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La escena de la animación suiza debe pulirse

Storyboard for Chris the Swiss
'Chris the Swiss' representa un nuevo género de la producción cinematográfica: el híbrido entre el documental y el dibujo animado. swissinfo.ch

El éxito de ‘Mi vida como calabacín’, nominada a la mejor película de animación en los óscares el año pasado, ha elevado el perfil de la animación en Suiza, pero todavía hay muchos obstáculos para conseguir financiación y distribución.

En el reciente festival de cine de animación ‘FantocheEnlace externo’, en Baden, swissinfo.ch conversó con animadores y productores sobre la evolución y los retos que afronta este quehacer en un pequeño país, con pocos fondos y barreras lingüísticas que superar.

“La animación es maravillosa. Puede hacer volar, puede hacer cualquier cosa. Por eso es un poco difícil aplicar las reglas de la narración tradicional a la hora de decidir si se financia o no, además de otros factores”. Gabriela Bloch Steinmann, SRF

Financiación del cine

Si usted quiere hacer una película en Suiza, pasará meses o años intentando organizar su financiación. No obstante, cada vez se hacen más películas y, por ende, aumenta el apoyo económico para realizarlas.

Dos de los principales impulsores de la financiación cinematográfica en Suiza son la Oficina Federal Suiza para la Cultura y la Televisión Pública Suiza en alemán, francés e italiano (SRF, RTS, RSI, respectivamente). Los productores dicen que es difícil financiar una película en Suiza sin esa ayuda. Sin embargo, la mayor parte de la financiación de los largometrajes de animación suele proceder de la colaboración internacional.

La televisión pública dispone de un fondo de un millón de francos suizos anuales para los mejores proyectos presentados, en su mayoría cortometrajes. Las solicitudes de financiación pueden presentarse cuatro veces al año. Se reciben en las tres principales regiones lingüísticas del país y un comité central las evalúa.

Gabriela Bloch Steinmann, que representa al comité en la parte de lengua alemana, explica algunas cuestiones a tomar en cuenta a la hora de evaluar las solicitudes de financiación, por ejemplo, si se ha presupuestado lo suficiente para cubrir los gastos técnicos de la realización. Además, “la idea tiene que ser cautivadora, fresca. A veces tenemos 30 proyectos y todos de gran calidad. Otras veces solo tenemos 10 y la calidad no es tan buena”.

En la parte francófona de Suiza, en cambio, los cantones se han unido para crear una alianza que facilite a los cineastas el acceso a la financiación. Izabela Rieben, también animadora de filmes, es la responsable de la producción de cortometrajes de animación en el Pacto Audiovisual de la RTS.

Por esta ventaja organizativa muchos cineastas de habla alemana se dirigen hacia el oeste helvético para presentar sus expedientes, comenta Fred Guillaume de FOCAL, Enlace externola Fundación para la Formación Profesional en Cine y Medios Audiovisuales. Guillaume sabe mucho de la escena. Dirigió la película más cara de animación de todos los tiempos en Suiza, Max & CoEnlace externo, que costó 30 millones de francos y se distribuyó en más de 20 países. ‘Mi vida como calabacín’ costó 8 millones de francos suizos. 

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La división lingüística se manifiesta de otras maneras, como explica Guillaume: “La mayoría de los cortometrajes no tienen diálogo, por lo que viajan mejor entre las diferentes regiones lingüísticas suizas. Pero las diferentes regiones tienen diferentes culturas de producción cinematográfica. Es muy difícil ser universal con tu película”.

Bloch Steinmann lo confirma: ‘Mi vida como calabacín’ fue un gran éxito en las regiones de habla francesa, pero no en la parte de habla alemana, ni en Alemania. Es difícil para la animación cruzar las barreras del idioma.”

El problema con los productores

Guillaume dice que otro obstáculo para la animación en Suiza es la escasez de centros de producción con experiencia en el tratamiento de películas de animación. Cree que la producción debe considerarse parte del proceso de realización de la película, no una entidad separada. “Necesitas tener un buen productor, un buen presupuesto, controlar el proceso, contratar a las personas adecuadas. Hay mucho que mejorar en este aspecto”.

La empresa productora de Zurich, Dschoint VentschrEnlace externo, tenía poca experiencia en animaciones y confió en la propuesta de  producir ‘Chris the Swiss’, un largometraje de animación/documental que se exhibió en Fantoche.

“Nos gustan los nuevos formatos y pensamos que el tema era importante”, indica Sereina Gabathuler, al frente de esa aventura para este filme realizado en los Balcanes. Pero la tarea no fue fácil, a falta de un estudio de animación adecuado, la compañía construyó su propio estudio desde cero en Croacia, que más tarde fue cerrado por las autoridades de ese país. A los productores se les había prometido devolver el dinero por cada kuna (moneda croata) invertida en Croacia, pero esto no ha sido posible.

Intercambio de conocimientos

Bloch Steinmann cree que todos pueden aprender de la experiencia de Dschoint Ventschr. “Sería estupendo que se compartiera la experiencia de ‘Mi vida como calabacín’ y ‘Chris the Swiss”. Rita Productions (productora con sede en Ginebra y a cargo de ‘Mi vida como calabacín’) y Dschoint Ventschr son grandes productoras con contactos internacionales, pero tuvieron que aprender por las malas lo que significa hacer animaciones”.

Este intercambio de conocimientos está a punto de producirse, gracias a un nuevo programa llamado ANIMAPRODEnlace externo, lanzado por FOCAL y dedicado a mejorar las habilidades de producción en animación. En 2019 iniciará una serie de seminarios abiertos a cineastas profesionales de los sectores de la animación, la ficción y el documental. Guillaume ayudó a establecer el plan: “Si quieres un productor, no puedes contratar a alguien de Francia o Alemania porque cada país tiene su propio sistema. Tienes que saber cómo funciona aquí, dónde conseguir el dinero, cómo solicitarlo”, explica.

“Labor de amor”

Cuando se trata de cortometrajes, estos se hacen principalmente a partir de subvenciones y no son proyectos que giren en torno al dinero. Los animadores tratan de ganar premios haciendo la ronda en los festivales, y muchos llevan una existencia bastante frugal. La mayoría de ellos, como Stephan Wicki y Claudius Gentinetta, hacen su propia producción. Wicki dice que a veces no consigue el dinero suficiente para costear su propio trabajo con el presupuesto a disposición. Describe su trabajo como una “labor de amor”.

Wicki, que creó los efectos y los fotogramas, ganó seis premios por sus estrafalarias películas. En un taller de Baden mostró al público cómo animar una marioneta. Gabriel Newman, de 9 años, lo intentó y lo hizo parecer un juego de niños.

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Gentinetta ha ganado premios por su último cortometraje ‘Selfies’, pero tuvo que trabajar durante un año para reunir todo el material antes de poder solicitar el respaldo económico. “Para cada proyecto, me preocupo por conseguir la financiación, pero he estado haciendo esto desde que yo tenía 13 años y no querría hacer otra cosa diferente a la animación. Seguiré así, con o sin dinero.

Gentinetta nos dio una idea de cómo se hizo ‘Selfies’.

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Las repercusiones de ‘Mi vida de calabacín’

Bloch Steinmann dice que la nominación al Oscar por ‘Mi vida de calabacín’ ha mejorado el panorama de los animadores suizos. “Gracias a ello, otros patrocinadores culturales han tomado conciencia del género. La animación se ha vuelto más visible”.

¿Es Suiza un buen lugar para hacer películas de animación, a pesar de los obstáculos mencionados anteriormente? Bloch Steinmann nos asegura que sí: “La financiación cinematográfica en Suiza es bastante generosa. Notamos que los animadores reciben mucha más financiación que en Alemania. La gente es codiciosa, todo el mundo quiere un poco más, pero no hay mucho en el bote”.

 



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