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Tres refugiadas de Ucrania narran sus esfuerzos para integrarse en Suiza

Ukraine-Flagge mit einem Pfeil als Wegweise beim Kasernenareal in Zürich
Las personas refugiadas de Ucrania fueron acogidas abiertamente en Suiza. Pero, ¿hacia dónde les conduce su camino en esta sociedad y cuánto durará esta hospitalidad? © Keystone / Michael Buholzer

La integración en el mercado laboral suizo no resulta siempre fácil para las refugiadas ucranianas. Hemos seguido la pista de tres de ellas, todas con algún título o diploma de educación terciaria. Después de un año y medio en Suiza, algunas han encontrado rápidamente un empleo, mientras otras siguen buscando o compaginando el voluntariado con actividades remuneradas a tiempo parcial.

Según las últimas cifras de la Secretaría de Estado para la Migración (SEM), el número de ucranianos registrados en Suiza llega a unos 66.000, de los cuales casi 40.000 están en edad laboral. El índice de empleo se eleva al 20 % y el grado medio de ocupación roza el 70 %. Sin embargo, lo que no revelan estos datos son las dificultades que deben superar para conseguir una actividad remunerada. Para dilucidar un poco mejor esta cuestión, hemos vuelto a hablar con tres de las cinco ucranianas que entrevistamos pocas semanas después del inicio de la guerra.

Escribe informes para el FEM

Larissa Verbitskaya posa sobre un puente.
Larissa Verbitskaya trabaja un 50% de forma voluntaria y un 50% remunerada. Aunque tiene un mandato del Foro Económico Mundial de Davos, el mercado laboral suizo le parece bastante cerrado. © Larissa Verbitskaya

Larissa Verbitskaya es todo un activo de la comunidad ucraniana de Berna. Desde que llegó a Suiza en marzo de 2022, huyendo literalmente de los misiles rusos, ha desplegado una labor incansable como voluntaria. Ya antes de la invasión rusa había ayudado a los refugiados internos del Dombás. “Y ahora soy yo misma una refugiada”, decía consternada cuando la entrevistamos por primera vez.

Ahora, más de un año y medio después, la jarkovita de 54 años sigue en Berna. No se desanimó y siguió haciendo lo que mejor sabe hacer: gestionar proyectos. En dos proyectos ya finalizados estuvo trabajando como mentora, ayudando a otras ucranianas en sus empeños por independizarse como trabajadoras autónomas. En otro proyecto formaba parte de un equipo de 25 voluntarias y voluntarios que se dedicaba a distribuir ropa, juguetes y otros artículos a más de 3.000 ucranianos. Y el pasado 24 de agosto, que coincidió con el Día de la Independencia de Ucrania, inició, junto con otras colaboradoras, un nuevo proyecto con enfoque en la integración. Se llama “Casa de Ucrania en Berna ” y ofrece un espacio para organizar clubes de conversación bilingües, clases magistrales de arte y grupos de lectura infantil para niños, así como talleres de asistencia psicológica para mayores.

Una agenda muy apretada

Larissa tiene una agenda muy apretada. Suele trabajar unas 40 horas semanales. Aproximadamente, la mitad del tiempo lo dedica al voluntariado y la otra, a actividades remuneradas. Cuando aún llevaba poco tiempo en Suiza, consiguió que el Foro Económico Mundial de Davos la contratara como experta para el “Equality LoungeEnlace externo”. El primer año le dieron el encargo de informar sobre la brecha de género. Y este año le toca redactar otro informe sobre la situación de la migración de Ucrania. También los demás contratos guardan relación con el tema migratorio. Para una fundación, Larissa colabora en un proyecto internacional llamado “Harmony to Ukraine” que aún se encuentra en fase de preparación. Y para la empresa emergente Longevity HubEnlace externo de Lausana colabora en un proyecto dedicado a gente mayor de 50 años. 

Un mercado laboral “bastante hermético”

Gracias a su labor como voluntaria, Larissa logró tejerse una extensa red. No obstante, “es duro ser una refugiada” porque “nadie elige serlo”, insiste. “En Suiza, muchos ucranianos han tenido que empezar de cero o incluso desde una posición aún más baja.” Esta fue la sensación que tuvo cuando se dispuso a buscar trabajo, una experiencia que le causó algunos sinsabores. “En mi opinión, el mercado laboral suizo es bastante hermético. Los empleadores prefieren contratar a suizos o residentes”, concluye. “Cuando enviaba un currículum a una empresa suiza, veían que tenía una formación de postgrado estadounidense y me decían que el título no era suizo y que, por lo tanto, mi cualificación era insuficiente. En cambio, si enviaba ese mismo currículum a una organización internacional o una multinacional con sede en Suiza, me lo aceptaban sin más”, reitera.

Larissa no oculta su desazón. También critica la inflexibilidad en la contratación o el proteccionismo. “He leído informes sobre el mercado laboral suizo que demuestran que en posiciones intermedias y altas apenas hay extranjeros, que deben conformarse, por lo general, con puestos de inferior rango”, argumenta. “Yo entiendo a los suizos, quieren defender su mercado laboral”, continúa. “Pero, a mi parecer, están aplicando una política de doble rasero.”

Falsas expectativas de los empleadores

En opinión de esta inmigrante, también influyen en esta percepción las falsas expectativas: “Creo que el mercado laboral suizo solo abre sus puertas a los refugiados si se trata de limpiar suelos. Yo, desde luego, puedo dedicarme a limpiar, no hay ningún problema. También puedo cuidar a gente mayor. El problema es que yo tengo otras competencias, tengo experiencias y habilidades en otro campo. Por eso digo a los empleadores suizos: por favor, pregúntenme por mis experiencias, no sobre sus expectativas”, remacha.

Según una encuesta realizada en los Centros federales de asilo entre noviembre y diciembre de 2022, dos tercios de los refugiados ucranianos registrados en Suiza tienen una educación terciaria, y el 92 % dispone de un diploma de enseñanza secundaria. Se trata, por lo tanto, de personas con una formación claramente superior a la media si se compara, por ejemplo, con el perfil habitual de este colectivo.

Como jurista en el país equivocado

Selfie von Olga Zhuk
Olga Zhuk es licenciada en Física de las Radiaciones y Derecho. Sigue buscando trabajo en Suiza. © Olga Zhuk

También Olga Zhuk, de 47 años, tiene formación académica. De hecho, posee dos títulos, uno en Radiofísica y otro en Derecho. Tras la caída de la Unión Soviética, no le sirvió de mucho su formación inicial, pero como jurista encontró salida. Durante años trabajó en su Járkiv natal como asesora jurídica. Ahora, sin embargo, es difícil trabajar en este campo, reconoce, “porque Suiza y Ucrania tienen diferentes sistemas legales”. Por este motivo, ha decidido orientarse hacia otras áreas profesionales.

En estos momentos, Olga sigue buscando un empleo. “No está siendo fácil encontrar algo. Tengo que mejorar mi nivel de alemán”, admite. Al mismo tiempo, tiene claro que no le vale cualquier trabajo: “No quiero ser empleada de la limpieza porque siempre he trabajado en la oficina delante de un ordenador.” Por eso dirige todos sus esfuerzos a mejorar sus conocimientos lingüísticos: “He tenido algunas entrevistas laborales. Me dijeron que sin buenos conocimientos de alemán y algo de francés sería difícil”, explica.

Volver a Ucrania es impensable

En septiembre de 2022, la madre de una hija de 23 años y de un hijo de 21, consiguió alquilar un espacioso piso en el municipio de Ittigen que comparte con una amiga ucraniana y su hijo adolescente. “Es un apartamento muy bueno, parecido al que tenía en Járkiv. Estoy muy agradecida por poder vivir con este confort. Hemos comprado unos muebles y enseres de hogar. Los vecinos son muy amables, aunque solo hablen el alemán. Aquí el inglés no me sirve de mucho”, se ríe.

Durante un tiempo, Olga estuvo dándole vueltas si volver a Ucrania o no. Pero la situación sigue difícil. “El precio de la luz se ha encarecido mucho. Además, la guerra continúa y la gente se está quedando sin trabajo”, explica. Para ella es impensable un regreso. Además, ahora ya se ha acostumbrado a una vida sin bombardeos y fuego de artillería, dice. “Algunos de mis amigos ucranianos que volvieron a su país después de haber huido al extranjero, regresaron luego otra vez a sus respectivos países de acogida.”

Dependencia de la ayuda social

Ahora, Olga trata de independizarse económicamente. “No quiero depender de la asistencia social”, dice. “Si logro un trabajo, podré pagar mis impuestos.” En su caso particular es la Cruz Roja la que le sufraga las necesidades básicas. Para una persona individual alojada en una vivienda particular, estas prestaciones se elevan en el cantón de Berna a algo menos de 700 francos al mes. Además, los socios regionales de la Oficina de Integración y Asuntos Sociales costean el seguro de enfermedad obligatorio y el alquiler. Como ocurre con el resto de receptores de ayudas sociales, todos los refugiados ucranianos deberán devolver los subsidios cobrados, una vez que su situación financiera lo permita.

Doctora en Filología con tres títulos de máster

Darya Kaysina
Darya Kaysina escribe instrucciones para motores marinos en la empresa WinGD, con sede en Winterthur, y para ello se desplaza tres horas al día. swissinfo.ch

Por su parte, Darya Kaysina ya no depende de las ayudas sociales. La joven filóloga, intérprete y traductora consiguió un empleo a principios de junio. Hasta finales de agosto de 2022, seguía contratada como profesora asociada en su alma mater, la Universidad Nacional Vasili Karazin de Járkiv, donde en 2018 se había doctorado en Lenguas y Literaturas Germánicas. Tras establecerse en Suiza, Darya continuaba dando clases a distancia, pero las cosas se volvieron cada vez más complicadas, hasta que decidió no renovar su contrato.

Paralelamente, cursaba su máster en Comunicación Técnica en la Universidad de Estrasburgo que ya había comenzado antes de la guerra, carrera que terminó con éxito en enero de 2023. “Fue gracias al diploma de esta universidad que encontré trabajo”, dice. De hecho, hoy trabaja como experta en comunicación técnica en la Winterthur Gas & Diesel S.L. (WinGD), una antigua filial de Sulzer. “Soy responsable para mantener al día la documentación técnica relativa a motores navales”, explica. “Es una compañía orientada hacia los mercados exteriores. A decir verdad, motores navales no se usan mucho en Suiza”, bromea.

“Hay que seguir luchando”

A sus 28 años, Darya tiene ya tres títulos de máster, pues también estudió filología inglesa y la carrera de traducción e interpretación. El proceso de búsqueda fue intenso, pero breve, pues tardó apenas tres meses. Perdió la cuenta del número exacto de candidaturas enviadas, pero fueron “muchísimas”. Se considera bastante afortunada por lograr un trabajo tan rápidamente. ¿Qué consejos daría a sus compatriotas? En su opinión, la mayor dificultad es el desconocimiento de las lenguas locales. También es necesario adaptarse a una cultura laboral diferente. En Suiza “es bastante frecuente no recibir una respuesta” después de presentar una candidatura. “Esa falta de respuesta inquieta a mucha gente porque no entiende si es un sí o un no. Por lo tanto, es crucial ser persistente y seguir luchando”, concluye. 

Incertidumbre sobre el estatus legal

Después de pasar unos meses en un campamento del Ejército de Salvación en Zollikofen, Darya se mudó, junto con su madre, a una vivienda en alquiler en la conurbación de Berna. El haber logrado un contrato laboral indefinido y no tener que acudir ya más a las consultas de asuntos sociales, le ha dado más seguridad. Además, tiene la suerte que su empleador le permite teletrabajar con cierta frecuencia. No es cosa baladí, pues desplazarse a Winterthur desde Berna supone más de tres horas de viaje en tren diarias. “Pero está claro que me gustaría mudar al lugar de trabajo, lo cual requeriría tomar pasos complementarios”, asegura. Un traslado de un cantón a otro no es tan sencillo, sobre todo si se convive con otro familiar que sigue dependiendo de la asistencia social. Los refugiados con estatus de protección necesitan para ello el permiso del cantón.

Si bien está agradecida por las oportunidades que le dio este estatus, Darya sigue intranquila: “Sigo teniendo esta enorme incertidumbre con respecto a mi estatus legal. Y esto no me deja sentir cómoda del todo porque me di cuenta de que el plazo en el que conceden este estatus es bastante corto. Nadie sabe si se extenderá o no. Esta incertidumbre nos acompaña a los ucranianos desde el primer día que llegamos a Suiza.”

Posibles escenarios de repatriación

El estatus de protección S, que se concedió excepcionalmente a los refugiados ucranianos en Suiza, se tiene que renovar anualmente. Conforme a la Ley federal de asilo, los ucranianos son extranjeros admitidos a título provisional, y solo después de cinco años de estancia ininterrumpida en Suiza podrán solicitar un permiso de residencia de duración limitada, el denominado permiso B. El estatus S, en cambio, está claramente enfocado en la repatriación. Mediante una disposición general, el Consejo Federal podrá derogarlo. Una vez revocado el estatus, el Gobierno podrá decretar la repatriación, con la que obligaría a los refugiados a abandonar el espacio Schengen. Para esta eventualidad, la SEM ha elaborado un concepto de implementación en colaboración con los cantones.

En la actualidad, se está barajando un plazo de entre seis y nueve meses para la salida definitiva del país. Solo se concederían plazos más generosos para determinados grupos como asalariados, estudiantes, aprendices y menores escolarizados. Además, no se deberán “crear incentivos para retardar al máximo posible el retorno al país de origen”, como explicita el citado documento. Según el escenario de base, la suspensión del estatus podría llegar como muy pronto en 2025. En cualquier caso, parece improbable que el Consejo Federal lo suspenda mientras sigue la guerra en Ucrania, pues la repatriación solo se podría ordenar en el caso de que la situación en las zonas de conflicto hubiere cambiado “de forma sustancial y duradera”. Además, Suiza se esforzaría en coordinar esta medida con los demás Estados del espacio Schengen. Parece lógico que este escenario solo se podría dar si Ucrania y Rusia pactaran algún tipo de armisticio o incluso se avinieran a negociar un acuerdo de paz.

El pasado 19 de octubre, los Estados miembros de la Unión Europea decidieron prolongar la protección de las personas refugiadas de Ucrania hasta el 4 de marzo de 2025. En su reunión del 1 de noviembre, el Consejo Federal hizo suya esta decisión y se comprometió a no derogar el estatus de protección S hasta esa misma fecha si la situación en Ucrania no se estabiliza de forma duradera. El Ejecutivo suizo tomó esta decisión para ofrecer más seguridad planificadora a los cantones, los ayuntamientos, los empleadores y los refugiados.

Además, el Gobierno federal decidió prolongar las medidas de apoyo en materia de integración laboral. Personas con estatus S seguirán recibiendo apoyos para su promoción lingüística. Además, el Consejo Federal se fijó como objetivo aumentar el índice de empleo de los ucranianos hasta el 40 % hasta finales de 2024. Para ello, ha encargado a varios departamentos de la Administración federal, así como a los cantones e interlocutores sociales para que elaboren medidas concretas. 

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