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Familias a las que es mejor abandonar

Doris Bitterli, una mano amiga para niños desamparados de Guadalajara. swissinfo.ch

Unos cien chicos han transitado por el Refugio Heidi y Pedro. Algunos sólo el tiempo necesario para reestablecerse y poder continuar la lucha cotidiana en las calles.

Otros, un poco más. Jael González nos narra la historia de Omar, uno de ellos.

La mayoría de los menores que han llegado al hogar para niños de la calle lo han hecho por recomendación de algún amigo. Al inicio del proyecto, los educadores salieron a levantar un censo de los chicos desamparados y a establecer contacto con ellos, les platicaban lo que era Heidi y Pedro, les explicaron la posibilidad de llegar al hogar y de salir con toda libertad.

“Después ellos mismos trajeron a sus amigos y los amigos, a sus amigos, a sus primos y así es como tenemos a la mayoría de los niños. A partir de este año, que ya somos reconocidos también ante el Sistema para la Infancia y la Familia (DIF), cuando el Consejo Estatal recoge a los niños, decide traerlos para acá”, explica Jael González, educadora.

Al llegar al Refugio y luego de cumplir con los lineamientos establecidos, se les proporciona un número de expediente y se les asigna un educador responsable. Con él, los chiquillos tienen que establecer un plan de vida a partir de sus preferencias.

Un plan de vida

“No se les obliga a nada porque es abierto, pero se les pregunta las intenciones que tienen, los gustos y preferencias que los mueven. Si quieren ir a la escuela, si prefieren trabajar, si quieren conocer más amigos, si quieren ingresar a un club deportivo. ¿Qué les gustaría hacer?”

Con base en el ‘plan’ de los niños se les busca escuela o se intenta conseguirles un trabajo digno que les permita abandonar la prostitución, el narcotráfico o el robo, esos flagelos inherentes a la vida de las calles. Aquellos que se sientan atraídos por el deporte son inscritos en las instalaciones correspondientes y a todos se les da seguimiento psicológico amén de que se les proporciona asistencia legal.

“Hay tres tipos de menores en la calle: Los chicos en situación de calle, que viven en la calle, o sea que son niños de la calle. Hay niños en la calle, que tienen a su familia, pero por alguna situación decidieron vivir en la calle, y están los trabajadores de la calle que pasan 20 de las 24 horas del día trabajando o drogándose o con sus amigos. Viven en su casa pero se la pasan en la calle”.

Esos pequeños polizones

En Heidi y Pedro hay chicos de los diversos tipos. Pequeños que dejaron sus familias por toda suerte de problemas, entre ellos, algunos procedentes de otras entidades de la República Mexicana. Son los casos de Omar, Gerardo…

“Son niños de entre 10 y 16 años. Han venido de Chiapas, Veracruz, Hidalgo, con el tren gratis (polizones) de rancherías cercanas, como Jamay. Todos estos pueblitos que están alrededor avientan muchos niños para acá”.

Omar venía de un pueblo cercano a la ciudad de Hidalgo. Es indígena, de padres indígenas puros y decidió venir a trabajar a Guadalajara después de una pequeña disputa familiar. Fue la primera vez que el padre le alzó la voz y se asustó tanto que huyó de su casa. Hasta el refugio lo llevó el chofer de un trailer. Ahí permaneció seis meses.

Por cielo y tierra..

“Cuando desapareció el niño, sus papás agarraron sus cosas, se subieron a su camioneta y anduvieron por todo el país buscándolo. Sin tener nada, nada qué saber de él. Fueron hasta Tijuana, se regresaron a Yucatán por pistas que les daban (..) Cuando los papás supieron que estaba en Guadalajara llegaron al siguiente día y traían un niñito chiquito que había nacido en el viaje”.

Los papás de Omar recorrieron la República Mexicana, de norte a sur, con la angustia de encontrar a su hijo, de apenas 11 años. Sin embargo, y muy lamentablemente, el caso de Omar es un caso aislado:

“De hecho ese es el caso del que más nos acordamos porque es especial. Porque las historias que más oímos aquí son de maltrato, abuso, de vete a trabajar y si no me traes tanto pues vas a ver cómo te va… golpes, incluso violaciones intrafamiliares, drogadicción, alcoholismo, prostitución. Es todo lo que viven. Todos estos niños es la estructura familiar que tienen. Por eso deciden abandonarla…”

swissinfo, Marcela Águila Rubín, de vuelta de Guadalajara

Los niños elaboran un ‘plan de vida’ con la ayuda de sus educadores y de acuerdo con sus gustos y preferencias.

Heidi y Pedro les buscan escuela y/o un trabajo digno que los libere de la prostitución, el narcotráfico o el robo.

La mayoría de los menores que han llegado al hogar para niños de la calle lo han hecho por recomendación de algún amigo.

Al inicio del proyecto, los educadores salieron a levantar un censo de los chicos desamparados y a establecer contacto con ellos.

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