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Tan puntual como un reloj suizo

La relojería es el tercer pilar de la industria helvética. Keystone

La industria relojera helvética, nacida en Ginebra en el siglo XVI, emplea a 40.630 personas y genera una riqueza anual superior a los 10.200 millones de francos suizos.

El 95% de su producción se exporta al mundo y la pesadilla que enfrenta desde hace más de tres décadas es la falsificación de piezas que vienen de Asia.

Con frecuencia decimos… “Tan puntual como un reloj suizo”.

Y es que pensar en la Confederación Helvética, al menos como turista extranjero, es remitirse mentalmente a paisajes de montaña, deportes de invierno, grandes lagos, navajas, chocolates y, por supuesto, relojes de alta precisión.

Pocos saben, sin embargo, que los primeros artesanos relojeros que hubo en Suiza nacieron en Francia y emigraron en el siglo XVI al país vecino porque en el propio les condenaban por profesar la fe protestantes.

Así, los llamados “huguenots” se establecieron en Ginebra, en donde desarrollaron el oficio que habían aprendido en casa. Un par de siglos después, más de 20.000 hombres se dedicaban de tiempo completo a la relojería y eran capaces de producir unas 85.000 piezas al año.

Esto es, cada laborioso artesano dedicaba un promedio de tres meses a echar a andar un reloj.

A partir de los mismos principios mecánicos cobraron vida juguetes y cajas musicales.

Con los años y la experiencia, la industria relojera, que a esas alturas ya era 100% hecha en Suiza, se expandió hacia el cantón de Jura.

Expansión en serio

En 1790, Ginebra exportaba más de 60.000 relojes anuales y para el siglo XIX ya era capaz de producir relojes a gran escala, aunque siempre con un gran contenido artesanal.

Fue en el siglo XX cuando la industria relojera se posicionó masivamente en los cinco continentes gracias a las nuevas tecnologías que incorporaron expertos del sector como Frédéric Ingold o Georges Léchot, que a través de la automatización de procesos, permitieron que el mismo número de empleados (o menos) hicieran mucho más.

De hecho, hacia finales de la I Guerra Mundial, el reloj ya era popular en toda Europa y la primera pieza de cuarzo se construyó en 1967 en el Centro Electrónico Relojero de Neuchatel.

Un poco después vinieron los relojes resistentes al agua, los miniatura, los más finos, los más costosos, etcétera, había uno para cada bolsillo y preferencia.

Y la producción de todos ellos permite que, desde hace más de 50 años, sea la tercera industria exportadora más importante de Suiza (sólo superada por la maquinaria y los productos químicos-farmacéuticos).

Perfil actual

Hasta junio del 2004, la industria relojera suiza emplea a 40.630 hombres y mujeres, y produce 26 millones de relojes anualmente, la mayoría de ellos, de gran calidad y elevado costo.

De hecho, cada uno de sus productos cuesta en promedio 378 francos suizos, refieren las cifras más recientes de la Confederación Patronal de la Industria Relojera.

Los datos de la Oficina Federal de Estadística (OFS) confirman que, dado que la población helvética rebasa apenas los 7 millones de habitantes, la oferta de esta industria rebasa sobradamente la capacidad de consumo nacional.

Esto explica que 95% de la producción se exporte a otros países del mundo, generando anualmente una riqueza superior a los 10.200 millones de francos suizos.

Los principales consumidores están en Europa, 36,4%; le siguen Asia y Oceanía, 36%; Norteamérica, 16,2%; Medio Oriente, 6,4%; Sudamérica, 4,1%; y África un 0,9%.

El siglo XX marcó también nuevas reglas a la competencia mundial en prácticamente todos los sectores económicos. Para el relojero, la exclusividad se perdió, ahora tiene que competir con Japón y Hong Kong, interesados en vender productos similares a la misma clientela.

Protagonistas y falsificación

Hay 165 marcas de relojes (o productores de piezas especializadas ligadas al sector) reconocidas actualmente por la Federación Relojera Suiza. Entre ellas, Cartier, Cónsul, AMH, Bertolulcci, Dubois Depraz, Jaquet o Swatch, entre otras.

Durante los últimos siete años, este sector ha sido uno de los más vulnerados por la falsificación.

Cada año se venden en el mundo relojes “piratas” por el equivalente a 800 millones de francos suizos, situación que, a juicio de Jean-Daniel Pasche, presidente de la Federación Relojera Suiza, merece tomar todo tipo de precauciones.

Si bien es cierto que la clientela de Rolex, Cartier, Rado u Omega, es fiel y es conocedora, también lo es que las falsificaciones exactas de sus piezas, pueden ser vendidas a un gran mercado “no conocedor” por el 2 o 5% de su valor original.

Los países falsificadores, según la Federación, son sobre todo China, Turquía, España e Italia. En los últimos cinco años, se han adherido también algunos países de la Europa del Este y Estados Unidos.


Swissinfo/Andrea Ornelas

El sector relojero suizo fue fundado por una colonia de franceses que decidió emigrar en el siglo XVI a Ginebra, ya que ahí podrían seguir trabajando y profesar, al mismo tiempo, la fe protestante.

A nivel económico, la relojería es el tercer pilar más importante dentro de la industria suiza –después del sector químico-farmaceútico y de la producción de maquinaria-, con una aportación anual al PIB de 10.200 millones de francos suizos.

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