Raymundo Sesma expone en una galería de Lugano
Es la primera vez que el apreciado pintor mexicano, que pasa varios meses al año en Italia, presenta sus trabajos en Suiza. La exposición en la Galería Palladio de Lugano, cantón Tesino, está abierta al público hasta el próximo nueve de diciembre.
En Lugano se pueden apreciar algunas de las telas más recientes de Raymundo Sesma, las del ciclo llamado «La ciudad ideal», así como otras del período 1995-96, con el tema «Epifanía».
Acompaña los cuadros una instalación de video muy interesante, de cinco minutos de duración, en la que se ve a un hombre recitar el papel de esquizofrénico.
Con el cuerpo contorcido y con el fondo musical minimalista de Philip Glass, el protagonista escucha la voz de Sesma que declama, con el tono usual de las personas razonables, palabras «importantes»: «solidaridad, justicia, deber, amor, bondad», etc.
La sensibilidad del hombre se subleva, adivinando tal vez todo lo patético que resulta el mundo real, con su distancia entre palabras y hechos difícil de colmar. Como si sólo el arte – al par de la locura – diera voz y espacio al espectáculo de la contradicción humana.
Nacido en San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, la región mexicana más atormentada de los últimos decenios, Sesma aparece muy sensible al tema social.
Su obra no ha querido ser nunca extraña a la vida, por lo que el espectador puede notar la tensión constante que se da entre los elementos que animan sus telas. Por ejemplo, un conejo cándido, de formas tiernas y redondeadas, aparece junto a un militar de ceño enjuto.
Con «La ciudad ideal», Raymundo Sesma intenta trazar una parábola humana: comienza con la voluntad de la razón, en la intención que tiene de construir una sociedad perfecta, a partir del aspecto externo, la configuración del espacio y de la arquitectura.
Aquí son evidentes las alusiones al gran arquitecto de la Antigüedad Vitruvio y a su ciudad ideal. Algunos de los diseños del gran arquitecto romano quedan reproducidos en los cuadros de Sesma acompañados, sin embargo, por elementos que acaban con toda esa armonía.
Al fondo del dibujo clásico vemos una estatua humana con las semblanzas tal vez de Stalin, suspendida entre cuerdas, como si la estuvieran desmontando de su pedestal.
El mensaje que parece darnos es el de la imposibilidad de construir un mundo perfecto.
Antes o después llega siempre un iconoclasta (que da nombre a una serie de telas del artista) a tumbar los mitos de los hombres y a regenerar el paisaje, permitiendo, por ejemplo, que un oscuro cadáver que se confunde con la tierra, sea la materia de la que surgirán caravanas de animales de ojos inocentes, y blancos conejos que sólo pensarán en la manera de multiplicarse.
Es el inexorable círculo de la vida y de la muerte lo que nos presenta el artista. Como los antiguos mexicanos que lo precedieron y que creyeron en un mundo que se desploma cada 52 años, que resurge y se renueva totalmente.
Haciendo uso de la tecnología más reciente, Raymundo Sesma se revela como un hombre de sus tiempos, y el hecho de servirse sólo de materiales orgánicos (resinas, pigmentos vegetales sobre tela) lo coloca en una vanguardia de artistas sensibles a una relación ecológica con el mundo real, que se transforma y resurge continuamente.
Lupita Avilés
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