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El papel del azar en la democracia suiza

Una puerta abierta con dos chicos dentro de la sala
El panel de discusión (o panel de ciudadanos) de Thalwil se reúne en el auditorio de una residencia de ancianos. Thomas Kern/swissinfo.ch

Cuando la decisión se toma por sorteo, todos pueden tomar parte, incluidos los jóvenes y los extranjeros. Pero en el sorteo no se decide todo, por ejemplo, la duración de los discursos. Reportaje sobre un panel de ciudadanos en Thalwil, cantón de Zúrich.

El debate tiene lugar en el auditorio de una residencia para ancianos: “No lo sé, no soy un experto. Es mi interpretación.” Estas son las palabras de un orador de avanzada edad. Sin embargo, entre los oyentes hay aquí más diversidad que en cualquier parlamento. Mediante sorteo han sido seleccionadas 22 personas, según la edad, el sexo, la formación y la orientación política: siete de ellas no tienen el pasaporte suizo, y una es menor de edad. Lo que tienen en común es que son residentes de la localidad de Thalwil.

En el municipio a orillas del lago de Zúrich viven 18 000 personas. Es más pueblo que ciudad. No existe un parlamento local. El gobierno municipal, constituido por ocho hombres y una mujer, dirige la política local. Pero ahora, con el panel de ciudadanos se introduce un nuevo instrumento democrático. Su objetivo consiste en debatir sobre la protección contra el cambio climático en el ámbito local. En el panel ciudadano, los debates se desarrollan de forma distinta a aquella de la política convencional. Apenas hay autopropaganda, las consignas son inexistentes y la falta de conocimientos se nota.

Thalwil es el tercer y último municipio en el cantón de Zúrich que ha participado en el proyecto piloto del panel ciudadano. En la actualidad, los paneles de ciudadanos están muy en boga, sobre todo como instrumentos para el ulterior desarrollo de la democracia y para gestionar el calentamiento global. El grupo radical de protección contra el cambio climático, Extinction Rebellion, entre otros, la ha reivindicado en reiteradas ocasiones. Sin embargo, el efecto de estos paneles es un tema controvertido y depende de cómo se llevan a cabo.  

En Francia, Emmanuel Macron introdujo los paneles de ciudadanos tras las protestas de los chalecos amarillos. Su finalidad consistía en idear medidas de protección contra el cambio climático para que la población las aceptara. Su inicial propósito de examinar las propuestas “sin filtros”, lo rebajó Macron más tarde. Al final, menos de la mitad de las propuestas fueron debatidas en el Parlamento.

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Tampoco el proyecto piloto en el cantón de Zúrich desata la euforia, comentó el Neue Zürcher Zeitung, que describió los primeros dos paneles como “estructuras seudodemocráticas” que políticamente apenas tendrían efecto.

En los dos primeros paneles, los elegidos mediante sorteo tenían que proponer soluciones de protección contra el cambio climático a nivel local. Thalwil tiene otras dimensiones. Las personas elegidas por sorteo tenían que ocuparse en el aula del asilo de un plan del gobierno municipal. Tenían que posicionarse frente a propuestas tan concretas como complejas sobre asuntos como la reducción de plazas de estacionamiento, la promoción de la movilidad eléctrica o la sustitución de calderas de calefacción al fuel-oil.  Al final, el panel redactó un informe, que el ejecutivo municipal repasará en una lectura, pero sin que los políticos tengan que comprometerse a nada.

“Cuando llegó el sobre con la invitación pensé: ‘¡Esta es mi oportunidad!”, cuenta Katsia. Normalmente, la ingeniera de software, de 39 años, no tiene voz ni voto en los asuntos políticos de Suiza. Y mucho menos en su patria. Katsia es originaria de Bielorrusia, donde gobierna desde hace casi 30 año el autócrata Alexander Lukashenko.

Visiblemente, disfruta participando en el panel ciudadano. ¿Pero tendrá algún efecto su labor? No lo sabe: “Espero que podamos superar la distancia entre el ayuntamiento y la población.” Es importante que los extranjeros puedan participar, añade. “Nuestras opiniones deben ser escuchadas porque las decisiones nos atañen a todos.” La gente que se reúne aquí no tiene nada que ver con los ciudadanos que participan en las asambleas municipales, donde los votantes suizos deciden sobre los asuntos locales, explica.

Fotografía retrato de un chico joven de unos 16 años
Nikash, un estudiante de bachillerato de 16 años, es el participante más joven del panel ciudadano de Thalwil. Thomas Kern/swissinfo.ch

Uno de los participantes se llama Nikash. El estudiante  preuniversitario es con sus 16 años el más joven. Es demasiado joven para poder ejercer el derecho de sufragio. La mayoría de edad en política suele alcanzarse en Suiza a los 18 años. Nikash toma su participación muy en serio: “Nuestro futuro está en juego. Gente de edades distintas debe expresar sus opiniones. Por eso estoy aquí.” Estoy aprendiendo mucho sobre los mecanismos. En la escuela apenas se enseña cómo funciona la política, “o casi nunca”, dice. El gran grupo se divide en pequeñas unidades de participantes que se reúnen en torno a sus mesas para elaborar sus argumentos sobre algunas partes concretas del plan de medidas. En las mesas, los debates son más abiertos, todos toman la palabra. Y reiteradamente se evoca la pregunta: “¿Qué sentido tiene esto realmente?”

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Teilnehmer der Gemeindeversammlung in Eggiwil

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Al moderador Thomas Ghelfi le pone furioso esta pregunta: “Vosotros sois el pueblo, veis cosas que ellos no ven, tenéis la sabiduría de la multitud”, insiste. Es su obligación crear un espacio público de debate. Ningún ejecutivo municipal puede permitirse ignorar un informe bien fundado, recalca. “La pregunta ‘¿Y qué sucede ahora?’ es algo que preocupa a todo el mundo”, comenta Ghelfi a swissinfo.ch. Es la “pregunta del millón”, de su respuesta depende si los participantes cooperan con entusiasmo o se resignan.

Dos mujeres sentadas en una mesa redonda en posición de escucha
Los debates en las mesas son especialmente animados. Thomas Kern/swissinfo.ch

La “pregunta del millón” se plantea también porque los participantes sacrifican su tiempo voluntariamente. En total son cuatro días de fin de semana. Fueron escogidos mediante sorteo, pero el sorteo no les obligó: 3 000 residentes de Thalwil recibieron una invitación, de los que más de 200 se inscribieron. De entre estos últimos, se sortearon los participantes mediante un procedimiento científico.

Hannah se apuntó porque le pareció interesante el formato. La profesora de enseñanza primaria, de 35 años, se dedica a temas políticos solo cuando mira la televisión o cuando recibe el cuadernillo de votación. “Entonces me tengo que posicionar y decir sí o no. Esta es la pregunta básica que la democracia me propone.” En el panel ciudadano, en cambio, se pueden examinar las “opiniones consolidadas” y decidir luego qué es lo que se considera conveniente.

Una chica pelirroja
Hannah, profesora de primaria de 35 años, quiso participar porque le atraía esa forma inclusiva de debate. Thomas Kern/swissinfo.ch

Pero el debate en sí no es suficiente. La voluntad de Hannah es que “finalmente, el informe se lea de tal manera que el papel se llene de vida”. El informe no le “dará la vuelta” a la política, afirma. “Pero espero que el gobierno municipal lea con atención lo que hemos elaborado y que tal vez llegue a una nueva conclusión.”

“Lo que estamos haciendo aquí es solo el comienzo”, interviene Alan en la conversación. El empresario de 56 años está aquí por motivos políticos. Quiere ofrecer su ayuda al ayuntamiento para que haga algo para el clima. Alan es sudafricano. Vive en Thalwil desde hace siete años.

Cree que el panel ciudadano tiene una gran responsabilidad. Pero en su opinión necesitaría poder decisorio para que el trabajo realmente tenga recompensa. Además, Alan quiere más control: “Deberían invitarnos otra vez dentro de un año para que podamos examinar si el ayuntamiento realmente ha llevado a cabo el plan de sostenibilidad cómo nosotros lo hemos ideado.” Es una buena idea, pero eso requeriría aún más tiempo de los participantes.

Un hombre alrededor de 50 años
Alan, un empresario de 56 años, forma parte del panel de ciudadanos en un intento de colaborar con el cambio climático. Thomas Kern/swissinfo.ch

Por su compromiso, los participantes reciben una compensación económica de 150 francos suizos al día. Esta cantidad no está al mismo nivel que un salario suizo, pero es una suma que marca la diferencia, especialmente para las personas económicamente menos favorecidas.

Tanto Hannah como Alan creen que su participación ha valido la pena. El panel es un antídoto contra la división que, según ellos, provocan los medios sociales. De hecho, muchos temas se debaten de manera controvertida en las mesas. Pero al parecer no hay nadie que niega que el calentamiento global sea el resultado de la intervención humana.

En el panel ciudadano no se escuchan consignas populistas, que suelen ser habituales en política. No obstante, hay una buena representación de los polos políticos, sostiene Andri Heimann del Centro para la Democracia en Aarau, que dirige el proyecto de los paneles ciudadanos. “También acuden personas con posiciones muy firmes”, dice. Aunque reconoce que los negacionistas del cambio climático o los que no se interesan por el tema “probablemente” estén “infrarrepresentados en términos demográficos”. 

un chico joven de unos 30 años
El politólogo Andri Heimann es el responsable del proyecto del panel de ciudadanos. Thomas Kern/swissinfo.ch

Los paneles ciudadanos se basan sobre otra idea de democracia, afirma el politólogo Heimann. “En lugar de las luchas de poder partidistas o del esfuerzo por conseguir escuetas mayorías, se centran aquí en buscar posiciones comunes y soluciones con mayorías amplias.” Por eso tienen tanto éxito estos paneles en las democracias representativas, añade. Pero Heimann también ve ventajas para este tipo de foros participativos en un país como Suiza con su elevado número de herramientas democráticas. “Los paneles ciudadanos permiten convocar a la ciudadanía e involucrarla en el proceso político en una fase muy temprana.” Facilitan que la ciudadanía forme su opinión y que se creen debates en profundidad antes de una votación popular, añade.  

dos hombres de pie hablando
Surgen interesantes cambios de opiniones y charlas entre ciudadanos. Thomas Kern/swissinfo.ch

En Thalwil, el sorteo también involucra a personas que normalmente no pueden participar en las decisiones. Si sus votos van a tener algún efecto, es una cuestión que, de momento, queda abierta. Por un lado, no está claro qué efectos políticos tendrá el informe. Y, por otro, suelen ser algunos señores ya mayores quienes más espacio ocupan en el debate en el aula del asilo. Otros que no hablan un alemán perfecto, rara vez toman la palabra. Y el orador que empieza diciendo: ‘No soy un experto’, suele ser el que más tiempo se toma.

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Adaptado del alemán por Antonio Suárez

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