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Valle aislado en el corazón del ‘boom’ relojero

Cuna de la relojería de lujo, el éxito del Valle de Joux obedeció también a su situación de aislamiento. swissinfo.ch

Uno de los más importantes lugares de producción de los más famosos relojes suizos, el Valle de Joux, tiene más empleos que habitantes. Reportaje en esta región periférica donde el (frágil) milagro económico solamente fue posible gracias a una abundante mano de obra francesa.

Saliendo de Vallorbe, el trenecito del Valle de Joux serpentea a través de pastizales bucólicos, deteniéndose en caseríos que parecen de otra época. Por todas partes, las colinas cubiertas de coníferas oscurecen el horizonte. Es lo que se llama un valle cerrado. Ubicado a 1000 metros de altitud, en el extremo noroeste del cantón de Vaud, sus duros inviernos le valieron el nombre de la Siberia de Vaud.

 

Al final del pequeño lago que da nombre al valle, la comuna de Chenit condensa las actividades industriales de la región. Marcas tan prestigiosas como  Audemars Piguet, Jaeger-LeCoultre, Vacheron Constantin, Breguet, Blancpain y Patek Philippe han establecido aquí sus plantas de producción y ensamblaje de relojes.

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Paseo por el tiempo en el Valle de Joux

Este contenido fue publicado en Aislados del mundo durante el invierno, los campesinos del Valle de Joux comenzaron en el Siglo XVIII a producir relojes para ocuparse y mejorar su día a día. Marcas prestigiosas como Audemars Piguet y Jaeger-LeCoultre nacieron ahí. Patek Philippe, Blancpain, Breguet y Vacheron Constantin se instalan más tarde. Hoy en día, el valle ofrece cerca…

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Unos 4.000 trabajadores fronterizos

Bienvenidos a la cuna de la alta relojería suiza. Aquí, el PIB per cápita -más de 100.000 francos en 2006, última cifra disponible- es equivalente al de Zúrich. “Formamos parte de las cinco regiones más dinámicas del país”, señala orgulloso Eric Duruz, responsable de la promoción económica del Valle de Joux.

El auge de la relojería suiza -22.000 millones de francos en exportaciones en 2013, un récord-, debido principalmente al creciente apetito de los países emergentes de productos de lujo, tiene un tremendo impacto en este aislado valle. El valor de la producción se triplicó en una década y en los últimos años se han efectuado inversiones por más de 100 millones de francos.

El Valle de Joux cuenta con cerca de 7.000 puestos de trabajo -contra 5.400 en 2007-  para 6.600 habitantes, incluidos niños y jubilados. Para mantener la operación de las fábricas debe importar mano de obra extranjera. Y ello, sobre todo, del otro lado de la frontera, ubicada a menos de 5 km en línea recta. Cada día, 4.000 franceses acuden al Valle de Joux para ganarse la vida.

Cuna de la relojería de lujo desde hace más de dos siglos, el Valle de Joux debe en gran parte su prosperidad a su aislamiento. “A finales del Siglo XVIII, el valle quedaba cortado del mundo durante el invierno. Para ocuparse y mejorar su existencia, los campesinos comenzaron a fabricar piezas de relojería que  vendían a fábricas en Suiza y en el extranjero”, explica Philippe Dufour, relojero independiente establecido en el caserío de Solliat.

Esta vida, casi autosuficiente, y una mentalidad protestante merced a la instalación de refugiados hugonotes franceses en el Siglo XVI, dieron a los habitantes del Valle de Joux el gusto por la invención y la destreza manual. En el Siglo XIX, muchos de los relojes más complejos fueron fabricados o terminados aquí.

Mientras que las marcas Audemars Piguet y Jaeger-LeCoultre nacieron en el Valle de Joux, a inicios de Siglo XIX, Patek Philippe, Blancpain, Breguet y Vacheron Constantin se establecieron mucho después. “Luego de la crisis del cuarzo en la década de 1970, la reactivación de la relojería suiza pasó por el desarrollo del reloj mecánico de lujo. Estas marcas vinieron a buscar el conocimiento local, pero también a aprovechar la reputación del Valle de Joux, considerado desde entonces como un útil de mercadotecnia”, subraya Vincent Jaton, director del Espacio Relojero.

“Verdaderos” y “falsos” fronterizos

“Los nuevos fronterizos proceden de regiones cada vez más remotas: Bretaña, Burdeos o el sur de Francia. Es más fácil hacer venir a un trabajador de París que del arco del Lago Leman: los pasos de montaña de Marchairuz y  Mollendruz son como una barrera psicológica casi intransitable”, dice Jeannine Rainaud-Meylan, alcaldesa de la comuna de Chenit.

Según René Duruz, el fenomenal desarrollo del Valle de Joux también beneficia a toda la vecina región de Franche-Comté. Atrás quedó el tiempo en que los alcaldes franceses se ofuscaban porque las empresas suizas “pillaban” sus escuelas técnicas. “Todos esos empleados que se ganan bien la vida en Suiza contribuyen al desarrollo de esa región periférica del Hexágono”, subraya.

Si la convivencia entre la población local y los primeros llegados, que  comparten una misma cultura (del Jura), es bastante armoniosa, los “falsos” fronterizos no son tan bien vistos, ni por los suizos ni por los “reales”. “Como cada fin de semana vuelven a su hogar, su participación en la vida local es inexistente. Todo lo que les importa es la paga suiza, dos a tres veces más alta, que reciben al final del mes”, se quejan dos ciudadanos, “de raíz”, de Franche-Comté, mientras fuman un cigarrillo durante una pequeña pausa frente al edificio de la empresa relojera.

En cuanto a los combiers, los habitantes del Valle de Joux, “no son excluidos por las empresas relojeras”, dice Jeannine Rainaud Meylan. La tasa de desempleo alcanza un umbral casi incompresible de 2% y la alcaldesa de Chenit asegura que ha escuchado pocos casos de dumping salarial en la región.

Noé Pelet, sindicalista

La competencia entre trabajadores suizos y transfronterizos produce una presión real y grave en los salarios

Presión sobre los salarios

En las oficinas de Sentier, el sindicalista de UNIA, Noé Pelet, es más circunspecto: “En efecto, excepto en las empresas carentes de convenciones de trabajo, no podemos hablar propiamente de dumping salarial. Pero el hecho de poner en competencia a los trabajadores suizos con los transfronterizos induce a una presión real y severa sobre los salarios”.

Noé Pelet cita el ejemplo de aquellos trabajadores con más de 10 años de antigüedad que ganan menos de 4.000 francos al mes, “mientras que algunas marcas de relojes obtienen una cifra de negocios de un millón de francos por empleado”.

El 9 de febrero pasado, los ciudadanos del Valle de Joux rechazaron por una  estrecha mayoría (55%) la iniciativa de la UDC (derecha conservadora) para frenar la inmigración e reintroducir cuotas para los extranjeros. Si bien se congratula del resultado de la votación, Eric Duruz hace hincapié en la necesidad de un mejor acompañamiento del desarrollo económico, para tratar de minimizar las molestias.

Flujo de vehículos franceses

El problema está sobre todo en el transporte. El flujo de trabajadores transfronterizos que se registra dos veces al día en las carreteras secundarias del valle crea descontento. Las autoridades y las empresas tratan de contenerlo mediante el uso compartido de vehículos o el empleo de transporte colectivo. El “tren de fronterizos” entre Pontarlier y Vallorbe fue puesto nuevamente en operación el año pasado. “Pero es muy difícil cambiar los hábitos”, admite la alcaldesa de Chenit.

En cuanto a las consecuencias propiamente dichas de la votación del 9 de febrero, aún no son claras, pero sí una fuente de preocupación para los empresarios de la región. “Es lamentable que se deterioren las condiciones marco, cuando todo va bien”, comenta Eric Duruz.

En el sindicato UNIA, aproximadamente la mitad de los afiliados son trabajadores fronterizos. “Nuestros miembros no están demasiado inquietos:  saben muy bien que cuando los grandes grupos relojeros soliciten contingentes,  los van a obtener. Sin embargo, esta votación no va a mejorar las condiciones de trabajo ni a permitir una mejor redistribución de los frutos del crecimiento relojero”, afirma Noé Pelet.

En el Valle de Joux, decenas de PYME de subcontratación gravitan en torno a los grandes nombres de la industria relojera. Es el caso de La Pierrette, una empresa especializada en la fabricación de piedras sintéticas de rubíes  utilizadas en el movimiento mecánico de los relojes de lujo.

La empresa cuenta desde hace cuatro años con un edificio ultramoderno en Le Brassus. Emplea a un centenar de trabajadores, el 60% fronterizos franceses. “Nos basamos en una experiencia centenaria en la precisión. En la actualidad, aprovechamos el auge de la industria”, dice Jean-Paul Dall’Acqua, director general de La Pierrette. Para los subcontratistas, el mercado de la alta relojería, “sin embargo, no se puede ampliar a voluntad”, y se trata principalmente de “estabilizar la buena marcha de los negocios”, agrega.

La compañía se vio especialmente afectada por la crisis de 2008-2009, durante la cual tuvo que separarse de casi la mitad de su personal. “Desde la crisis, las reservas de las empresas relojeras han disminuido y una posible recesión económica sin duda podría ser mejor absorbida”, estima Jean-Paul Dall’Acqua.

“Monocultura relojera”

Si en el Valle de Joux hay una evidente satisfacción por el hecho de que  pueblos como Le Brassus o Le Sentier (que se fusionaron para formar la comuna de Chenit) sean conocidos por los amantes de los relojes en China o Japón, cualquier exceso de euforia está prohibido. La crisis relojera de la década de 1970, que afectó severamente a la región y provocó la partida de cerca de 2.000 de sus habitantes, se encuentra todavía en la mente de todos.

Sin embargo, es difícil escapar a esta “monocultura relojera”, como lo subraya Jeannine Rainaud-Meylan: “Hemos tratado de establecer una zona industrial para atraer a las PYME de otros sectores. Pero todas los que se han instalado están relacionadas con la relojería, atraídas por la presencia de las principales marcas”.

Otras voces, más críticas, denuncian un “milagro engañoso” y reprochan en particular, las enormes sumas invertidas en la comunicación, así como el uso excesivo de la etiqueta Swiss Made, en detrimento de los estándares de calidad. En el Espacio Relojero del Valle de Joux, Vincent Jaton, el director, no se anda  con rodeos: “Los resultados anuales de los principales grupos relojeros son los  que dictan el camino a seguir y los procesos de fabricación pasan a segundo plano. Un creciente número de consumidores manifiesta su descontento con los productos vendidos a decenas de miles de francos, que ya no cumplen con las expectativas”.

Un conocedor de la relojería, que labora en el valle, pero que prefiere preservar su anonimato, confirma lo anterior: “Cuando llegan visitantes extranjeros, se les lleva solamente al ala de la fábrica en la que la gente aún trabaja a mano. El reverso de la medalla es una industrialización a ultranza, operadores que efectúan en cadena los mismos gestos durante todo el día. Al obstinarse en ese camino, esas empresas hacen correr un gran riesgo a la región y a la relojería suiza en su conjunto”.

Traducción del francés, Marcela Águila Rubín

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