¿Quien no me aporrea, no me quiere?
Una mujer asesinada por su cónyuge en pleno Día de la Madre; un niño asfixiado porque su llanto molestaba al padre; la hija es lanzada desde un 7º piso.
Estos titulares de crónica roja reflejan la violencia intrafamiliar en Chile. Entre 70 a 80 mujeres mueren por esta lacra cada año. Sólo en lo que va de 2007 suman 19 víctimas.
La violencia intrafamiliar en Chile está presente en todos los estratos socio-económicos. Es un círculo vicioso que tiene su origen en un conflicto no resuelto que primero da lugar a violencia síquica y verbal y amenazas de violencia física.
Cualquier situación estresante puede detonar el uso de la violencia para luego asumir conductas reconciliadoras. No tiene consecuencia para el agresor y el conflicto persiste y escala. Implica una situación de abuso de poder en el tiempo que se parece mucho a métodos de tortura: trata a la víctima como inferior o no-persona.
No se limita a la violencia física extrema, abuso sexual o humillaciones sicológicas, sino que abarca también el manejo económico, control de actividades, aislamiento de familiares y amistades, prohibición de trabajar fuera del hogar o abandono afectivo.
En la mayoría de los casos las víctimas son mujeres y niños, pero también hay hombres agredidos por sus mujeres. Muchas veces la víctima se siente culpable, le da vergüenza denunciarla o no se atreve por no ver salida a su situación.
La situación cambia
Si bien se estima que 7 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de violencia doméstica, en 2006 se formalizaron casi 39.000 denuncias. Campañas de afiches en el metro, programas de televisión con mujeres dando la cara para contar sus historias de maltrato; organizaciones religiosas y ONGs como la Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual contribuyen a este cambio de actitud.
Un nuevo impulso para castigar este tipo de violencia es la nueva Ley sobre Violencia Intrafamiliar de octubre 2005. Establece como delito el maltrato habitual físico y psíquico y aplica desde multas y talleres terapéuticos hasta 15 años de cárcel en el caso de lesiones graves y el quedar en una lista especial del Registro Civil.
En vez de un largo proceso judicial con poca protección efectiva para la víctima, el nuevo sistema implica juicios orales y las fiscalías están obligadas a tomar medidas protectoras, como prohibir que el agresor se acerque al domicilio de la víctima, incluyendo protección policial. En casos extremos, la víctima y sus hijos de hasta de 12 años son derivados a una Casa de Acogida.
Nuevos centros de refugio
Estas casas son una institución nueva, con la cual por primera vez el Estado se hace cargo del problema. Actualmente existen 16 en todo el país. Según la presidenta Bachelet tienen como objetivo «dar a las víctimas un espacio de acogida que les permita salvar la vida y retomar su vida en sus manos y poder reinsertarse y volver a soñar».
Brindan un apoyo integral de 3-5 meses, incluido el respaldo para la inserción laboral; la asistencia ambulatoria a un Centro de la Mujer, mientras los niños son derivados a los programas especializados del Servicio Nacional de Menores.
Es un avance importante y necesario, pero no suficiente según la propia Presidenta, ya que «una forma fundamental de la prevención de la violencia intrafamiliar es que los niños, futuros jóvenes y futuros padres, niñas y niños aprendan a vivir en un clima de paz, de armonía, de afecto y cariño» – algo difícil de lograr si se pasa por penurias económicas o se corre tras el éxito material.
El problema no sólo existe en Chile
En Suiza, el panorama no se presenta mucho más alentador. La violencia doméstica que sufren entre 1/4 – 1/3 de las mujeres, también de todos los estratos socio-económicos, cobró entre el 2000-2004 cada año la vida a 28 de ellas.
Igual que aquí sigue siendo un problema grave de la sociedad y por las mismas razones debe de haber una cifra negra alta. Antes que aquí, ya en los años 70 del siglo pasado, organizaciones de mujeres empezaron a habilitar las primeras Casas de la Mujer y hacer conciencia de que «quien me aporrea, talvez no me quiere tanto».
Como en aquí hubo que cambiar leyes para penalizar este tipo de violencia. Así en el 1993 entro en vigencia la Ley de Ayuda a las Víctimas y desde principios de los 80 hay oficinas de intervención para prestar una ayuda eficaz y a tiempo, a cargo de coordinar la intervención de la policía, la justicia, el servicio social y Casas de la Mujer. La modificación del Código Penal de 2004 penaliza la violencia doméstica y obliga a los cantones de adaptar sus legislaciones.
Casi en el mismo año aquí y allá las autoridades han tomado las mismas medidas, hasta ahora con un éxito modesto. En Chile, como en toda América Latina, el machismo tiene una raigambre cultural muy profunda. Existe en Suiza también, donde, talvez se expresa en forma más sutil, también en la violencia doméstica. Sin embargo, ésta dejó de ser un tema tabú.
Regula Ochsenbein, Chile.
Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.
En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.
Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.
Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.
Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.
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