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ESMA, un símbolo de la siniestra dictadura argentina que da lecciones de memoria al mundo

Natalia Kidd

Buenos Aires, 9 sep (EFE).- El museo y sitio de memoria de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) de Buenos Aires, donde funcionó el mayor centro clandestino de detención durante la última dictadura argentina (1976-1983), es un símbolo del horror, pero también un faro de «memoria» que busca ser reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco.

Adentrarse en los oscuros sótanos y altillos de la ESMA resulta escalofriante, aunque la experiencia trae consigo una luz: la de que el ejercicio de memoria evite la repetición de los delitos de lesa humanidad perpetrados en el sangriento régimen militar.

Un «horror» aún presente en la memoria de los argentinos, no exento de resabios de negacionismo, pero que tiene mucho que enseñar al mundo para que «nunca más» vuelva a suceder.

«Este lugar tiene muchísimo que enseñarle a la humanidad. Tiene para enseñarle el ‘nunca más’, que es la consigna de nuestro país por la memoria, la verdad y la justicia», explica a EFE la directora ejecutiva del Museo Sitio de Memoria ESMA, Mayki Gorosito.

En 2015, Argentina inició las gestiones para que este sitio sea reconocido por la Unesco como Patrimonio Mundial, algo que Gorosito tiene «esperanzas» de que ocurra en breve porque este lugar y lo que representa «deben ser conocidos por la ciudadanía del mundo, porque aquí se cometieron crímenes de lesa humanidad».

MAQUINARIA DE MUERTE

La exESMA fue convertida en Espacio de la Memoria en mayo de 2015, durante el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015), y alberga, entre otros, espacios de exhibición y archivos relativos a los derechos humanos.

Las voces y las fotos de los rostros de los secuestrados -militantes políticos y sociales, de organizaciones revolucionarias, trabajadores, sindicalistas, estudiantes, artistas y religiosos- que estuvieron aquí, encapuchados y esposados, recuerdan las vejaciones que padecieron hasta ser asesinados o arrojados vivos al mar desde un avión recientemente recuperado y que se exhibe ahora en este sitio como testimonio de los siniestros «vuelos de la muerte».

El terreno de la ESMA, que en 1924 había sido transferido por el municipio de Buenos Aires a la Marina para actividades de formación, fue además escenario de partos de hijos de detenidas secuestradas, bebés apropiados ilegalmente y que en muchos casos aún son buscados por sus familiares.

Fue, como lo define el secretario de Derechos Humanos de Argentina, Horacio Pietragalla Corti -quien fue apropiado y recuperado en 2003 como el ‘nieto 75’ por las Abuelas de Plaza de Mayo-, una verdadera «maquinaria de la muerte», por donde pasaron cerca de 5.000 personas detenidas ilegalmente, de las cuales solo dos centenares sobrevivieron al exterminio.

«Uno no sale igual de este museo. Tratar de entender lo que vivió otro ser humano en estas instalaciones claramente conmueve y moviliza. Pero también se ve al final la conquista de la sociedad, que es la condena a cada uno de los responsables de lo que sucedió aquí. Ese es un mensaje muy alentador porque esa fue nuestra única venganza: la condena, el juzgamiento y que estos casos no queden impunes», señala a EFE Pietragalla.

VALOR TESTIMONIAL Y JUDICIAL

En este escenario de los más atroces delitos, el fallecido presidente Néstor Kirchner (2003-2007) sentó las bases de una de las políticas más destacadas de su Gobierno, cuando el 24 de marzo de 2004 ingresó en el entonces campo militar y, llorando, pidió perdón en nombre del Estado por los crímenes de la dictadura, incluyendo la desaparición de 30.000 personas.

A partir de allí, impulsó la derogación de las leyes que habían librado de la cárcel a los responsables de la dictadura y la celebración de juicios contra los militares en tribunales civiles.

Precisamente son los testimonios en estos juicios de los sobrevivientes de la ESMA los que, junto con los ofrecidos en el histórico juicio a las juntas militares de 1985, dieron base al guion del museo, que cada año visitan unas 45.000 personas.

El sitio, el más emblemático de los 800 centros clandestinos de detención que funcionaron durante la dictadura, no solo tiene valor patrimonial e histórico. Es, además, una prueba judicial en sí misma, que conserva, entre otras cosas, las marcas grabadas en distintos rincones por los secuestrados.

«Aquí se violó, aquí se torturó, aquí nacieron bebés. Las personas que por aquí pasaron también fueron víctimas de la apropiación de sus bienes», detalla Gorosito.

El museo de la exESMA se convirtió en junio en el primer sitio de memoria en integrar la lista de bienes protegidos por el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), un espaldarazo a la candidatura que será evaluada en el 45° Comité de la Unesco en Riad y que espera trasladar sus lecciones de memoria al mundo. EFE

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