
Dos años de desplazamiento en el sur del Líbano
Noemí Jabois y Ana María Guzelian
Aita al Shaab (Líbano), 1 oct (EFE).- Una pareja de ancianos observa su vivienda dañada en la localidad libanesa de Aita al Shaab, de donde aún continúan desplazados casi dos años después del inicio de la violencia con Israel y al cumplirse este miércoles el primer aniversario del comienzo de la invasión militar del sur del Líbano.
Durante esa ofensiva terrestre, las tropas israelíes destruyeron o dañaron fuertemente con excavadoras y explosivos más de 10.000 estructuras en las zonas fronterizas, muchas de ellas después del alto el fuego alcanzado el pasado noviembre, según datos de Amnistía Internacional (AI).
«Después de que terminaran la guerra, los israelíes vinieron y remataron la destrucción. Aquí, las casas quedaron dañadas por los ataques con misiles, pero cuando entraron empezaron a detonar viviendas», sentencia el anciano a EFE, frente a su vivienda en Aita al Shaab.
«Hay dos edificios de mis hijos allí, los israelíes los convirtieron en una posición para ellos y luego, cuando se iban, hicieron detonar ambos inmuebles», agrega, señalando en la dirección donde se ubicaban estas casas ahora reducidas a escombros.
Dos años desplazados
Con las fuerzas israelíes aún presentes en cinco puntos del territorio libanés y el proceso de reconstrucción sin arrancar, varias decenas de miles de personas continúan desplazadas casi 24 meses después de los primeros choques entre Israel y el grupo chií Hizbulá en octubre de 2023.
«Nos fuimos hace dos años, cuando empezó todo. En cualquier caso aquí esto no es habitable, toda la casa está rota. Alcanzaron la casa de arriba de la nuestra y destruyeron las viviendas de alrededor, así que toda la presión de estos ataques vino sobre nuestra casa», lamenta el hombre.
«Todas las puertas y ventanas están destruidas», apunta.
No tienen dinero para arreglar el inmueble y, aunque desean regresar, no lo ven «viable».
Estima que las reparaciones no bajarán de los 100.000 dólares, pues el muro trasero necesita ser derruido y erigido de nuevo. El afectado es un ingeniero jubilado y en su momento ordenó construir la casa como un «pedido especial», que requirió piedras por valor de unos 55.000 dólares.
Adib también es oriundo de Aita al Shaab y, si bien cuando comenzó el conflicto él ya se había mudado a Beirut para estudiar, sus padres tuvieron que huir con lo puesto en medio de la violencia.
El joven, de 22 años, recuerda cómo pasaron varias semanas en uno de los colegios habilitados como albergues para desplazados en la capital, en momentos en que muchos se negaban a alquilar a los vecinos el sur del Líbano por miedo a que alguno fuera un potencial objetivo para los bombardeos israelíes.
Unas semanas después, pudieron alquilar un piso en Beirut, donde aún residen. Según cuenta Adib a EFE, su hogar en Aita al Shaab está en un «estado terrible» y no tienen a dónde volver, mientras el sur del Líbano aún espera la llegada de ayudas para la reconstrucción.
«Sabemos que la casa ya no está, en verdad la aldea al completo ya no está. La ocupación (Israel) está como a 10 o 15 minutos, por no hablar de los aviones de guerra acechando», destaca, sobre una situación de seguridad todavía muy frágil.
«Solo está yendo la gente que no tiene otra opción, créeme que nadie quiere vivir en medio de escombros bajo amenaza constante», zanja el joven.
Sin esperanzas
Samir (nombre ficticio) es de la localidad también meridional de Naqoura e, igual que ellos, continúa desplazado en un colegio de Tiro, una de las principales ciudades del sur.
Recuerda cómo en el punto álgido de los desplazamientos las escuelas estaban abarrotadas y solía trabajar como voluntario para ayudar a registrar a las familias que llegaban de las áreas fronterizas. Con el paso del tiempo, ha visto irse a muchas de ellas, pero la suya continúa durmiendo en un aula.
«Cuando empezó el conflicto hace dos años no esperábamos que fuera a durar tanto o que fuera a ser tan intenso para todos, porque esta no es la primera vez que el sur se enfrenta a una guerra. Pero esta vez fue brutal», reconoce a EFE este padre de familia.
En Naqoura, regentaba una tienda de móviles que ahora necesita «un montón de reparaciones» y vivía en una casa que quedó «muy dañada». «Al menos allí teníamos un techo propio sobre nuestras cabezas, aquí simplemente estamos quedándonos en este colegio», lamenta el hombre, de 38 años.
No sabe cuánto le costará recuperar sus propiedades y prefiere no pensar en ello, pues igualmente no tiene la capacidad de asumir la reconstrucción por sí mismo.
«Hasta ahora aún hay bombardeos, quién sabe cuándo podría volver a reactivarse de nuevo. Miro las noticias todos los días y no parece que vayamos a volver en ningún momento cercano», concluyó Samir. EFE
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