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Los castillos de Bellinzona, patrimonio cultural mundial

El Castillo de Montebello, una de las tres fortalezas medievales de Bellinzona. picswiss.ch

En Cairns, Australia, los delegados del comité de la Unesco aprobaron la inscripción de las tres fortalezas medievales de la ciudad de Bellinzona a la lista de patrimonios culturales de la humanidad.

Los tres castillos de Bellinzona, Castelgrande, Montebello y Sasso Corbaro, fueron declarados patrimonio mundial por el comité de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco).

Los delegados de este comité se encuentran reunidos en Cairns, al norte occidental de Australia, para seleccionar entre 500 candidatos esparcidos por el mundo, a los sitios, naturales o culturales, cuyo interés franquea los límites locales y nacionales.

La decisión, confirmada a swissinfo por Francesca Gemnetti, presidenta de la Comisión nacional suiza de la Unesco, marca el reconocimiento mundial de estas tres edificaciones como un ejemplo único de la arquitectura medieval militar.

El ser considerados patrimonio mundial comporta, naturalmente, responsabilidades serias para los gobiernos nacionales, en el sentido que éstos quedan comprometidos con el resto del mundo a cuidar y conservar el sitio lo mejor posible, con criterios artísticos, ecológicos y de uso que se esperan respetuosos de las características del lugar que haya merecido la alta denominación.

Además de los tres castillos de Bellinzona, han sido aceptadas las candidaturas de unos 50 sitios más, de una lista de 500 aspirantes, pertenecientes a 180 naciones.

Suiza ya antes contaba con el reconocimiento de la Unesco a tres monumentos de interés mundial: el centro histórico de Berna, la abadía de San Gall y el monasterio de Müstair, en los Grisones.

Ahora la lista se amplía con la introducción de los castillos de Bellinzona, situados en una posición dominante de la capital del cantón Tesino. En el corazón de la ciudad, pero entre rocas de una morrena, vestigio del antiguo glacial.

Castelgrande, Montebello y Sasso Corbaro dejan ver en su estructura la actitud defensiva de quien los construyó, actitud que bien se comprende: la región tuvo un gran papel estratégico, encontrándose en una importantísima vía de cruce entre el norte y el sur de Europa.

Después del retiro del glacial, varias civilizaciones dejaron sus huellas en el sitio: desde las construcciones neolíticas, pasando por las avanzadas romanas y los feudos medioevales. En 1340 Bellinzona se encontraba bajo el dominio de la señoría de Milán, con los duques Visconti y Sforza destinados a dar un impulso decisivo a las fortificaciones.

A partir del 1500, sujeta Bellinzona a los tres cantones confederados de Uri, Schwyz y Unterwalden, el interés por los castillos disminuyó, provocando una decadencia que duró siglos.

En la segunda década de siglo pasado, el cantón Tesino, como nuevo patrón de los tres castillos, decidió reconstruirlos. No obstante tanta voluntad, sólo en la decenio de los 80 se encontró una fórmula definitiva y satisfactoria para la restauración.

Al arquitecto Aurelio Galfetti va el mérito de haber sabido armonizar en esta empresa, historia, tradiciones y vida cotidiana de la ciudad, optando por soluciones de restauración ideales, aunque no siempre bien comprendidas por todos.

De hecho, la misma Unesco en el pasado puso en tela de juicio estas soluciones argumentando una pérdida de autenticidad del sitio. Sin embargo, una segunda inspección más detallada ha dado resultados opuestos. Finalmente se ha comprendido que restaurar no quiere decir sólo conservar, sino reintegrar una construcción a la vida de la comunidad.

Esto se ha logrado abriendo las fortalezas por medio de viñedos descendientes que llegan hasta los huertos de las casas; encontrando ingeniosos estratagemas para colocar los ascensores atravesando la roca; destinando los interiores a ser museos, salas de conferencias, espacios para exposiciones y banquetes y, como en el caso del Castelgrande, hasta “arena” para espectáculos de ópera y de cine al aire libre.

Lugares vivos que con más amor, si es posible, serán cuidados por los Tesineses al saber que los hermosos castillos no pertenecen sólo a Bellinzona o a Suiza, sino a una entera humanidad que – eso sí – les va a pedir cuentas.

Lupita Avilés

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