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El barrio de Wanchai en Hong Kong trata de recuperarse tras un sábado de violencia

Un tripulante de un avión se abre pasó a través de una barrera establecida por los manifestantes en el Aeropuerto Internacional de Hong Kong el 1 de septiembre de 2019 afp_tickers

El barrio hongkonés de Wanchai trataba de recuperarse el domingo, un día después de una de las peores jornadas de violencia desde el inicio de la movilización prodemocracia el pasado junio, que dejó montañas de ladrillos, asfalto calcinado y grafitis que se resisten a abandonar las paredes pese al empeño de los comerciantes.

El sábado, decenas de miles de personas salieron a la calle pese a que las manifestaciones habían sido prohibidas para denunciar, una vez más, la injerencia de China y el retroceso de las libertades en la isla. Por la tarde, la violencia se propagó como la pólvora por numerosos barrios.

A primera hora de la noche, manifestantes radicales vestidos de negro con máscaras y cascos incendiaron una barricada a cien metros del cuartel general de la policía en Hennessy Road, larga arteria que atraviesa el barrio del este a oeste en paralelo al paseo marítimo.

Este cosmopolita e histórico barrio del enclave, donde conviven hongkoneses y expatriados, torres de oficinas y edificios residenciales, mostraba el domingo su extraordinaria resiliencia.

Tras una noche de limpieza intensiva, la vida parecía volver a fluir como si nada hubiera pasado, y la mayoría de vestigios de los enfrentamientos de la víspera parecían haber desaparecido. Aunque no para todos.

– “Como un toque de queda” –

El revestimiento de la fachada del hotel Ozo Westley Hong Kong se había fundido, derretido por partes, debido a la intensidad del fuego de la víspera.

Justo frente a su entrada, en las vías del tranvía, es donde ardió la gigantesca barricada creada con barreras de plástico y metal, señales de tráfico, gradas y contenedores de basura entre otros. La carretera marcada en negro también atestiguaba lo ocurrido.

“Fue súper impresionante”, explicaba bajo condición de anonimato un expatriado occidental que vive en un inmueble vecino. “La policía les tiraba granadas de humo desde su cuartel general”, explica este hombre instalado en Hong Kong desde hace ocho años, apuntando al otro lado de la calle.

“No podía salir de casa, es como si hubiera toque de queda. Aislé con cintas las ventanas para impedir que el gas entrara, para protegerle”, explica mirando a su hijo de nueve meses al que lleva colgado en un portabebés contra el pecho.

En la calle, uno de los rociadores anti-incendios instalado en las marquesinas del hotel sigue esparciendo agua doce horas más tarde.

– “Chinazi” –

Disolvente en mano, los comerciantes se aplicaban para tratar de sacar la pintura verde de las fachadas de sus locales, en las que los manifestantes se desahogaron la noche anterior.

“Fuck Popo (policía)”, “Chinazi”, o “We love HK” se encontraban entre las inscripciones más recurrentes. Sobre la calzada, entre el hotel y el edificio policial, aún se podía leer un inmenso “Liberate HK, Rev of our Ti”, el eslogan del movimiento (“Liberemos Hong Kong, Revolución de nuestro tiempo”) que el artista no había tenido tiempo de terminar.

Wanchai es uno de los barrios más animados de Hong Kong; la calma que reinaba desde el sábado noche tras la huida de los manifestantes con la policía persiguiéndolos dejó una sensación extraña.

Debido a la presencia de barricadas, casi ningún coche circulaba, y las estaciones de metro permanecían con la persiana cerrada; hasta los MacDonalds, que abren 24 horas al día, siete días por semana, estaban cerrados.

Bajo una fina lluvia que apenas ocultaba el olor a plástico quemado, los curiosos se aventuraban el domingo en las calles desiertas del vecindario para constatar la cantidad y calidad de los daños causados por la batalla campal.

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