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El celofán lo arregla todo

Utilizamos el celofán casi todos los días. Pero casi nadie sabe que debemos este práctico invento al químico suizo Jacques Edwin Brandenberger. Sin embargo, en un principio había querido inventar otra cosa.


Zellophan
Zellophan – eine Schweizer Erfindung. iStock

Las manchas de vino tinto son irremediables. Eso lo sabe todo el mundo. El químico zuriqués Jacques Edwin Brandenberger lo comprobó cuando, en 1900, vio a un torpe camarero derramar el contenido de una botella de vino tinto sobre un mantel en un elegante restaurante parisino.

Brandenberger nació en Zúrich el 19 de octubre de 1872. Era el hijo menor del director de una fábrica de pianos y director del coro masculino de Zúrich-Enge. Su interés por la química se manifestó cuando era aún muy joven.

Así, con solo 19 años, se graduó en el Technikum Winterthur y terminó sus estudios en la Universidad de Berna en 1894, convirtiéndose en el doctor en química más joven y con la máxima distinción summa cum laude. Tras sus estudios se fue a trabajar a Francia en la industria textil como experto en tintes.

Por eso también sabía que la intervención inmediata del personal de servicio de aquel restaurante de París era inútil. El mantel se estropeó y hubo que cambiarlo.

Una brillante idea

Pero la escena no se le iba de la cabeza: ¿Qué pasaría, se preguntaba Brandenberger, si la tela estuviera hecha de un material que repeliera la suciedad?

De vuelta al laboratorio comenzó a experimentar, aunque sin éxito al principio. Es cierto que los tejidos que recubrió con viscosa -una fibra sintética basada en la celulosa natural- resultaron ser especialmente resistentes a la suciedad. Sin embargo, los tejidos tratados de esa manera se volvían rápidamente quebradizos.

Además, el revestimiento se desprendía del material de soporte. Eso lo convertía en un invento inutilizable para los manteles. Por ello y sin más remedio, Brandenberger tuvo que volver a sus tareas habituales en la fábrica: los tintes.

Jacques Edwin Brandenberger
Jacques Edwin Brandenberger. Keystone / IBA-Archiv / Str

Aunque solo de manera temporal. Pronto la celulosa volvió a ser el centro de su atención. Porque el joven químico se dio cuenta de que su invento supuestamente inútil -la película que se desprendía rápidamente- podría servir para otra cosa: por ejemplo, para envasar alimentos.

Mientras tanto, había ascendido hasta convertirse en codirector de la compañía Blanchisserie et Teinturerie de Thaon-les-Vosges. Pero, a pesar de su cargo directivo, siguió intentándolo y en 1908 desarrolló un procedimiento para la producción de películas de viscosa transparentes que eran fácilmente estirables, suaves y, al mismo tiempo, resistentes.

Brandenberger también inventó la maquinaria necesaria para la producción, una máquina descomunal de unos 70 metros de largo. A día de hoy, se sigue utilizando en todo el mundo de forma prácticamente igual.

Brandenberger sabía que el nombre del producto tiene también un papel importante a la hora de venderlo. Por eso se lo pensó bien. Finalmente decidió llamar a las cosas por su nombre. A partir de entonces sus películas se llamaron celofán, en los países de habla alemana Zellophan – derivado de la materia prima Zellulose (celulosa) y la palabra griega diaphanes que quiere decir transparente. Ese mismo año, el ingenioso químico solicitó la patente de su celofán.

Contratiempos

Sin embargo, el éxito aún tardó en llegar. Una y otra vez, la película se deformaba al secarse. Los financieros de la empresa habían perdido toda esperanza de éxito y en 1912 pidieron a Brandenberger que, en el futuro, experimentara por su cuenta.

No obstante, consiguió hacerles cambiar de opinión y que le ayudaran una última vez. Y se lo agradeció creando una película que se mantuvo estable incluso al secarse.

En 1913, utilizó un truco para promocionar su producto: adjuntó un trozo de celofán a un artículo de la revista francesa Illustration. Fue una buena idea: en un año, la demanda aumentó tanto que «Mister Cellophane», como pronto llamaron a Brandenberger, se atrevió a independizarse y montar su propio negocio.

Su S.A. La Cellophane tenía su sede en París, y las instalaciones de producción estaban fuera, en el municipio de Bezons. Sin embargo, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la demanda de celofán para fines de embalaje disminuyó bruscamente. En cambio, Brandenberger empezó a producir películas de protección ocular para las máscaras de gas.

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Un gran éxito

Con el fin de la guerra, volvió la normalidad. Los estadounidenses, en particular, se aficionaron a la película de celofán. Pronto apenas hubo un producto en Estados Unidos que no se vendiera envuelto en él.

Pero el material no solo se utilizó en ese ámbito. Porque, dependiendo del tratamiento, tiene diferentes propiedades: sin tratar, la película transparente es brillante y al mismo tiempo resistente al aceite y la grasa, tiene buena adherencia y es inodora e insípida.

Mediante un tratamiento químico, también puede hacerse resistente a la intemperie o esterilizarse, por ejemplo. A diferencia de los productos de la competencia hechos de polipropileno, el celofán también es biodegradable.

Las buenas cifras de ventas vinieron acompañadas de los primeros premios. En 1937, por ejemplo, Brandenberger recibió la Medalla de Oro Elliot Cresson del Instituto Franklin de Filadelfia (EE.UU.), que premia los inventos especiales.

Todo un honor. Porque los nombres de sus predecesores parecen un Who is who de la élite investigadora de la época: además del pionero del automóvil Henry Ford, Marie Curie y Alfred Nobel figuraban entre los laureados. 

El pionero de las películas de celulosa murió en Zúrich en 1954. Con su legado, su hija Irma Marthe Brandenberger creó una fundación que lleva el nombre de su padre y que honra anualmente a destacadas personalidades suizas que han prestado servicios sobresalientes a la cultura humanitaria, el progreso social o el aumento de la calidad de vida.

Este artículo fue publicado el 27 de enero de 2019 en higgs.chEnlace externo, la principal revista científica independiente de Suiza. swissinfo.ch reproduce artículos de higgs sin ningún orden en particular.

Traducción del alemán: Carla Wolff 

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