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Porqué la fusión de los glaciares nos afecta a todos

La vista puesta en los glaciares peligrosos de Suiza

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El glaciar Trift, por encima del pueblo de Saas-Grund, en el Valais, está en la lista de glaciares peligrosos de Suiza. Keystone / Dominic Steinmann

Cerca de 60 glaciares suizos representan un peligro para zonas urbanas, carreteras y líneas férreas. A pesar de la red de monitoreo de los glaciares que se encuentra entre las más antiguas y desarrolladas del mundo, muchas veces es imposible anticipar un derrumbe como el que ocurrió recientemente en la Marmolada, en los Dolomitas italianos.

Cuando Christophe Lambiel descubrió que el agua circulaba en la base del  glaciar con el puente colgante de Moiry, en el cantón de Valais, primero se sorprendió y luego de preocupó. El experto en geomorfología y profesor de la Universidad de Lausana lleva casi un año estudiando la evolución de la temperatura del glaciar mediante detectores ubicados en dos perforaciones.  

Al interior del hielo y en su propia base las temperaturas son negativas. Sin embargo, el 5 de junio el termómetro indicó un aumento, en pocas horas, hasta llegar a 0°C. El experto advierte: “cuando se produce este fenómeno existe el riesgo de una ruptura”.

Ese incremento de la temperatura se debió a la infiltración de agua de deshielo que llegó al hielo que está “pegado” en la propia roca. La consecuencia puede ser que se pierda la adhesión del hielo a la piedra y, por lo tanto, que se produzca un colapso. Lambiel afirma que “no se puede excluir que lo mismo pasó en la Marmolada, en Italia”.

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Aún no se conocen las razones exactas de la tragedia del 3 de julio en los Dolomitas que provocó once víctimas fatales. Lo que está comprobado es que, como resultado del calentamiento global, los hielos se derriten a un  ritmo cada vez más rápido. Son cada vez más frecuentes cierto fenómenos como la caída de seracs y la escorrentía del agua que se cuela bajo el estrato del hielo. Lambiel afirma que 2022, en los Alpes suizos, es un año especial. Hubo muy poca nieve en invierno, las precipataciones en primavera fueron escasas y ya hizo mucho calor antes del verano. “A principios de julio, las condiciones que observamos en la montaña correspondían a las que, normalmente, se dan a inicios de septiembre”.

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Los excursionistas observan el glaciar Moiry, en el Valais, desde el refugio alpino del mismo nombre, a 2 825 metros de altitud. © Keystone / Anthony Anex

Peligro para carreteras, vías férreas y pueblos

En Suiza se ubican unos 1 400 glaciares. Sesenta de ellos figuran en el inventario de glaciares peligrosos que actualiza anualmente Geoformer, empresa especializada en la observación de riesgos naturales. “En los últimos años, la lista se ha reducido. No porque el peligro haya disminuido, sino simplemente porque algunos pequeños glaciares han desaparecido”, explica a swissinfo.ch. la ingeniera Ingrid Senn.

Se considera que un glaciar es peligroso si representa una amenaza para las vías de comunicación o para los valles vecinos que están habitados. La mayor parte de estos glaciares suizos se encuentran en el Valais, el cantón con las montañas más altas del país. Entre otros, se ubican allí el glaciar con el puente colgante del Weisshorn, en el valle que lleva a Zermatt, el glaciar de Grube, el del Trift y el de Allalin. En 1965, el hielo y los escombros desprendidos del Allalin sepultaron la obra en construcción del dique de Mattmark. La catástrofe, una de las más graves de la Suiza moderna, causó la muerte de 88 personas, entre ellas 56 trabajadores italianos.

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Mattmark, dramática página de la historia de Suiza

Este contenido fue publicado en “Esta tragedia es parte de nuestro pasado, pero nunca podremos olvidarla”, dice Martin AnthamattenEnlace externo, alcalde de Saas-Almagell, la comuna valesana en la que se encuentra Mattmark. Nuestra entrevista tiene lugar en un restaurante que hoy flanquea la presa y ofrece una soberbia vista panorámica del lago y el valle. No solamente para las familias…

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Los peligros asociados a un glaciar son múltiples, explica Pascal Stoebener, del Servicio de Riesgos Naturales del Cantón de Valais: “Entre otros, la caída de seracs, que puede provocar una avalancha en invierno; el derrumbe de material rocoso liberado por el retroceso que sufren los glaciares; así como el vaciado repentino de los “lagos glaciares”. Estos se originan por el deshielo y la nieve y pueden formarse ya sea sobre, dentro o en el fondo del glaciar. La liberación repentina de agua puede provocar inundaciones o caídas de escombros.

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Reconocer las señales de alarma 

La red suiza de monitoreo de los glaciares, GLAMOSEnlace externo, es una de las más antiguas y experimentadas del mundo. Las primeras medidas del glaciar del Ródano se remontan a 1874. En la actualidad, la red vigila y documenta las variaciones a largo plazo de 176 glaciares alpinos. Se trata, especialmente, de determinar la superficie, la extensión y el balance de la masa, es decir, la diferencia entre la acumulación de hielo – nieve y la masa perdida durante el deshielo.

Este seguimiento rutinario se complementa con una vigilancia más específica de los glaciares considerados a riesgo. En este marco, bajo la coordinación de las autoridades cantonales, se visitan algunos de dichos glaciares una vez por año para observar, por ejemplo, el grado de fracturación o comprobar si se ha formado un nuevo lago. Otros están bajo estrecha vigilancia, con mediciones diarias, cada diez minutos.

“El objetivo consiste en identificar una señal que pueda anticipar la caída de hielo o el vaciamiento repentino de un lago glaciar”

Daniel Farinotti, glaciólogo

“El objetivo consiste en identificar una señal que pueda anticipar la caída de hielo o el vaciamiento repentino de un lago glaciar”, explica Daniel Farinotti, experto en el tema en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y miembro del comité directivo de GLAMOS.  Además de sobrevolar la zona con helicópteros y las inspecciones en el terreno, investigadores (as)  utilizan las tecnologías más modernas. Telecámaras de alta resolución, radares, sensores acústicos, detectores de vibración emitidos por el hielo así como las imágenes satelitales permiten registrar hasta el más mínimo movimiento.

Sin embargo, tales técnicas de monitoreo pueden ser muy costosas, hasta 800 francos al día, afirma Stoebener. “No podemos utilizarlas en cada glaciar que consideremos peligroso”.

Caída anunciada de hielo 

En caso de alerta, se procede a la clausura de carreteras y líneas férreas – los semáforos automáticamente se iluminan en rojo y bloquean el tráfico – y si es necesario, se traslada a lugar seguro a la población.

En septiembre de 2017, las autoridades del cantón del Valais evacuaron un sector del pueblo de Saas-Grund, emplazado  a 1 559 metros. La parte inestable del glaciar de Trift, que es controlado desde 2014, se movía a una velocidad inusual de más de dos metros por día. “De hecho, unas horas después de la evacuación, se produjo una avalancha de hielo”, recuerda Stoebener. “Afortunadamente, no llegó al valle”.

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Glaciares fríos y templados

A pesar de los esfuerzos, es imposible controlar todos los cambios climáticos y evitar así una posible tragedia. Por ejemplo, los lagos que se forman en la cavidad interior de un glaciar son de muy difícil posibilidad de observación e incluso, en ciertos tipos de glaciares, es difícil comprender lo que realmente ocurre al interior.

En el caso de los llamados glaciares “fríos”, en los que la temperatura se ubica por debajo del punto de fusión, las mediciones permiten detectar roturas en el hielo y anticipar posibles desbordes. Sin embargo, en el caso de los glaciares “templados”, la previsión es más difícil. Estos, cuya temperatura se acerca al punto de fusión, no están “pegados” a la roca, sino que están en continuo movimiento. “Si se observa una aceleración, no es seguro que se produzca un colapso. No podemos emitir una señal de alerta cada vez que hay un movimiento, ya que esto provocaría un gran número de falsas alarmas”, afirma Farinotti.

También se da el caso de glaciares que contienen partes frías y otras templadas. “Es el escenario más complejo ya no hay aceleración antes de una eventual catástrofe”, explica Farinotti.

Mañana, dentro de tres años, o quizás nunca

Los expertos en riesgos naturales coinciden en que, para quienes van a la montaña, el riesgo cero no existe. “Vigilamos los glaciares que suponen un riesgo para las infraestructuras y las zonas habitadas, no los que amenazan los senderos y las rutas de acceso a las cumbres”, insiste Stoebener. “El paseo en la montaña queda en la esfera de la responsabilidad individual”.

Christophe Lambiel, de la Universidad de Lausana, seguirá vigilando el glaciar Moiry. Sin embargo, evitará ir a la montaña durante los días más calurosos del verano. “Parte del glaciar se desprenderá quizás mañana o quizás dentro de tres años. El glaciar también podría derretirse gradualmente hasta desaparecer por completo, sin causar ningún daño”, afirma. “Nadie puede saberlo”.

Adaptado del italiano por Sergio Ferrari

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