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Eduardo Mendoza: El boom latinoamericano fue «una transfusión de sangre nueva»

Jose Oliva

Guadalajara (México), 30 nov (EFE).- El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, que ha inaugurado este domingo en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el Salón Literario Carlos Fuentes, ha revelado que «el boom latinoamericano fue una transfusión de sangre nueva» para los escritores que, como él, comenzaron a escribir en los años 70.

En una multitudinaria conferencia, Mendoza ha trazado una particular historia de Barcelona, aprovechando que su ciudad natal es este año la invitada de honor de la FIL, una historia, que como dicen en Guadalajara, podría ser una versión «al estilo Jalisco».

Tras recordar que es «uno de los últimos representantes de una época que se llamó dorada de Barcelona como ciudad literaria», Mendoza ha evocado «aquella Barcelona en la que los escritores latinoamericanos o vivían o frecuentaban Barcelona».

Tuvo la suerte de conocer a «muchos de aquellos autores latinoamericanos, tratar a unos cuantos y con algunos tener una buena y larga amistad hasta el final», entre los que ha mencionado a García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar, Sergio Pitol, Cristina Peri Rossi, Isabel Allende o Bryce Echenique.

Partiendo del dato inequívoco de que «Barcelona es femenina, como Roma o Guadalajara», a lo largo de una hora, Mendoza ha desgranado con ironía su particular visión de la historia de los barceloneses, «siempre al lado de los perdedores».

Ha apuntado el posible origen íbero de Barcelona, «una cultura prehistórica que ha dejado nombre a la península, a un jamón muy apreciado y a una línea aérea no tan apreciada como el jamón».

Del paso de los cartagineses por la ciudad ha quedado en la memoria colectiva, según su relato, la presencia de los 33 elefantes que acompañaban a Aníbal en su gesta hacia Roma.

Aunque otras teorías apuntan al origen cartaginés del topónimo en honor a su líder, Amílcar Barca, que derivó a Barcino o Barcinonova, Mendoza confiesa que su preferido es el árabe Barsaluna. «Deberíamos pensar en cambiarlo».

Para Mendoza, ni romanos, ni árabes ni vikingos concedieron importancia a Barcelona, hasta que en la Edad Media vivió su «época de esplendor y se convirtió en una ciudad de primera categoría», a la que siguió la decadencia hasta el siglo XVIII, cuando volvió a experimentar un nuevo auge, «hasta el punto de que las crónicas hablan de mucha inmigración de franceses».

Sin abandonar su sarcasmo, el autor de ‘La ciudad de los prodigios’ ha señalado que «el visitante más ilustre y devoto de Barcelona es alguien que no existió, Don Quijote, aunque su autor, Cervantes sí estuvo, en dos ocasiones, aunque la más probable es la segunda, ya mayor, manco, regresado a España después del cautiverio y convertido en un escritor conocido».

Cervantes y Barcelona

Se llevó una idea tan buena de Barcelona, que la menciona con elogio en una de las Novelas Ejemplares, cuando la llamó «flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad». «Se ve que estuvo poco tiempo en la ciudad», ha repuesto Mendoza.

Esa devoción por la ciudad condal continuó con la visita que sus personajes Don Quijote y Sancho hacen a una Barcelona rodeada de bandoleros que son ejecutados másivamente.

El otro gran momento de Barcelona volvió en el siglo XIX con la revolución industrial y el surgimiento de una nueva clase social, la burguesía, que promovió el Modernismo en palacios, hospitales, farmacias, panaderías, negocios.

En ese período, florecieron la literatura, la poesía, las artes, la arquitectura, pero también, dice Mendoza, los conflictos sociales que la convirtieron en «una ciudad tremendamente violenta, hasta el punto de que fue bautizada como ‘ciudad de las bombas’ o, de una manera más poética, ‘la rosa de fuego'».

Eso, añade, provocó una dictadura, una república y una guerra civil y «Barcelona se volvió a poner del lado de los perdedores y vino una tremenda época de oscuridad, que terminó hace unos 50 años».

Mendoza, que nació y creció en «una Barcelona de hambre, oscuridad y de miedo» alimentó su imaginación en las tiras cómicas y en los cines, en los que, por el aislamiento internacional, vio muchas películas mexicanas, de María Félix, Pedro Infante y Cantinflas.

En los años finales de la dictadura, a Barcelona le tocó «el papel de tía soltera, muy trabajadora, un poco gruñona».

En la parte final de su intervención, Mendoza ha hablado de la gentrificación provocada por la avalancha de turistas y por el fenómeno de los «expat», extranjeros que aprovechan el teletrabajo pospandemia para instalarse en una ciudad con «buen clima todo el año, luminosa en invierno, con playas en verano, fácil de recorrer y con precios comparativamente razonables, buena comida, gente simpática y bastante segura y tranquila».

Mendoza ha aprovechado su presencia para dar el ‘testigo’ a la futura generación de escritores, que «deberán explicar la ciudad» con unos ojos diferentes.

Tras la conferencia, Mendoza ha recibido la medalla Carlos Fuentes de manos de la viuda del autor mexicano, Silvia Lemus, por su «decisiva aportación a las letras del último medio siglo». EFE

jo/jlp

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