Un proyecto de Zúrich explora almacenar CO2 bajo suelo suizo

Dentro de 15 o 20 años, el dióxido de carbono (CO2) procedente de los residuos de los hogares y la industria de Suiza podría almacenarse en el subsuelo para contribuir a los objetivos climáticos de cero emisiones del país. Los científicos esperan que un proyecto piloto que se está llevando a cabo cerca de Zúrich pueda arrojar luz sobre cuál sería la estrategia ideal, si almacenar el carbono en Suiza o bombearlo a las profundidades del mar del Norte.
Ubicado entre infinitas montañas verdes y viñedos, 30 minutos al norte de Zúrich, Trüllikon es un tranquilo pueblo que, por fuera, no parece demasiado interesante.
Cuenta con una oficina de correos, dos restaurantes y un supermercado, pero también posee un profundo pozo inutilizado de importancia nacional, que permite conocer mejor el entorno subterráneo y su potencial como repositorio geológico.
Desde el pasado otoño, científicos del instituto tecnológico federal ETH Zurich estudian la viabilidad de almacenar CO2 en el subsuelo de esta localidad. Los investigadores están realizando mediciones sísmicas a un profundo nivel bajo la superficie. Esos datos pasan a un modelado por ordenador que evalúa la capacidad y riesgos de almacenamiento. Si les dan luz verde, se podrían inyectar pequeñas cantidades de CO2 en el terreno a partir de mediados de 2026.

No obstante, Michèle Marti, científica del Servicio Sismológico Suizo (Swiss Seismological Service) del ETH Zurich encargada de supervisar la comunicación del programa, insiste en que Trüllikon es solo una prueba. «No pretende ser un lugar de almacenamiento permanente. Tras esta prueba, cerraríamos el pozo y ya no se inyectaría allí más CO2», explica.
A pesar de su carácter temporal, el proyecto Trüllikon es clave para dar forma a la estrategia de captura y almacenamiento de carbono gradual de Suiza. Los científicos explorarán la viabilidad de almacenar CO2 bajo suelo suizo y obtendrán valiosos datos sobre las cantidades y los costes, que ayudarán a determinar las decisiones sobre el almacenamiento de CO2 a largo plazo, tanto dentro del país como en el extranjero.
«La pregunta principal ahora es si deberíamos almacenar CO2 en Suiza o fuera», afirma Cyril Brunner, científico climático senior en el ETH Zurich. «Por esto la prueba de Trüllikon es tan importante. Este piloto ayudará a definir cuánto costaría almacenar CO2 en Suiza y cuáles serían los demás sacrificios».
Necesitamos tecnología para capturar o eliminar CO2 y para almacenarlo de forma permanente. La captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) captura y almacena CO2 fósil y basado en procesos en instalaciones como plantas de tratamiento de residuos para reducir las emisiones, mientras que las tecnologías de emisiones negativas (NET, por sus siglas en inglés) se centran en eliminar el CO2 de la atmósfera de manera permanente.
Las NET incluyen, entre otros: forestación y reforestación, gestión de tierras para aumentar y fijar el carbono en la tierra mediante aditivos como el biocarbón; producción de bioenergía con captura y almacenamiento de carbón; erosión mejorada; captura directa del CO2 del aire con almacenamiento de CO2, y fertilización del océano para aumentar el CO2.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París hará falta una expansión global muy rápida de la CCS y las NET, además de una reducción sustancial de las emisiones de gases efecto invernadero.
Si bien el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) reconoce que la CCS es fundamental para alcanzar los objetivos en materia climática, voces críticas como Greenpeace la describenEnlace externo como cara y peligrosa, y afirman que puede prolongar potencialmente el uso de combustibles fósiles.
Aun así, el Gobierno suizo cree que la tecnología es esencial para alcanzar su objetivo de cero emisiones en 2050. Para entonces, podrían capturarse y almacenarseEnlace externo al año siete millones de toneladas de CO2 capturado en plantas de residuos y cementeras.

Sin embargo, las preguntas principales siguen ahí. ¿Es eficiente desde el punto de vista de los costes el almacenamiento bajo suelo suizo? ¿Cuáles son los riesgos? ¿Podría la idea enfrentarse a una resistencia como la que enfrentaron los proyectos geotermales o de energía eólica? ¿Cuánto CO2 suizo se exportaría a países como Noruega o los Países Bajos?
Bajo tierra: qué es lo que le sucede en realidad al CO2
La geología es fundamental para la viabilidad de la CCS. Suiza posee ciertos tipos de roca (basalto, peridotita y serpentinita) en la región sur de los Alpes que serían aptas para una mineralización in-situ, el proceso por el que el CO2 disuelto en el agua y bombeado bajo tierra como ácido carbónico penetra y disuelve las rocas porosas, liberando así iones de hierro, magnesio y calcio. El CO2 se mezcla con el calcio y el magnesio para formar rocas carbonatadas blancas, como por ejemplo la caliza. Sin embargo, debido a las complejas estructuras bajo los Alpes, la alta demanda de agua y los obstáculos económicos, esta técnica CCS en particular no es una opción viable en territorio suizo, según demuestran las investigacionesEnlace externo.
No obstante, los investigadoresEnlace externo han encontrado una alternativa: las áreas en la región de la llanura central de Suiza, que poseen roca sedimentaria y acuíferos salinos aptos para un almacenamiento de CO2 a largo plazo.
El profundo pozo de Trükillon, originalmente perforado para estudiar las posibilidades de almacenar residuos nucleares bajo tierra, pero que no se ha utilizado hasta ahora, ofrece unas condiciones de prueba idílicas.
«En Suiza no hay muchos pozos tan profundos, de más de 1 kilómetro. Está en muy buen estado y es apto para hacer una inyección piloto de este tipo con las condiciones geológicas adecuadas. Si tuviéramos que perforar un pozo así, sería muy caro», explica Marti.
El plan consiste en inyectar CO2 licuado en una capa de roca porosa, cubierta de arcilla opalina impermeable para evitar fugas. El CO2 licuado se expandiría por cientos de metros alrededor del orificio en la veta. Con el tiempo, se mezclaría lentamente y se hundiría en el fondo de la capa y disolvería en el agua subterránea salada, a cientos de metros por debajo de las capas de agua potable, con un riesgo de fuga mínimo.

¿Cuántos pozos hacen falta?
«Lo que queremos descubrir en Trüllikon es cuántas perforaciones hay que hacer para almacenar una determinada cantidad de CO2 al año», indica Brunner. «No sabemos si la porosidad de la roca (es decir, cuánto CO2 se puede propagar a través de la roca) es suficiente para necesitar un pozo para un millón de toneladas de CO2, por ejemplo. ¿Haría falta un pozo por cada planta de incineración de residuos o sería suficiente con uno para diez plantas?»
Las primeras estimaciones del Gobierno sugieren que podrían necesitarse cinco lugares de almacenamiento en Suiza.
Según un estudioEnlace externo encargado por el Gobierno suizo en 2023, construir un sistema CCS suizo desde el 2028 al 2050 costaría 16.300 millones de francos suizos (19.300 millones de dólares), con entre 1.000 y 2.000 millones de francos suizos en costes operativos anuales. Más de la mitad del coste iría destinado a la infraestructura de captura de CO2, mientras que la construcción de tuberías supondría el 30 %. Sin embargo, los expertos advierten que estas cifras no son para nada seguras.
La Oficina Federal de Medioambiente de Suiza (FOEN) cree que, a la larga, llevar el CO2 al extranjero o almacenarlo en Suiza supondría probablemente los mismos costes.
Islandia y Noruega están a la vanguardia del desarrollo de tecnologías CCS innovadoras. En Noruega, más de 19 millones de toneladas de CO2 se han almacenado bajo el Mar del Norte desde 1996. Dinamarca también ha emitido seis licencias para la exploración de instalaciones de almacenamiento de CO2. Como parte del proyecto Greenshand, 1,5 millones de toneladas de CO2 al año se almacenarán en el lecho marino a partir de 2025/2026, y ocho millones a partir de 2030. El proyecto GreenstoreEnlace externo de Dinamarca fue la primera licencia concedida para almacenar CO2 en tierra.
En los Países Bajos se están realizando obras en el puerto de Róterdam para construir tuberías y estaciones de compresión para almacenar CO2 fuera de la costa. El proyecto podría entrar en funcionamiento en 2026.
Francia, Alemania, Suecia, Polonia, Austria y Croacia también están desarrollando estrategias CCS. Dinamarca, Bélgica, Países Bajos y Suecia también han establecido acuerdos para el transporte transfronterizo y almacenamiento de CO2 con Noruega. Suecia y Dinamarca han firmado acuerdos similares.
Transportando CO2 por tuberías
Existen actualmente cerca de 200 potenciales proyectos de CCS en Europa. Hoy en día, la mayoría de las ubicaciones de almacenamiento subterráneo de CO2 se están desarrollando en el mar del Norte, lo que ofrece importantes virtudes potenciales para las formaciones de arenisca.
No obstante, desplegar la tecnología es muy complejo, debido a los retos técnicos, económicos, medioambientales y normativos. Un informe realizado en 2024 por el Instituto de Economía de la Energía y Análisis Financiero (IEEFA) advierteEnlace externo que la mayoría de proyectos son demasiado ambiciosos y están muy lejos de ser viables desde el punto de vista comercial.
El transporte sigue siendo uno de los principales obstáculos. Transportar CO2 por carretera, tren, barco o tuberías añade complejidad y costes. Un estudio reciente de la Comisión EuropeaEnlace externo subraya la necesidad de contar con una red de transporte CCS transfronteriza sólida y una potente cooperación internacional.

Las tuberías, sobre todo para países de interior como Suiza, parecen ser la solución más eficiente desde el punto de vista de los costes.
Dominik Wlodarczak, consejero delegado de CO2 Pipeline Schweiz AGEnlace externo, afirmó a SWI swissinfo.ch que se está formando un consorcio para construir una red de tuberías suiza. Una primera sección para transportar CO2 desde Zúrich a Basilea podría estar operativa para mediados de 2030. Sin embargo, aún hay mucha incertidumbre, ya que el nuevo proyecto debe coordinarse con una red europea y enlazarse en la frontera suiza a través de Francia o Alemania. «Esperamos que todo el CO2 capturado se exporte al mar del Norte, y quizás cantidades más pequeñas al Mediterráneo», declara Wlodarczak.
Conseguir la aprobación de la población
Entre los numerosos retos, la aceptación pública de la CCS y las preocupaciones medioambientales también deben tenerse muy en cuenta.
Entre 2022 y 2024, investigadores del ETH Zurich llevaron a cabo un proyecto pilotoEnlace externo para investigar el potencial de transportar y almacenar de manera permanente CO2 suizo en el extranjero, en este caso en Islandia.

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El CO₂ producido en Suiza se convierte en piedra caliza en Islandia
El proyecto DemoUpCarma mostró que, si bien se generan emisiones adicionales de CO2 a lo largo de la cadena de suministro cuando se transporta el CO2 por camión, tren y barco, el proceso sigue eliminando mucho más CO2 de la atmósfera del que emite.
«A partir de los estudios que hemos llevado a cabo para el proyecto DemoUpCarma, sabemos que la población suiza no conoce demasiado el tema del almacenamiento del CO2, por lo que aún no tiene una opinión formada. Esto es algo que evolucionará con el tiempo y con el proyecto, pero no sabemos en qué dirección irá», declara Marti.
Martin Eichler, autor del estudio de costes de 2023, advierte que la resistencia política y local podría paralizar o hacer descarrilar los planes CCS de Suiza. Esto «impediría por completo cualquier almacenamiento geológico dentro de Suiza y no nos dejaría más alternativa que irnos fuera», le contaba a SWI swissinfo.ch.
Suiza ha firmado memorándums de entendimientoEnlace externo con Noruega, Suecia, Países Bajos e Islandia para sentar las bases para una captura y almacenamiento futuros del CO2 suizo. No obstante, enviarlo a otros países conlleva otra serie de retos sociales más básicos.
Según Brunner, los estudios muestran que, en general, la población está de acuerdo con almacenar su propio CO2, pero no tanto cuando se trata de CO2 extranjero, sobre todo si los países exportadores ni siquiera valoraron si podían almacenarlo en su territorio.
«Si el almacenamiento del CO2 suizo fracasa por razones geológicas o físicas, creo que tenemos una buena oportunidad para llamar a la puerta de otros países y decir ‘en Suiza no podemos, ¿podemos almacenar el CO2 en vuestro país?’. Pienso que la gente está más abierta a eso», afirma. «Sin embargo, si lo que decimos es que no queremos guardarlo nosotros, sino que lo guarden ellos, quizá no sean tan receptivos».
Editado por Gabe Bullard. Adaptado del inglés por Cristina Esteban / CW.

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