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Pasión por las cumbres

El Refugio Suizo de Lagunillas, único centro de esquí chileno a 2.200 metros de altura. swissinfo.ch

Ya sea en los Alpes o en los Andes, la pasión de Fritz Kobel es una sola: el montañismo. Hoy es un solicitado guía de montaña e instructor de esquí y está a cargo del refugio suizo de Lagunillas, al que ha logrado imprimir su particular sello.

De niño –e inspirado por las experiencias de su abuelo montañista- este suizo oriundo del cantón de Berna tenía dos grandes sueños: conocer la montaña más alta del mundo y la más extensa.

«He tenido la suerte de cumplir ambos sueños; en la década de los 80 estuve en Los Himalayas y hoy vivo en los Andes», relata a swissinfo.

Su última afirmación tiene mucho de literal, ya que desde mayo pasado Kobel se hizo cargo del refugio suizo, ubicado en el centro de esquí Lagunillas, en plena Cordillera de los Andes.

Su periplo comenzó hace 22 años, cuando dejó su país natal para trabajar en varios continentes como empleado de una empresa multinacional.

«Finalmente, estuve en Brasil, de ahí pasé a Chile y cuando mi compañía decidió cerrar sus actividades en Sudamérica, me quedé y busqué un trabajo en una empresa nacional, y aunque estuvo bien, nunca estuve completamente contento», explica.

Hace casi cinco años dio el salto, formó su empresa de turismo aventura, Andes Reality, y comenzó a ejercer su segunda profesión: guía de montaña.

«En Suiza fui instructor de montañismo en el ejército y también fuera de él, pero siempre como ‘hobby’… Creo que ésa fue una de las razones que me hizo quedarme en Chile, aunque no fue sólo por la montaña, también por la estabilidad del país, su belleza, por la gente y por la comunidad suiza, donde tengo bastantes amigos», cuenta.

Instrucción, pero con mística

Dada su experiencia, el Club Andino Alemán lo invitó a participar y al poco tiempo ya estaba colaborando como guía, y haciéndose ampliamente conocido por su estilo ‘carismático’ de enseñar.

«Para ser guía de montañismo hay que instruir con cariño, con intuición, no de forma tan rígida y estructurada. No es sólo hacerle pruebas a la gente y si las pasan, ponerle un gorrito y decirles que ya son montañistas», sostiene.

«Si uno practica esto por pasión, como un estilo de vida, se hace mucho más fácil. Un buen guía no necesariamente es el mejor escalador, y tal vez el mejor escalador no sea un buen guía. Así lo veo yo».

Pablo, un joven montañista de 18 años hospedado en el refugio, se suma a la conversación en el comedor para reforzar esta idea:

«Conozco otros montañistas, incluso varios europeos, pero tienen otra mentalidad; se preocupan de que hagas bien tu nudo, bien tu anclaje, que subas en un tiempo determinado o que si no haces tal figura o no cumpliste tu objetivo, estás mal», acota.

«Pero la mística de Fritz no la he visto en ninguna otra persona. Es lo que hace que sea tan carismático y que la gente interesada en montañismo quiera estar con él, porque indirectamente enseña, con este otro estilo».

Claro, admite, hay personas que pueden ver esto sólo como un deporte. «Pero es una visión muy pobre, porque la montaña ofrece mucho más que eso».

Detrás de un concepto

Y es que, a juicio de Kobel, reducir el montañismo a esta visión no permite disfrutarlo en toda su dimensión. «Cuando tengo tiempo, salimos con gente desde el refugio a las 6 de la mañana, subimos la montaña caminando con los esquíes, luego contemplamos por primera vez el sol saliendo por la cordillera y nos maravillamos con ese espectáculo. Pero aquél que está pensando sólo en competir y que para lograr su marca sube y baja lo más rápido posible la montaña no se da el tiempo para ver eso», sostiene.

Junto con las salidas, Fritz se encarga de preparar y servir todas las comidas a sus ‘huéspedes’ del refugio, con pan amasado por sus propias manos.

La gente me dice: ‘¡Qué increíble, en la mañana me sirves el desayuno, después vamos a caminar, me preparas el almuerzo y en la noche conversamos con una cerveza!’… La gente no está acostumbrada a eso. Quizás ésa es la fórmula de mi éxito o de mi filosofía, y por eso viene bastante gente aquí queriendo vivir esta experiencia».

Agrega que hay familias que vienen sólo a almorzar, «pero me llaman antes para asegurarse de que estoy aquí. No creo que sea mi cocina, es común y corriente», dice con modestia, aunque tanto Pablo como el resto de los huéspedes opinan lo contrario.

«Tal vez es el calor de hogar, el hacerlo con cariño, porque el refugio lo siento como mi casa. La idea no es hacer de esto un restaurante, no me interesa que me conozcan por mi cocina, pero sí que la gente que suba, comparta un fin de semana con nosotros y se vaya contenta. No quiero que se pierda ese concepto de refugio de montaña. Eso también es parte de mi filosofía», concluye.

swissinfo, Mariel Jara, Santiago de Chile

Fue construido en 1945 y acoge permanentemente a estudiantes del Colegio Suizo de Santiago y a miembros de la comunidad helvética en Chile.

Desde hace algún tiempo, está abierto a otros visitantes de este centro de esquí.

Lagunillas es el único centro de esquí de Chile situado a 2.200 metros de altitud. Recibe a deportistas y visitantes en un ambiente familiar que otros centros no poseen.

Situado a 65 km al sudeste de Santiago, fue creado en 1933 y tiene una superficie esquiable de 200 hectáreas y 13 pistas habilitadas. Es ideal para el esquí, senderismo, snowboard y excursiones por la montaña.

A pesar de su amor por los Andes, Kobel reconoce que en Chile el turismo de montaña está muy poco desarrollado.

«Aun cuando hay montañistas chilenos reconocidos mundialmente, no es una actividad tan amplia como en los Alpes. Falta coordinación, educación en montaña, formación de guías, aunque todo eso está cambiando un poco. Hace 10 años, el 90% de las personas que subían a los Andes eran extranjeros, hoy más de la mitad son chilenos».

Pese a la distancia y el tiempo, Fritz aún se siente parte de Suiza.

«Cada vez que bajo al pueblo y me conecto Internet, lo primero que hago es abrir la radio de mi pueblo. No es que sienta pena, pero me fascina saber qué pasa con la gente de allá, escuchar la música y todo lo demás, porque es muy parecido a un refugio en Suiza».

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