
Cecilia Suárez: «Para ser actor o actriz tienes que ser necio»
Marta Garde
Madrid, 1 oct (EFE).- La actriz mexicana Cecilia Suárez, a quien la Casa de México en España le ha dedicado un ciclo que concluye este miércoles, ha aprovechado ese homenaje para echar la vista atrás sobre su trayectoria y los motivos que la llevaron a la interpretación: «Para ser actor o actriz tienes que ser necio», señala a EFE.
La intérprete, nacida en 1971 en Tampico, lo justifica en los lugares «oscuros» que te hace explorar la profesión: «La mayor dificultad es que tienes que aprender a dinamitar tus propias emociones, porque son las emociones de un personaje, pero la caja con la que vas a trabajar está dentro de ti, es algo que tú vas a sentir».
Ese ejercicio, dice, «no siempre es tan grato. Si tienes que ir a sitios difíciles, oscuros, muchas veces indeseables, pues hay un costo. También hay un ejercicio que se torna muy exigente hacia ti».
Suárez saltó a la fama internacional por su papel de Paulina de la Mora en la serie de Netflix ‘La casa de las flores’ (2018). Su carrera incluye títulos como ‘Nos vemos, papá’, ‘La vida inmoral de la pareja ideal’, ‘Perfectos desconocidos’ o ‘Puntos suspensivos’, que desde mediados de septiembre se han proyectado en Madrid.
«Algunos personajes te obligan a hacerte preguntas como persona», añade la actriz, que ve «súper importante» ir a terapia para no tener que trabajar los asuntos personales a través de la actuación: «La interpretación no es terapia, aunque funcione a veces como tal», resume.
Ella se mudó a Chicago (EE.UU.) a los 18 años con la intención de estudiar Derecho, pero acabó dejando las leyes a un lado y cuatro años después se graduó con honores en Arte Dramático.
El Estados Unidos que conoció entonces, según añade a EFE, no tiene nada que ver con el que está ahora bajo el segundo mandato del republicano Donald Trump.
«Es otro país completamente y me duele muchísimo porque es un país al que yo quiero mucho por obvias razones. Gracias a ellos es que yo me convertí en actriz. Y sé que dentro de ese país hay gente extraordinaria que no está nada contenta, incluso están espantados con lo que está pasando. Es preocupante», lamenta.
Se ha llegado a un punto, afirma, en el que peligran las libertades.
«Es una ola creciente el resurgimiento de esta ultraderecha con tintes ya fascistas que merecería que todos estemos bastante alarmados y sobre todo, más que alarmados, pensando de qué manera nos vamos a organizar para que esto no siga avanzando».
Suárez cree que el arte tiene el poder de cambiar conciencias. «Es un lenguaje que va directo al corazón, al alma. Tiene esa capacidad de despejar la vida desde un lugar más dulce para que la podamos digerir. Creo que es importante, por eso también se le suprime cada vez que tenemos mandatarios o gobiernos sobre regímenes que se sienten amenazados o perturbados por lo que a través de la cultura se pueda decir».
Consciente del poder de ese altavoz, se permite rechazar proyectos que no son acordes a sus principios. Individualmente o en coro, señala, cada una de las personas que trabajan en una obra tienen una voz, y para ella es importante que su propia voz esté alineada con lo que cuenta.
Algunos de sus últimos estrenos este año, como las series ‘El jardinero’ y ‘Serpientes y escaleras’, han visto la luz en plataformas. «El alcance que tienen es incomparable, es bestial», dice sobre esas compañías.
Al cine, no obstante, le concede «un lugar sagrado», y para ella el teatro es «el templo máximo y el verdadero lugar del actor». En noviembre estrenará en Madrid precisamente la obra ‘El invencible verano de Liliana’.
«Como actriz, tener al público ahí es una comunión, es un acto hasta cierto punto místico», concluye Suárez, que dice tener cierta debilidad por la comedia «porque te obliga a estar ligero». No es que no haya que trabajarlo en profundidad «y meter ahí mucha cabeza para sacarlo adelante, pero al momento de ejecutarlo -admite- es un ejercicio de placer, de mucho gozo». EFE
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