El mundo se para cuando Putin se viste de uniforme
Moscú, 3 dic (EFE).- El presidente ruso, Vladímir Putin, le ha cogido gusto al traje militar. Hasta octubre se había vestido de comandante supremo en dos ocasiones en toda la guerra y desde entonces ya son tres las veces que compareció con uniforme de camuflaje ante el Estado Mayor.
No es casualidad que dichas reuniones en puestos de mando subterráneos coincidieran con la cancelación de la cumbre de Alaska y con el inicio de las negociaciones sobre el plan de paz para Ucrania de Estados Unidos. Putin aún cree que puede ganar la guerra.
Los rusos no esperan menos del Kremlin, que les prometió una victoria rápida y la total desmilitarización de Kiev, pero las Fuerzas Armadas habrán combatido en enero tanto como el Ejército Rojo en la Gran Guerra Patria (1941-45).
La ansiada victoria en el Donbás, más cerca
El cambio en la indumentaria de Putin se debe a que el ejército ruso ha conquistado en apenas unas semanas dos bastiones de suma importancia: Pokrovsk (Donetsk) y Kúpiansk (Járkov).
Los ucranianos lo niegan, pero sí reconocen que el enemigo avanza en el Donbás, tanto en el centro como en el este y el norte y en las regiones de Zaporiyia y Dnipropetovsk.
En total, la plataforma ucraniana DeepState reconoce que Moscú ha tomado 505 kilómetros cuadrados en noviembre, el 40 % de ellos en Zaporiyia, donde los rusos han conquistado quince localidades.
El propio Putin asegura que Pokrovsk servirá de «cabeza de playa para lograr todo los objetivos marcados por la operación militar especial» en febrero de 2022.
Y es que Donetsk, donde empezó la sublevación armada prorrusa en 2014, es innegociable para Putin. Esa región y la renuncia ucraniana al ingreso en la OTAN son líneas rojas.
Lejos del frente
Al contrario que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que ha convertido en moda universal sus trajes marciales, Putin raramente había abandonado hasta ahora el traje y corbata de jefe de Estado.
Zelenski se ha personado en zonas muy cerca del frente en numerosas ocasiones en los últimos años, algo que nunca ha hecho el jefe del Kremlin.
Lo más que ha hecho es acercarse al puerto de Mariúpol, en el mar de Azov, para inspeccionar las labores de reconstrucción.
Putin, que llegó a ser coronel del KGB, pero nunca sirvió en el ejército, ni siquiera se vistió de caqui cuando llegó la hora de reunir al Consejo de Seguridad de Rusia para abordar la posible reanudación de los ensayos nucleares.
Tampoco lo necesitó para soltar el martes antes de reunirse con el enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, una de sus bravuconadas habituales: «Si Europa quiere guerra (…), estamos listos».
Miedo a la paz
Los expertos creen que Putin teme que la guerra provoque una recesión económica, pero más miedo le tiene a una paz sin victoria en el campo de batalla.
La vertical de poder que creó hace 25 años ya no funciona, ya que no puede garantizar la estabilidad y el crecimiento económico en tiempos de paz.
La única forma de prolongar la vida del sistema es si EE.UU. reconoce las conquistas territoriales rusas en el campo de batalla.
De lo contrario, surgirán preguntas muy incómodas para el Kremlin, como el desorbitado coste en vidas humanas, que fuentes independientes estiman en más de 200.000 para un total de un millón de bajas, y la destrucción de la red energética y de la infraestructura de las regiones fronterizas.
El Kremlin tampoco ha decidido aún qué hacer con las ciudades arrasadas en el este y sur de Ucrania, aunque algunos dirigentes leales a Moscú ya apuntan para sorpresa de muchos rusos que no serán reconstruidas al término de la guerra.
Tampoco se sabe qué pasará con los cientos de miles de veteranos de guerra rusos cuando regresen a la vida civil y es que la prensa local cifra ya en cientos los crímenes violentos -más de 200 muertos- cometidos por estos al volver del frente.
El precedente de la invasión soviética de Afganistán es muy negativo, ya que muchos de esos soldados acabaron en el crimen organizado.
Sólo la victoria justificaría la creciente militarización de la sociedad rusa, desde la escuela al trabajo y la vida cotidiana, y la represión de la quinta columna que desde 2022 desea la derrota de Putin en la guerra.EFE
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