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Derechos populares en la era globalizada

RDB

Para defender la soberanía de Suiza, la derecha conservadora quiere que se someta a votación popular toda decisión importante de política exterior. Pero la democracia directa ha alcanzado sus límites ante los cambios que vive el mundo.

Casi todos los países otorgan amplios poderes al gobierno, y en algunos casos al presidente, en materia de política exterior. Consideran que el Estado tiene que decidir rápidamente y hablar con una sola voz en las negociaciones internacionales.

Y que, independientemente de sus posiciones, cada gobierno debe defender exclusivamente los intereses de su país frente a sus socios extranjeros.

Referéndum obligatorio:

La Constitución suiza estipula que todo tratado de adhesión a una alianza de seguridad colectiva o a una organización supranacional necesita el aval de las urnas.

Referéndum facultativo:

Si 50.000 ciudadanos con derecho a voto u 8 cantones así lo solicitan, deben someterse a votación popular también los tratados internacionales

– de duración indefinida y no denunciables

– que prevén la adhesión a una organización internacional

– que implican la armonización multilateral en materia legislativa.

En Suiza, el Ejecutivo tiene que rendir cuentas de su política exterior no solo al Parlamento, sino también al pueblo y a los cantones. Todos los tratados internacionales que requieren disposiciones importantes, como una nueva ley, deben ser sometidos a referéndum, si así lo solicitan 50.000 ciudadanos u 8 cantones. El referéndum es obligatorio para los tratados de adhesión a una organización supranacional o alianza de seguridad.

La derecha conservadora, sin embargo, considera que estos instrumentos de la democracia directa no son suficientes: con el respaldo de la Unión Democrática del Centro (UDC), la Asociación para una Suiza Neutral e Independiente (ASNI) depositó en 2009 una iniciativa popular para “reforzar los derechos populares en la política exterior”. El texto, sobre el que los suizos votan el próximo 17 de junio, solicita que todos los tratados de cierta importancia se sometan en el futuro al referéndum obligatorio.

Desconfianza hacia el gobierno

En un mundo globalizado, Suiza no tiene más remedio que concluir continuamente tratados internacionales y las decisiones en materia de política exterior repercuten cada vez más en la política interior, o sea en los ciudadanos. El pueblo debe poder pronunciarse con mayor facilidad y frecuencia sobre estas cuestiones, sin necesidad de reunir para ello 50.000 firmas, sostienen los promotores de la iniciativa.

Las formaciones de derecha no ocultan su desconfianza hacia las decisiones del gobierno y la mayoría en el Parlamento: en cada tratado las autoridades ceden a las presiones del extranjero. La ASNI y la UDC quieren impedir que se hagan nuevas concesiones a la Unión Europea (UE).

Los partidos del centro y la izquierda, en cambio, consideran que la iniciativa es inútil, ya que hoy la población ya puede expresar -si lo desea- su opinión sobre los tratados internacionales más importantes. De ser aceptada la iniciativa, se multiplicarán las votaciones incluso sobre temas que no generan controversia, se ralentizarán las decisiones en política exterior, se complicarán las negociaciones con otros países y saldrán perjudicados los intereses de Suiza.

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Democracia directa

Este contenido fue publicado en El término democracia directa designa un régimen político en el cual el pueblo tiene el poder de decisión. Esta noción se opone a aquella de democracia representativa en la cual el pueblo delega sus poderes en los representantes que ha elegido. En Suiza, los dos principales instrumentos de la democracia directa son la iniciativa popular…

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Soberanía, una cuestión académica

Con la extensión de los derechos populares, la ASNI confía en poder defender mejor la soberanía de Suiza. Pero, precisamente en materia de política exterior, la democracia directa parecer haber llegado a sus límites. La interdependencia entre los Estados es cada vez mayor y los problemas que requieren solución –como el cambio climático, la migración o el terrorismo– no se limitan a las fronteras nacionales. Muchas cuestiones importantes necesitan decisiones a escala internacional.

“Los derechos populares son fundamentales para Suiza. No obstante, creo que la derecha sobrevalora estos derechos y la posición de Suiza en la escena internacional. Nuestro país está plenamente integrado en el mundo. Podemos seguir cultivando el sentimiento de independencia, pero esta independencia, en realidad, apenas existe”, observa Georg Lutz, politólogo de la Universidad de Lausana.

“No olvidemos que hoy la soberanía es muy limitada”, coincide Dieter Freiburghaus, experto en relaciones europeas. “Constantemente retomamos normas de la legislación europea. No podemos formar parte del mercado interno de la UE, que es vital para nuestra economía, y preservar completamente nuestra soberanía. La soberanía es más que nada una cuestión académica.

De ser aprobada la iniciativa de la Asociación para una Suiza Neutral e Independiente (ASNI), que los suizos votan el 17 de junio, en el futuro sería obligatorio someter a votación los tratados que

– fijan normas uniformes para tres o más Estados en sectores importantes

– comprometen a Suiza a adoptar automáticamente disposiciones legislativas de otros países

– implican la cesión de competencias a un tribunal internacional

– conllevan nuevos gastos únicos superiores a los mil millones de francos o nuevos gastos recurrentes de más de 100 millones al año.

Línea de conflicto

La iniciativa de ASNI relanza el debate sobre la apertura o clausura de Suiza al exterior, tema que ha predominado en la política helvética durante las dos últimas décadas. En ningún otro país europeo las relaciones con el extranjero o los extranjeros centran tan a menudo la actualidad. Desde el año 2000, Suiza ha votado una veintena de propuestas –impulsadas en su mayoría por la derecha– relativas a la política exterior e inmigración.

“Los extranjeros y las relaciones con el exterior se han convertido en un tema de conflicto incluso más fuerte que la redistribución de la riqueza -seguridad social, impuestos, trabajo- que observamos en otros países. En estas cuestiones hay cierto consenso político. Por ejemplo, sobre el hecho de que queremos una economía de mercado, pero a la vez también social”, señala Georg Lutz.

Ganadores y perdedores

La aversión hacia todo lo foráneo resulta paradójica en un país que debe gran parte de su riqueza al intercambio con otros países y a la mano de obra extranjera que tanto ha aportado a la economía suiza.

“Indudablemente, los suizos figuran en su mayoría entre los ganadores de la globalización. Pero todo proceso de modernización y apertura de fronteras deja también perdedores. De ahí las tendencias al aislamiento que impulsa la derecha, pero no son las que determinan nuestra política. En algo más de una década, el pueblo suizo ha avalado siempre la política exterior del Gobierno, por ejemplo, al aprobar la adhesión de Suiza al espacio Schengen y la libre circulación de personas con la UE”, subraya Dieter Freiburghaus.

“Observamos esas tendencias también en otros países. En Suiza son más perceptibles porque centran el debate cada vez que se vota sobre la población extranjera o las relaciones del país con el exterior. Pero también tiene su ventaja que se discuta tan abiertamente sobre estas cuestiones. La clase política debe tomarse en serio las preocupaciones de la población, incluso si muchas veces conciernen solamente a un segmento minoritario”.

Resultados del 2º sondeo sobre intención de voto (6 de junio de 2012)

Ciertamente favorables 19%

Más bien favorables 14%

Ciertamente opuestos 15%

Indecisos 12%

Fuente: instituto gfs.bern, por encargo del ente público SRG SSR

(Traducción: Belén Couceiro)

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