado contra Suiza, la seguridad del personal expatriado tuvo que ser reforzada.

“La población del sur de Malí tiene a los tuareg del MNLA desde la alianza de éstos con los islamistas. Suiza ha sido una víctima colateral. Además, algunas personas cercanas al gobierno de Malí no tienen interés en la reanudación de las negociaciones”, dijo una fuente familiarizada con el asunto.

Un artículo de diario suizo Le Temps, respecto a la financiación de una reunión del MNLA por el Ministerio de Exteriores suizo en Uagadugú, encendió la pólvora en la prensa de Malí. “Suiza no puede financiar los programas de desarrollo y financiar el terrorismo, al mismo tiempo en el mismo país”, señaló por ejemplo, el vice-presidente de la Asamblea Nacional Assarid Ag Imbarcawane en el periódico Le Prétoire, el 30 de agosto 2012.

En los últimos años, Malí no ha movilizado solamente a la diplomacia suiza en el marco de su política de buenos oficios. Tres suizos fueron víctimas de una ola de secuestros que golpea desde hace años el norte de Malí.

En enero de 2009, cuando regresaban de un festival de cultura nómada en el norte, un británico, una alemana y una pareja suiza fueron secuestrados por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). La suiza fue puesta en libertad después de 90 días de cautiverio, mientras que su marido pasó 172 días en manos de sus captores.

Berna siempre ha negado el pago de un rescate. En abril de 2012, una misionera de Basilea fue secuestrada en Tombuctú, un acto reivindicado por el movimiento Ansar Eddine. Fue liberada diez días después.

Cooperante asesinado

Claude Wild, responsable de la división de Seguridad Humana del DFAE, por su parte, reiteró en declaraciones al dominical suizo NZZ am Sonntag que Suiza nunca apoyó la secesión del país: “Malí debe seguir siendo un país unido, pero los problemas de las minorías del Norte deben ser mejor comprendidos por la élite política en el sur del país”.

Suiza camina con cuidado toda vez que en el pasado ha sido víctima de juegos de poder y de conflictos de intereses, a menudo crapulosos, que socavan el Estado de Malí. El asesinato en circunstancias poco claras, el 4 de octubre 1994 del jefe de la Cooperación Suiza en Malí, Jean-Claude Berberat acusado por los medios locales de connivencia con los tuareg ha pesado mucho en las relaciones bilaterales entre los dos países.

Como recodó Le Temps hace casi un año, no fue sino hasta agosto de 2001 que Suiza recibió finalmente las disculpas tan esperadas del gobierno de Malí, que ha hecho todo lo posible por evitar una investigación seria en su ejército. Y hubo que esperar otros cinco años para que la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) decidiera volver a trabajar en el norte del país.

Un país prioritario

Hoy en día, el tono es de apaciguamiento. “En materia de cooperación al  desarrollo, las relaciones entre Suiza y Malí son muy buenas, estrechas y remontan a 35 años de trabajo común”, escribió el Ministerio de Exteriores helvético, en un comunicado en septiembre de 2012, en el marco de la visita de la embajadora Muriel Berset Kohen a Malí.

El país sigue siendo prioritario para la cooperación suiza, que le asignó un presupuesto de 23 millones de francos el año pasado. “Debido a la situación  conflictiva, cerca del 40% de nuestros programas no pueden continuar actualmente”, reveló, sin embargo, Mirko Manzoni, jefe de la oficina de la COSUDE en Bamako, en declaraciones al periódico suizo Neue Luzerner Zeitung.

Traducción, Marcela Águila Rubín

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