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“Cuando llego a Suiza tengo la impresión de entrar a la habitación de un niño”

Pintura de paisaje montañoso.
Alessandro Della Bella/Keystone

El ensayista y novelista francés Pascal Bruckner publica un libro en el que expresa su gran cariño por Suiza. Sigue los pasos de los grandes autores universales que lo han nutrido en la escritura de su pasión, el alpinismo. Entrevista.

El ensayista y novelista francés Pascal Bruckner publica un libro en el que expresa su gran cariño por Suiza. Sigue los pasos de los grandes autores universales que lo han nutrido en la escritura de su pasión, el alpinismo. Entrevista.

De niño, Pascal Bruckner pasó largas estadías en un preventorio, un establecimiento dedicado a la cura de la tuberculosis, en Leysin, cantón de Vaud. Fue entonces un “paciente feliz” que se convirtió en un profundo admirador de Suiza, “quintaesencia de mi pasión por la montaña”, confiesa. Dotado de una amplitud de mira destacable, Bruckner cultiva la elevación del cuerpo y del espíritu. Sigue los pasos de los grandes autores universales que han nutrido su escritura de alpinista.

Pascal Bruckner.
Nacido en París en 1948, el ensayista y escritor francés Pascal Bruckner pasó su infancia entre Francia, Austria y Suiza. J.F.Paga

Este hombre ha escalado múltiples montañas en Europa y Asia. Pero afirma tener una predilección por los Alpes, cuya magia alaba en su último libro “En la amistad de una montaña. Un pequeño tratado sobre la elevación”, publicado por las ediciones Grasset. En esta obra el humor penetra, helado y soleado como las propias cimas, y el amor por la naturaleza iguala al que siente por la escritura, ambos inspiradores de la pluma del autor.

swissinfo.ch: La inmensidad de las cumbres le causa fascinación e inspiró en usted la siguiente reflexión: “Suiza ha respondido al gigantismo alpino con modelos a escala, trenes en miniatura, funiculares, teleféricos, chalés”. ¿Es este país una casa de muñecas?

Pascal Bruckner: Sí, pero sé que estoy equivocado. Debo decir que descubrí este país a la edad en la que se juega con las muñecas y este sentimiento, siempre vivo, es psicológicamente gratificante para mí. Cuando llego a Suiza tengo la impresión de entrar a una habitación infantil donde los peligros se esfuman. Me siento en otro universo, como deportado del mundo real a uno virtual. Un mundo a la vez cercano y diferente al mío, uno donde la cruz blanca sobre un fondo rojo me dice: aquí estás fuera del alcance de la vida ordinaria.

Es, probablemente, una ilusión que comprendí mejor el día que leí Tartarin en los Alpes, un libro del escritor francés Alphonse Daudet. Como él, me dije a mí mismo que en Suiza escapo a las leyes ordinarias de la humanidad.

¿Le concede la razón a Daudet, cuyo pensamiento usted resumió en las siguientes palabras: “Suiza es un escenario amañado?

Al escribir “amañado” pensaba en la película The Truman Show protagonizada por Jim Carrey, allí reina el artificio. Dicho lo anterior, el Tartarin de Daudet es muy original. Hay que precisar que el autor casi inventó Hollywood. No es sorprendente que él vea a Suiza como una máquina teatral perfecta. Pero bueno, lo que estoy diciendo aquí es totalmente subjetivo. En mi opinión, Suiza, por su neutralidad y estatus de extraterritorialidad en Europa, favorece este tipo de reacción.

Otros escritores, otras reacciones. Voltaire, Rousseau y Benjamin Constant, a quien usted cita, celebran que Suiza sea “un remanso de libertad”. Se les contrapone la voz ácida de André Gide, quien escribe: “La admiración de las montañas es una invención del protestantismo”. ¿Qué dice usted a eso?

Gide, quien provenía de una familia protestante, huyó del rigor y la austeridad de su infancia. Eligió el norte de África para sus estancias en el extranjero, optando así por la sensualidad y la destrucción de las prohibiciones. La montaña, que tiene un elemento de ascetismo, no le va bien en absoluto. Llegó a decir que en Suiza se fabrica una “moral de coníferas”. Ante todo, Gide rechaza la moral burguesa que se extendió entre las dos guerras. No olvidemos que es el inventor del hedonismo contemporáneo. Suiza representa para él conceptos como el trabajo, el ahorro, los convencionalismos… todo lo que detesta.

Nietzsche es un icono de Sils Maria, un pueblo de Los Grisones en donde el filósofo pasó siete veranos. Usted recomienda a los lectores visitar su casa alpina porque los “curará del nietzscheismo”. ¿Por qué afirma esto?

Las dos visitas que hice a Sils Maria me dejaron la misma impresión, la de un gran hombre envejecido y debilitado que vivía en un lugar bastante modesto, y que padecía el sarcasmo de los chicos del pueblo, que le ponían piedras en el paraguas. Lo leí en el libro de visitas del Hotel Waldhaus de Sils, y a menudo me imaginaba esta escena bastante humillante: un gran pensador recibiendo una lluvia de piedras en la cabeza. Estamos lejos de la metáfora del águila volando sobre las cimas. Lo que me sorprende es el contraste entre la retórica nietzscheana del superhombre y la realidad del escritor gastado.

Usted escribe: “La geografía dicta la pluma”. ¿En qué autores piensa cuando lo afirma?


En varios, incluido evidentemente Charles-Ferdinand Ramuz, que me gusta mucho. Para mí, es el Giono suizo, pero un Giono que no tiene una Provenza para evadirse. Sus libros contienen la idea, tan aterradora como hermosa, de que el sol ya no saldrá. Todos estos pueblos alpinos que permanecen a la sombra de diciembre a mayo, y sus hombres y mujeres aterrorizados por un cielo amenazante, constituyen la obra de Ramuz, el canto del mundo helvético.

Usted declara su “amor” por Suiza, pero esto no le impide mirarla críticamente: “expatriación fiscal, neutralidad demasiado cómoda, democracia de encefalograma plano”…

Periodistas suizos me han reprochado mi severidad, cuando yo pensaba ser elogioso con su país. En Bélgica, en contrapartida, me encontraron bastante indulgente con los helvéticos. Pero bueno, ¡no es muy grave! Una crítica puede interpretarse como un desliz cuando es formulada por una figura política, por ejemplo. Puedo entender así la reacción ofuscada de un diplomático suizo ante las declaraciones de Nathalie Loiseau [diputada europea de nacionalidad francesa], quien expresó hace algún tiempo que “la UE [Unión Europea] es una gran Suiza blanda”.

Usted dio a uno de sus capítulos este título muy divertido: “C.H. Confederación hipnótica”. ¿Cómo interpretar ahí la hipnosis?

¡Oh! es algo completamente personal. Cuando llego a Suiza, mi mirada distorsiona súbitamente la realidad. Esto se enlaza con lo que les decía antes sobre la habitación del niño. Hace nacer en mí una fascinación a la que se suma un sentimiento de seguridad que no encuentro en ningún otro lugar de Europa.

Traducido del francés por Andrea Ornelas

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