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“Esta semana ha sido increíble”

Gabriel Barrenengoa, semifinalista del Prix de Lausanne. swissinfo.ch

Gabriel Barrenengoa, de 18 años, es el segundo concursante español seleccionado este año para el Prix de Lausanne, del que se va como semifinalista.

Este alumno del Estudio María de Ávila, de Zaragoza, regresa a su Santander natal con tres ofertas para proseguir su formación: en Houston, Milán o Lausana.

El apellido vasco es una reminiscencia del origen de su abuelo paterno, su madre es alemana y él nació en Cantabria, donde se inició en el ballet clásico. “Empecé a los cuatro años en el colegio, como diversión, y a los ocho ya me cambié a una academia un poco más seria en Santander”.

Su vida dio un vuelco “radical” al cumplir las trece primaveras. A esa corta edad tomó la decisión de ir a vivir solo a Zaragoza para proseguir su formación en el Estudio María de Ávila. Se nota a la legua que es un chico despierto y maduro.

“Bueno, eso dicen, pero no sé. También el vivir fuera hace que uno espabile antes. No te queda otra”, dice y suelta una carcajada. “Tuve la suerte de que mis padres fueron muy comprensivos y en todo momento he recibido su apoyo. Sin ellos, obviamente, no hubiera podido llegar a donde estoy ahora” ni tampoco concursar en Lausana. “Sí, ellos me pagaron el viaje”.

Un escaparate internacional

Dentro de tres meses Gabriel Barrenengoa cumplirá 19 años y ésta era su última oportunidad para presentarse al Prix de Lausanne. Ya había sido seleccionado para la edición del año 2006, pero sufrió una fractura de estrés y no pudo participar. Un duro golpe. “Estuve cuatro meses sin poder bailar”.

Superada la lesión, retomó la actividad y trabajó muy duro para recuperar el valioso tiempo perdido. “Lo volví a intentar para esta edición, tuve suerte y me han vuelto a seleccionar. Y aquí estoy en la semifinal.” Es incuestionable que, además de talento, el chico tiene mérito.

“Esta semana ha sido increíble. Desde el primer momento todo ha sido muy emocionante… el compartir experiencias con gente de todo el mundo, el saber que aquí vienen profesionales de todas las compañías a buscar bailarines… Esto es como un escaparate internacional”.

Saberse expuesto a tantas miradas ajenas, lógicamente, conlleva presión. “Aparte de compararte con los otros concursantes – que, aunque no quieras, es inevitable -, tienes muy presente que hay un jurado mirándote”. Qué duda cabe, la competencia es ardua, especialmente la asiática. “Son bailarines técnicamente increíblemente buenos y creo que es fruto de muchísimo trabajo, de muchísima disciplina”.

Y luego, también impone salir al escenario que – dicho sea de paso – el del Teatro Beaulieu de Lausana tiene una peculiaridad. “Yo ya había bailado en un escenario con pendiente, pero fue en una muestra de escuelas y no te jugabas tanto como en una actuación aquí. Y la pendiente se nota… (se ríe). Sí, es un impedimento añadido”.

Salto al extranjero

La semana ha sido tan intensa en vivencias y experiencias que le cuesta sopesar cuál le ha enriquecido más. “Son tantas cosas en tan poco tiempo…”. Y tras meditarlo responde:

“Sobre todo, el buscar una seguridad en uno mismo, el no dejarse abrumar porque veas a otras personas que igual son mejores que tú. Es muy bueno concentrarse en lo que uno es y disfrutar bailando, a pesar de la presión…”

Es más difícil para una bailarina hacerse un hueco en el mundo de la danza por una sencilla razón: hay más competencia, una realidad que se observa también en el Prix de Lausanne. Sólo 19 de los 62 seleccionados este año eran chicos. ¿Reflejo quizás de que en pleno siglo XXI todavía persisten ciertos prejuicios?

“Aún hay mucha gente retrógrada por ahí, pero bueno, a mí no me afecta y nunca me ha afectado. Es muy poca la gente con la que me he cruzado que piensa así”, que el ballet es ‘cosa de niñas’…

Por las venas de este joven corre sangre española, pero también sangre germana. Desde niño aprendió la lengua de Goethe. “No soy bilingüe del todo, hablo mejor el castellano que el alemán. Pero sí, los idiomas se me dan bien. Me defiendo con el inglés y con el francés”.

Hablar idiomas es una ventaja en una profesión globalizada como la danza y, además, Gabriel ve su futuro en el extranjero. “Aunque en España hubiese buenas compañías y muy buenas escuelas, a mí me apetece cambiar de país, de cultura, conocer mundo”.

Y el Prix de Lausanne le ha abierto una puerta al mundo. El bailarín cántabro ha recibido ofertas para proseguir su formación en la Houston Ballet’s Ben Stevenson Academy (EEUU), en la Scuola di Ballo del Teatro alla Scala (Milán) y en el Béjart Ballet Lausanne… ofertas que ahora tendrá que sopesar.

Quizás regrese pronto a la ciudad suiza a orillas del Lago Leman que, seguramente, recordará siempre con cariño.

swissinfo, Belén Couceiro, Lausana

Continúa en ‘Más sobre el tema’: ‘Yo les aconsejo pasión, paciencia y tenacidad’ (Mónica Zamora)

Este año el Prix de Lausanne seleccionó a unos 62 concursantes (43 chicas y 19 chicos), de 27 países.

Los bailarines presentaron dos variaciones clásicas y una contemporánea.

Seis de los doce finalistas consiguieron una beca para proseguir su formación en una de las 27 escuelas o 22 compañías de danza asociadas al Prix.

El presupuesto de esta 35ª edición fue de 1.935.000 francos suizos.

En la lista de concursantes del Prix de Lausanne – unos 3.049 entre 1973 y 2004 – figuran 130 bailarines españoles, 15 de ellos premiados.

Este año fueron dos los concursantes españoles: Gabriel Barrenengoa (semifinalista) y Daniel Vizcayo (finalista).

En esta edición no hubo concursantes suizos.

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