The Swiss voice in the world since 1935

La desafiante realidad detrás del idilio alpino

Alpino
Junto a Adrian Arnold (primero a la derecha), presidente de la cooperativa alpina, los campesinos y sus ayudantes se reúnen en oración antes de descender de los pastos de montaña. Thomas Kern / SWI swissinfo

No es el mundo de Heidi ni la versión idealizada que muestran las series de televisión. La vida en los Alpes es cruda, a fuerza de madrugones y jornadas interminables que se sostienen con el esfuerzo compartido. También es rica en momentos inolvidables que quedan grabados para siempre. Un reportaje sobre la trashumancia en Hinterfeld, un pasto alpino del cantón de Uri.

Evi mira a su alrededor, desorientada. Entre la manada de vacas busca a sus favoritas y las abraza y acaricia durante un largo rato. Mientras tanto, los granjeros cargan el ganado en los remolques para llevarlo de regreso a los establos en el valle. Los ojos de Evi se humedecen. «Ahora sí que se acabó», dice, girando la cabeza hacia la pradera vacía donde antes pastaban unas setenta vacas y novillas.

Son poco más de las doce del mediodía en Wassen, en el cantón de Uri, en el centro de Suiza. Unas horas antes tuvo lugar el momento más esperado de la temporada alpestre: el descenso desde el alpe Hinterfeld (o ‘el pasto alpino’ de Hinterfeld) hacia el valle de Meien, justo debajo del paso de Susten.

El ritual del descenso de los pastos alpinos

Mientras los coches comienzan a hacer cola frente a las puertas del túnel de San Gotardo -como es habitual cada fin de semana- las calles del pueblo, con su célebre iglesia, se vieron invadidas por un desfile distinto: colorido, bullicioso y lleno de vida. Al frente iban las cabras de Eveline, seguidas por el primer rebaño de vacas, guiado por los pastores Adrian y Tom; unos diez minutos más tarde llegó el segundo grupo, encabezado por la quesera Sandra y su ayudante Evi. Para dar la bienvenida a la procesión alpina, dos filas de espectadores -unas 2.000 personas entre turistas y lugareños- se agolparon para presenciar este antiguo ritual de un mundo idealizado y lejano, filmándolo y viéndolo a través de las pantallas de sus teléfonos móviles como si fuera irreal.

Alpes
Vista desde la cabaña hacia las cimas del Oberplattiflüe. Abajo, a la izquierda, se divisa la carretera del paso de Susten, que conecta los cantones de Berna y de Uri. Thomas Kern / SWI swissinfo

El descenso de los pastos alpinos es un espectáculo cuidadosamente organizado por los pastores. Caminar al frente del rebaño los llena de orgullo: es un desfile de los animales más hermosos, cuidados y mimados durante todo el verano.

Paul Epp es uno de los que más disfruta de esta tradición. Durante casi 30 años se ha encargado de organizar la trashumancia del alpe Hinterfeld. «Me llena de alegría ver a las vacas ornamentadas y con los cencerros al cuello», cuenta este hombre de 66 años, que dedica muchos días y noches a reparar y crear nuevas decoraciones: guirnaldas para el lomo y el pecho de los animales, coronas y adornos para la cabeza, y cintas para la nariz.

Se presta especial atención a las vacas guía, ataviadas con las decoraciones más hermosas y llamativas y con un cencerro que puede pesar hasta 15 kilos. «Como nosotros, ellas también esperan este momento con ilusión y se sentirían decepcionadas si no les dedicáramos la atención que merecen», explica Paul Epp con una sonrisa.

«Este no es el mundo de Heidi»

Quizá sean las inmaculadas camisas blancas que los pastores lucen bajo su vestimenta alpina tradicional, o las escenas bucólicas que vemos en televisión, las que nos llevan a una idealización de la vida en los Alpes. La realidad es muy distinta. Sandra Igl describe la vida cotidiana en Hinterfeld: «El despertador suena a las 3:45, los siete días de la semana. La jornada, sobre todo en las primeras semanas, no termina antes de las 20:00. Es decir, trabajamos turnos de casi 17 horas», cuenta la quesera, nacida en Garmisch-Partenkirchen, Alemania, que desde hace 15 años responde a la llamada de las altas montañas.

«En primavera, siempre siento una especie de ‘mal de altura’», dice sonriendo. «Pero es duro. Se trabaja sin pausa durante cien días. Incluso la convivencia con otras personas, perfectos desconocidos al inicio de la temporada, no debe subestimarse. No siempre es fácil. Este no es precisamente el mundo de Heidi». Sin embargo, a Sandra le gusta la vida en los Alpes: ver cómo la hierba que comen las vacas se convierte en leche y luego en queso, que termina en la mesa del turista de paso.

Alpes
Durante los tres meses de pastoreo en la montaña se procesan aproximadamente 115.000 litros de leche, que se transforman en 11 toneladas de queso alpino y otros productos lácteos, como yogur, mantequilla y Ziger (una especie de ricotta). Thomas Kern / Swi Swissinfo

En Hinterfeld, Sandra pasó el verano con Patricia Forrer, cocinera, ama de casa y responsable de la tienda del alpe; con Evi Rigert, ayudante de la quesera; con Adrian Petermann, pastor de las novillas, y Tom Zurfluh, pastor de las vacas.

Criado en el cantón de Uri, Tom está pasando su segundo verano en los pastos alpinos del paso de Susten. «El año pasado, me hice cargo del rebaño de novillas durante el último mes, reemplazando a quien había abandonado antes de que terminara la temporada», cuenta el joven, técnico especializado en maquinaria de construcción.

«Me gustó tanto que quise volver, esta vez como pastor de vacas lecheras. Aquí soy mi propio jefe y siempre estoy al aire libre», dice, al tiempo que subraya que el trabajo es duro, pero, como hijo de agricultores, sabía a lo que se enfrentaba. Confiesa que lo que más lo llenaba de alegría eran los instantes previos al amanecer, cuando el sol se asomaba detrás de las montañas. «Pero también cuidar de las vacas, conocerlas una por una, su carácter y, por supuesto, sus nombres. Sólo así podía atenderlas como si fueran mías», explica.

Las directrices salariales del cantón de los Grisones sirven hoy de modelo para otros cantones suizos. Sin embargo, conviene interpretar estos datos con cautela: en la práctica, la realidad puede diferir de lo establecido en los documentos. En los pastos alpinos de los Grisones, un quesero o una quesera (Senn) gana entre 180 y 258 francos suizos al día, mientras que un ayudante de quesero (Zusenn) o los pastores de vacas lecheras, nodrizas o terneros reciben entre 159 y 242 francos suizos. La remuneración varía según la experiencia y la formación.

Las deducciones por alojamiento y manutención también se contemplan en las directrices del cantón de los Grisones. El alojamiento cuesta 11,50 francos por día, mientras que las comidas se calculan con una tarifa plana: 3,50 francos el desayuno, 10 el almuerzo y 8 la cena. En conjunto, alojamiento y manutención ascienden a 33 francos diarios, lo que puede significar deducciones de hasta 990 francos suizos al mes.

Para una quesera con experiencia y la formación adecuada, el salario neto diario puede llegar a 225,20 francos, lo que equivale a casi 6.800 francos por un mes de 30 días laborables.

Pasta, salchichas y el fin de un sueño

Cada verano, el Alp HinterfeldEnlace externo acoge a un centenar de vacas lecheras y unas cincuenta novillas de trece ganaderos del cantón de Uri. El alpe se extiende desde el pueblo de Färnigen hasta los pies del paso de Susten. La cabaña y el establo se encuentran a casi 1.700 metros sobre el nivel del mar y se puede llegar hasta allí en automóvil, en autobús o por la ruta de senderismo que cruza el antiguo Sustenweg.

El pasto alpino está gestionado por una cooperativa que cada año nombra un comité responsable de la temporada y del personal. A lo largo de los tres meses de pastoreo, se procesan unos 115.000 litros de leche, que se transforman en 11 toneladas de queso alpino y otros productos lácteos, como yogur, mantequilla y Ziger (una especie de ricotta).

«Durante el verano, la producción de leche de cada vaca se mide tres veces: a finales de junio, a finales de julio y a principios de septiembre», explica Adrian Arnold, presidente de la cooperativa. «A partir de estos datos se calcula el rendimiento de cada animal y, en consecuencia, la cantidad de queso que corresponde a cada ganadero». Esta distribución es fundamental, ya que la venta del producto garantiza a los ganaderos los ingresos de los meses de verano, cuando las vacas pastan en los prados alpinos.

Satisfecho con la calidad del queso de este año, Arnold confía en que para enero estará todo vendido. Hasta entonces, Adrian Petermann, pastor de novillas y panadero de profesión, probablemente habrá horneado quintales de pan y miles de dulces navideños tradicionales de su ciudad natal, Lucerna. Con las manos enharinadas, quizá recuerde los amaneceres que pasó ordeñando a sus vacas: Aita, Alisa, Telegirl y Salina.

«Lo hermoso de los pastos de montaña es que el ritmo de la vida no lo marca el reloj, sino los animales y la naturaleza», cuenta el joven Petermann, de veinte años, mientras disfruta de un plato de pasta con queso y crema, acompañado de una salchicha preparada por la cocinera Patricia Forrer, quien durante el verano también ejerció un poco de rol maternal para él. «Ahora tengo ganas de volver a casa con mi familia y amigos -continúa Adrian-, pero estoy seguro de que pronto extrañaré todo esto».

También extrañará a Evi, con quien compartió muchos momentos felices y despreocupados, incluso la última noche, cuando ambos bailaron animados en el establo vacío.

Para Evi, la trashumancia cumplió un sueño de toda la vida: pasar un verano en los Alpes. «Aquí te sumerges en un mundo diferente, protegido, sin muchas influencias externas», explica, aunque admite que nunca se acostumbró del todo a madrugar. Y cuando le pedimos que nos cuente su experiencia más memorable, sus ojos se iluminan: «Cuando las vacas, al reconocer mi voz, me siguieron hasta un nuevo pasto».

Según la Gerente de la Sociedad Suiza de Economía AlpestreEnlace externo (SSEA), Selina Droz, la principal dificultad de la economía alpina es la falta de personal. De hecho, cada vez es más difícil contratar mano de obra: el trabajo es duro, las jornadas son largas y los salarios modestos. «La solución de los demás problemas a los que se enfrenta el sector depende de la disponibilidad de personal: el cambio climático, los grandes depredadores y el avance del bosque», detalla Droz.

«Por ejemplo, con el calentamiento climático, el límite del bosque sube cada vez más. Para detener su avance se necesitan personas con desbrozadoras y motosierras. Y con los grandes depredadores ocurre algo similar: el regreso del lobo ha multiplicado el trabajoEnlace externo. Hay que construir vallas, se necesitan pastores que vigilen las ovejas y alguien que se ocupe de los perros guardianes. En resumen, si no conseguimos motivar a suficientes personas para que se trasladen a los pastos alpinos, será muy difícil resolver estos problemas», explica la ejecutiva.

En colaboración con la Universidad de Ciencias Aplicadas para la Agricultura, la Silvicultura y la Alimentación de Zollikofen, la Sociedad Suiza de Economía Alpina puso en marcha el proyecto de investigación «Personal motivado y leal en los pastos alpinos: condiciones marco para el lugar de trabajo alpino»Enlace externo con el fin de comprender cómo hacer más atractiva esta profesión.

Texto adaptado del italiano por Norma Domínguez. Revisado por Carla Wolff.

En cumplimiento de los estándares JTI

Mostrar más: SWI swissinfo.ch, certificado por la JTI

Puede encontrar todos nuestros debates aquí y participar en las discusiones.

Si quiere iniciar una conversación sobre un tema planteado en este artículo o quiere informar de errores factuales, envíenos un correo electrónico a spanish@swissinfo.ch.

SWI swissinfo.ch - Sociedad Suiza de Radio y Televisión SRG SSR

SWI swissinfo.ch - Sociedad Suiza de Radio y Televisión SRG SSR