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En Halabja, 33 años después de un ataque químico, la justicia se hace esperar

El kurdo Hawkar Saber, de 36 años, víctima del ataque químico de 1988, el 13 de marzo de 2021 en Halabja. afp_tickers

Hawker Saber utiliza un respirador durante 20 horas diarias. Treinta y tres años después del ataque químico perpetrado por el régimen de Sadam Husein, este kurdo continúa sufriendo, al igual que toda la ciudad de Halabja, donde la gente sigue pidiendo justicia.

Entonces, Hawker tenía apenas tres años, pero mantiene recuerdos del terrible 16 de marzo de 1988. Aquel día, durante cinco horas, la aviación iraquí arrojó sobre hombres, mujeres, niños, hogares y fincas una mezcla de gases de combate, entre ellos mostaza, de acuerdo a los expertos.

A causa de que los peshmerga, combatientes kurdos, apoyaron al ejército iraní en la guerra contra Irak, unos 5.000 kurdo-iraquíes, la mayoría mujeres y niños, murieron en el más cruento ataque con gases contra civiles.

Muchos murieron aquel día, pero el resto de habitantes de Halabja –actualmente 200.000– parecen no haber finalizado jamás aquel día de desgracia.

«Todavía quedan 486 enfermos graves por el ataque químico contra Halabja», a menos de 250 km al noreste de Bagdad, indicó a la AFP Loqman Abdelqader, presidente de la Asociación de víctimas del ataque.

«Tienen dificultades para respirar y problemas visuales», continúa este kurdo, quien perdió en el ataque a seis familiares».

– «Nadie mantuvo su palabra» –

«Ni las autoridades federales ni las kurdas en Irak han instaurado un programa de atención para salvarlos», acusa, en tanto que hasta la llegada de la pandemia de covid-19 era Irán que cada año asumía el cuidado de varios pacientes, pero siempre en cuentagotas.

Además de los enfermos, en Halabja hay otro tema espinoso sin resolver: el de niños que fueron trasladados oficialmente a un lugar seguro en Irán, a menos de diez km de allí.

Treintaitres años más tarde, «142 niños continúan desaparecidos», indicó a la AFP Ayad Arass, encargado de la Comisión local de protección a la infancia.

Justicia ante todos estos crímenes pide Suiba Mohamed. Este kurdo, de 60 años, en 2006 inclusive fue a Bagdad para atestiguar contra el primo y cómplice de Sadam Husein, el general Ali Hasan al Majid, el famoso «Ali, el químico».

Cuatro años más tarde «Alí el químico» fue ahorcado, en particular por la masacre de Halabja –a la que justificó como una necesidad de la guerra contra Irán– pero la vida de Suiba, quien en el ataque perdió a cinco de sus hijos, al igual que la visión, no ha cambiado.

«Desde hace años, los funcionarios me prometen enviarme al exterior para ser operado y finalmente verles los rostros a mis hijos todavía vivos», señaló a la AFP. «Pero nadie ha cumplido su palabra», confía entre sollozos.

– ¿Cómplices europeos? –

Respecto a Sadam Husein, condenado a muerte por la masacre de 148 aldeanos chiitas, fue ahorcado a fines de 2006. Esto puso fin al juicio en su contra por «genocidio», por la muerte de unos 180.000 kurdos, incluidos 5.000 de Halabja, en el marco de su «campaña de Anfal» (1987-1988).

Siendo imposible obligar al dictador a responder ante la ley por esta matanza, Halabja ahora intenta sacar a sus cómplices de la sombra.

El 13 de marzo de 2018, 5.500 parientes de víctimas demandaron a 25 empresas y personas europeas, e iraquíes que habrían ayudado al régimen de Husein a desarrollar su arsenal químico, indicó a la AFP uno de sus abogados, Ayad Ismail.

«Ya hubo ocho audiencias y la próxima será en junio», afirma el abogado, y «serán convocadas las empresas mencionadas, que han demandado consultar las pruebas».

Pero, para Abdelqader, el tiempo se extingue. Puesto que, desde la caída de Sadam Husein en 2003, «116 sobrevivientes del ataque murieron», por lo tanto hay muchos menos testigos en la ciudad mártir.

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