También en la guerra, los pobres son los perdedores
El apoyo de entidades suizas a organizaciones sociales colombianas ha mostrado el camino de la resistencia pacífica y de la dignidad: Jesús Abad Colorado.
En entrevista con swissinfo, el fotógrafo y periodista colombiano, galardonado con el premio Caritas, analiza diversos aspectos de la actualidad de su país.
“Yo creo que lo que se ha logrado desde el apoyo del Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL) apunta a apoyar y a crear conciencia sobre el camino que tienen las organizaciones sociales desde la base y no desde los gobiernos”, subraya nuestro entrevistado.
Destaca el impacto que entidades como SUIPPCOL ou ONG de otros países han tenido sobre comunidades que rechazan cualquier forma de violencia y que rechazan la injerencia de cualquier grupo armado.
“Las comunidades tienen inteligencia, perspectivas, esperanza y desde ahí hay que construir un país distinto que sea mucho más justo”.
Banalización de la violencia
“En nuestro país se ha banalizado mucho el dolor y los hechos de violencia”, denuncia Jesús Abad Colorado. Explica que esas situaciones han sido tan repetitivas a lo largo de más de cuatro décadas que, por ejemplo, la pobreza como producto del desplazamiento forzado, dejó de ser noticia y que los asesinatos sólo llaman la atención si son colectivos.
“Digamos que se cumple como un efecto de adormecimiento, porque no sorprenden los hechos de barbarie de nuestro país”.
Perdón, pero con justicia
Con respecto a la recientemente creada Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, el periodista se muestra escéptico. Dice que comienza sus labores manteniéndose a distancia de las ONG que son las que representan a las víctimas de la violencia, mientras que privilegia la voz de los verdugos.
“Lo que hay en Colombia hasta este momento es una impunidad, una negociación que ha desconocido a las víctimas y eso es lo que pretende este grupo. Nos están induciendo al olvido y al perdón, pero sin justicia”.
El riesgo de disentir
En Colombia, acusa nuestro interlocutor, no hay derecho a disentir. Las personas o las organizaciones con ideas contrarias a las oficiales son vinculadas a la subversión y tachadas de terroristas, lo cual ha creado un clima de polarización y ha obligado a muchas personas a exliarse, en particular en los últimos meses.
“Creo que hacía muchos años que no se sentía tanto miedo y tanto peligro de hacer planteamientos distintos a los que tiene el Estado. Quien piensa distinto está contra la institucionalidad. No ven eso como el ejercicio democrático de ayudar a construir una nación distinta”.
Los perdedores, siempre los mismos
“Los ejércitos manipulan armas, pero las personas que las manipulan son sencillas y son pobres. Los rostros de los campesinos que integran las guerrillas, son los mismos rostros de los soldados, de los muchachos de los grupos paramilitares. Es el mismo pueblo pobre que está portando las mismas armas…”
Añade que mientras los hombres mueren, las armas sobreviven y que mientras persistan el narcotráfico, la producción de dinero, los intereses económicos, la decisión de desestabilizar países, seguirá habiendo armas y seguirá habiendo muertos. Empero:
“Las imágenes no hay que hacérselas a los muertos. Las imágenes hay que hacerlas en el rostro de los vivos. Cuando tu ves el rostro de los vivos y les ves las manos o sus pies o vez los rostros de los huérfanos, vas a entender el dolor de una guerra que es el mismo en el Medio Oriente o en Colombia, porque siempre van a perder los mismos: los pobres”.
swissinfo, Marcela Águila Rubín
Desde hace más de cuatro décadas, Colombia es escenario de una guerra interna que ha arrojado más de 30.000 muertos.
Se estima en tres millones el número de desplazados por los conflictos.
Alrededor de dos millones de personas más han dejado el país por diversas causas, incluidas la económica y la falta de seguridad.
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