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Rosas de Kenia, con alguna espina

Empresa Waridi en Kenia: es muy alto el porcentaje de mujeres enla floricultura. swissinfo.ch

Kenia es uno de los principales productores de flores para el mercado europeo y también uno de los países de donde provienen las rosas que se venden en Suiza con el sello Max Havelaar.

Una visita a la plantación de Waridi, empresa a unos 40 kilómetros de Nairobi, que vende una parte de sus productos a través de canales del comercio equitativo.

El sol matutino se refleja en los techos de la localidad de Jam City. Algunos habitantes observan, curiosos, al grupo de blancos que se aproxima por el camino fangoso. Patrick Malye nos acompaña hasta su casa.

En una habitación angosta su esposa nos muestra orgullosa una pequeña máquina de coser de manivela, de fabricación china. “Con ella puedo arreglar la ropa de los vecinos y ganar algún dinerito”, explica con una sonrisa de oreja a oreja.

Patrick trabaja en Waridi, una empresa situada a una cuarentena de kilómetros al sureste de Nairobi, cerca del río Athi. La plantación produce rosas para el mercado europeo: cerca de 15 millones de flores al año cultivadas en una superficie de 12,5 hectáreas.

Desde 2003 Waridi tiene la certificación FLO (Fairtrade Labelling Organizations Internacional), que agrupa a las organizaciones que defienden el comercio equitativo y de la que forma parte la fundación suiza Max Havelaar.

Proyectos para los empleados

El 12% del precio de la exportación de las rosas ‘del comercio justo’ sirve para financiar proyectos en beneficio de los cerca de 350 trabajadores de la empresa. En Waridi este sistema de ‘premio por el comercio equitativo’ ronda los 140.000 francos al año.

De la gestión del fondo se ocupa un comité mixto integrado por representantes de la dirección y empleados; éstos detentan la mayoría. Este ‘joint body’ de Waridi ha promovido, entre otras cosas, campañas para la prevención del sida, cursos de formación, el cultivo de árboles resistentes a los climas áridos.

También la máquina de coser de Patrick es fruto del ‘premio por el comercio equitativo”. Entre los proyectos que ha lanzado Waridi figura una ayuda financiera del 60% para la adquisición de generadores, paneles solares y, justamente, máquinas de coser.

“En el cultivo de flores, el premio por el comercio justo es un elemento esencial para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores”, sostiene Regula Weber. En el ámbito salarial, los estándares de la certificación FLO prevén sólo el respeto de la legislación nacional sobre el salario mínimo. No es mucho, si se considera que en Kenia ronda los 50 francos mensuales.

Salarios mínimos

Las empresas que producen para el ‘comercio justo’, sin embargo, suelen pagar más, asegura Kadzo Kogo, persona de contacto en África Oriental. Los salarios en Waridi son algo más de 100 francos al mes.

“En un país donde mucha gente vive con menos de un dólar al día, donde el desempleo es del 40%, un trabajo como el que ofrecen las empresas del ‘comercio justo’ es una gran oportunidad”, agrega Kadzo. Los empleados de la empresa la llaman ‘Mamá Kadzo’.

Los trabajadores coinciden en que las condiciones laborales han mejorado gracias a la certificación FLO. “Antes, muchos trabajadores eran temporales. Ahora, después de seis meses pueden obtener un contrato permanente”, señala Lazarus, delegado sindical. “También las barreras entre la dirección y los empleados ya no son invencibles. Tenemos reuniones todos los meses”.

Aún así – y con la cautela de quien sólo desde hace poco goza de la libertad de poder afiliarse a un sindicato y expresar su opinión sin temer las consecuencias – Lazarus recuerda que incluso con un salario de Waridi no es fácil mantener a una familia.

Agua de rosas

“Entre el 30 y el 40% del agua que se utiliza para regar las flores se puede recuperar”, explica Andrew Cameron, responsable para la selección de nuevas especies de rosas en Waridi. El resto lo absorben las plantas y, al menos en parte, se va con ellas a Europa.

El agua recuperada se filtra, se enriquece con fertilizantes y se vuelve a introducir en los invernaderos. “Cada día se necesitan cerca de 500 m3 de agua nueva”, que proviene de una cuenca de 100.000 m3, alimentada en buena parte con agua de lluvia recuperada de los techos de los invernaderos.

“Podemos usar la del río Athi sólo durante la estación de lluvias”, precisa Andrew. “En las estaciones secas no hay suficiente cantidad de agua y, además, la concentración de sales minerales es demasiado elevada”.

Waradi parece haber encontrado la manera de limitar el impacto del cultivo intensivo de rosas sobre el patrimonio hídrico keniano. Pero no es el caso en todos los lugares. El enorme consumo de agua en los invernaderos es una de las principales causas del descenso de los niveles del lago Naivasha, en el valle del Rift.

“Tanto en las plantaciones tradicionales como en el caso de Max Havelaar, el consumo de agua en los invernaderos sigue siendo una amenaza para el lago”, confirma, con cierta amargura, Peter Baumgartner, ex corresponsal en África del diario ‘Tages Anzeiger’.

swissinfo, Andrea Tognina, Nairobi
(Traducción del italiano: Belén Couceiro)

Según estimaciones, el 58% de las rosas con el sello Max Havelaar que se venden en Suiza provienen de Kenia. El 90% de África.

Cerca de la mitad de las rosas y de los plátanos vendidos en Suiza llevan el sello Max Havelaar.

La cifra de negocios de los productos con el sello Max Havelaar en 2005: 221 millones de francos suizos.

La fundación Max Havelaar Suiza fue fundada en febrero de 1992 por seis grandes organizaciones suizas de ayuda al desarrollo (Pan para el Prójimo, Caritas, Acción Cuaresma, HEKS, Helvetas y Swissaid).

El primer producto certificado Max Havelaar fue el café. Desde 2001 se comercializan también flores con el sello de la fundación.

Max Havelaar no vende directamente sus productos, sino que es un intermediario entre los productores de los países del Sur y las empresas del Norte.

En 1997 la fundación participó en la creación de la certificación FLO (Fairtrade Labelling Organizations Internacional), con sede en Bonn.

Los productos del comercio equitativo provienen de organizaciones de productores estructuradas (por ejemplo cooperativas) o de plantaciones que respetan los estándares mínimos respecto a los salarios, las prestaciones sociales o la seguridad en el puesto de trabajo.

Los pequeños productores y trabajadores de las plantaciones deciden de manera democrática sobre el uso de los ‘premios por el comercio justo’.

Las organizaciones de productores disponen de estructuras eficientes para la exportación.

Las organizaciones asumen el compromiso de un proyecto a largo plazo de desarrollo sostenible y promueven formas de cultivo y de trabajo respetuosas del medio ambiente.

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