
Dolor de las víctimas «no prescribe», afirma autor de libro sobre abusos de cura pederasta
Evelin Rosas Vallejos
Madrid, 22 oct (EFE).- El periodista español Julio Núñez reconstruye en «Padre Pica» la historia del sacerdote Alfonso Pedrajas, el jesuita español que dejó por escrito en un diario sus abusos a al menos 85 menores en Bolivia, y del encubrimiento por parte de la Iglesia católica, cuya tarea pendiente es «la reparación a las víctimas», según afirma a EFE.
Núñez ha entrevistado a más de 600 víctimas de pederastia en ocho años investigando abusos a menores en la Iglesia católica y este octubre acaba de publicar «Padre Pica» con Penguin Random House.
En una entrevista con EFE, el periodista afirma que, ante los devastadores datos de víctimas, la reparación, no solo legal ni económica, sino también espiritual, emocional e institucional, «es la tarea pendiente de la Iglesia».
Para los sobrevivientes, «el dolor no prescribe, así como no lo hacen las secuelas, entonces, ¿por qué deberían hacerlo los delitos de pederastia?» se pregunta el periodista extremeño (Casar de Cáceres, 1990).
Desde 2018 Núñez trabaja en el diario El País, donde junto a su compañero Íñigo Domínguez impulsó la mayor investigación sobre pederastia en la Iglesia católica española, con más de 700 casos y más de 600 acusados.
Su trabajo motivó la apertura de una investigación oficial en el Congreso español y le valió el Premio Ortega y Gasset en 2022.
En septiembre pasado, más de dos años después de la publicación del reportaje original en El País sobre la historia de Pedrajas, conocido como «padre Pica», la justicia boliviana condenó por encubrimiento a dos exprovinciales jesuitas, Marcos Recolons y Ramón Alaix, en una sentencia histórica que Núñez considera apenas un primer paso.
Según el periodista, la Iglesia ha reconocido parte del daño, ya que tras conocerse el caso retiró de sus funciones a los implicados, pero después costeó su defensa legal y apeló la sentencia, alegando prescripción del delito.
«Primero los apartaron en un gesto que parecía valiente, pero después los defendieron. Es una forma de reconocer el daño y al mismo tiempo negarlo (…) Han admitido que hubo abuso, pero siguen negando que pueda juzgarse el encubrimiento», afirma.
El problema no es solo que un sacerdote como el «padre Pica» abusara de menores en los años 70, sino que sus superiores lo sabían y lo permitieron, dejándolo ejercer durante décadas. «Las víctimas se preguntan por qué no lo pararon», añade.
Núñez recuerda que el daño de las víctimas no se limita al pasado: «Hay víctimas que han sufrido no solo en lo personal, sino en lo laboral, en su relación con sus hijos, en todo. Algunas nos han dicho: ‘No le perdonaré nunca. Me han arrebatado no solo la inocencia, sino también la fe'».
En América Latina la Iglesia ocupó durante siglos el lugar del Estado en la educación, la salud y la asistencia social, consolidando un poder casi absoluto.
«Por un lado (la Iglesia) ocupó esos sectores porque no había nadie; no hay que olvidar que allí fue gente que daba la vida por los más pobres. Pero en esos entornos, donde hay personas con poder absoluto, el poder se corrompe», afirma Núñez.
«La Iglesia es muy compleja, porque no hablamos de una mafia, sino de una institución que nació para hacer el bien y que, en este tema, lo ha hecho muy mal, sobre todo con los más débiles, que son los niños», explica.
La lucha contra la pederastia fue una de las banderas del fallecido papa Francisco, que reformó el derecho canónico para exigir que los encubridores sean investigados y las víctimas reparadas.
También eliminó el secreto pontificio en estos casos y ordenó a las diócesis crear centros de atención.
«La ley del papa Francisco es muy clara, cualquier rumor se debe investigar, todas las víctimas deben ser reparadas, pero la ley no es nada si no se ejecuta», insiste Núñez.
En Bolivia aún no hay información sobre las investigaciones canónicas ni sobre las reparaciones prometidas.
Mientras las normas avanzan en el papel, la realidad sigue estancada. «Francisco mismo lo dijo: pagar cincuenta mil dólares no es reparación; es poco», recuerda Núñez, para quien «la Iglesia debe asumir que reparar a las víctimas no es solo pedir perdón, sino actuar». EFE
erv/mb
(foto)