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La Berlinale se adentra en el bosque amigo de Sciamma y del duro cine húngaro

Gemma Casadevall

Berlín, 3 mar (EFE).- La Berlinale se adentró hoy en los secretos del bosque, a través de “Petite Maman”, de la francesa Céline Sciamma, y del duro cine húngaro, otra presencia dominante en esta edición virtual del festival, muy volcado hacia el este europeo.

Una cabaña en el bosque, dos niñas casi idénticas que coinciden bajo la lluvia y el bastón de la abuela para no perderse: entre estos elementos deja fluir la francesa Sciamma la película con que busca un Oso en la Berlinale, diez años después de haber debutado en su sección Panorama con “Tombay”.

Del amor entre dos mujeres del siglo XVII trazado en “Retrato de una mujer en llamas” (Portrait d’une jeune fille en feu”) -premio al guion en Cannes en 2019- pasa a dos niñas que podrían ser gemelas -Joséphine y Gabrielle Sanz- una de las cuales se llama Marion, como la madre de la otra, Nelly. Su filme, de apenas 77 minutos, se mueve entre enigmas colocados con precisión, donde nada es superfluo.

Nelly queda prácticamente sola en la casa del bosque de la abuela. Su madre, aquejada de una tristeza endémica, se ausentó. El amoroso padre tiene una función más bien de intendencia. Nelly quedará envuelta entre la tentación de seguir jugando un rato más con la “petite Maman” Marion y la lealtad a la madre adulta.

EL BOSQUE COMO REFUGIO O COMO LABERINTO

Para muchos berlineses, como para Nelly y Marion, el bosque era ya un amigo o el refugio. Ahora quedó revalorizado como salvación en tiempos de pandemia, que en Alemania se ha traducido en meses de cierre de la vida pública, pero no en confinamiento domiciliario. El paseo por el bosque ha sido la válvula de escape de los ciudadanos, sea en solitario o para encontrarse y conversar.

El bosque francés de Sciamma es, como el berlinés, un amigo. Dos cineastas húngaros, ambos asimismo aspirantes al Oso, convierten los suyos en elemento laberíntico, claustrofóbico.

“Természetes fény” (“Natural Light”), dirigida por Dénes Nagy, colocará en un bosque permanentemente encharcado o inhóspito a un oficial húngaro cuyo cometido es buscar partisanos en territorio soviético, durante la II Guerra Mundial.

Es un militar rodeado de dilemas y confrontado a los rostros atemorizados de aldeanos que saben cuáles son las órdenes que reciben: entregar al partisano o ver arder su casa, tal vez con ellos dentro.

“Rengeteg- mindenhol látlak” (“Forest. I see you Everywhere”), dirigida por Bence Fliegauf, no ocurre en ningún bosque, sino que retoma el título del primer largometraje de este director, presentado en 2003 en la sección Forum.

Forman la película siete microhistorias, interpretadas por actores no profesionales de impactante versatilidad y rodada con mínimo presupuesto.

Son diálogos en espacios interiores sombríos. El primero, entre una adolescente que culpa a su padre del accidente de tráfico en el que muere la madre y queda casi mutilada una amiga; en el siguiente, aparece una joven que exige saber de su turbio novio por qué prestó su cámara a otra mujer.

Se suceden diálogos incriminatorios entre seres muy cercanos, pero no queridos. Una madre trata de apartar a su hijo, un muchacho aún, de las “redes del mal”, cuando ella es una fanática religiosa; un hombre joven trama la venganza del curandero que ha estafado y arruinado físicamente a familias enteras.

El hilo conductor entre esos seres destructivos es sutil. Todo el filme discurre entre sombras, con la casi única excepción del momento en que una muchacha sube la persiana y deja entrar un rayo de luz al abuelo que parecía agónico, pero tal vez sólo dormía.

Fliegauf regresa a competición con su inquietante “Forest”, tras haber ganado en 2012 el Gran Premio Especial del Jurado con “Solo el viento” (“Csak a szél”), un retrato de un día en la vida de una familia gitana, en medio de los asesinatos xenófobos en serie contra ese colectivo

UN CUENTO GEORGIANO ENTRE AMANTES DE MESSI

El cine del este acude a la Berlinale con rango de primera potencia.

Entre las aspirantes al Oso se dan buenas opciones a la rumana “Bad Luck Banging or Loony Porn”, del provocador Radu Jude. Una película que rompe esquemas y que arranca de la exhibición de un vídeo sexual casero de una maestra de Bucarest.

Completa el recorrido por estas cinematografías “What do we see when we look at the Sky”, un cuento georgiano sobre una pareja de enamorados que, al día siguiente del flechazo, no pueden reconocerse porque despertaron bajo otra apariencia.

Ambos se preguntan por qué el otro no acude a la cita, incapaces de reconocerse, aunque estén uno frente al otro. Por suerte, el dios fútbol todo lo repara. Alexander Koberidke, el director, ve a Argentina ganando un Mundial con Leo Messi. Jóvenes, viejos y hasta perros seguirán la final en su bar de Kutaissi, su ciudad. Las cosas pasan cuando tienen que pasar, es su lema. EFE

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