Euforia nacional desató hazaña del Basilea
El empate a 3 ante el Liverpool provocó un sentimiento de alegría nacional que hizo olvidar la crisis.
Un hecho histórico con repercusiones sociales en un país con escasos éxitos deportivos.
El fútbol no es un deporte que apasiona a los suizos, pero el pase del Basilea a la segunda ronda de la Liga de Campeones de Europa, constituyó un verdadero acontecimiento sociocultural en Suiza.
Suizos europeos
Fue el tema obligado del día en casi todas partes. En los puestos de trabajo, en la calle, no se habló más que de la hazaña del club de la ciudad renana. Los suizos se sintieron este día verdaderamente europeos. Lo eran, al menos futbolísticamente hablando.
Para el pueblo en particular, se trató sin duda de una buena noticia en medio de tantas otras que anuncian cotidianamente despidos, cierre de fábricas, quiebras de bancos, y otras calamidades.
Pero el dejar fuera al Liverpool de la competencia más prestigiosa del fútbol europeo, como es la Liga de Campeones, fue una gran hazaña, no sólo deportiva, sino que económica.
La clasificación del Basilea, ha significado para las arcas del club, un poco más de 12 millones de dólares producto de los ingresos por concepto de publicidad, cobertura televisiva, y las entradas del público. Con esta clasificación, la suma se doblará, estiman los entendidos.
Los seguidores del equipo han respondido con fervor desde el inicio de la competición y han colmado las 30 mil gradas del estadio de San Jaime, una joya arquitectónica inaugurada hace poco. La ciudad de Basilea no ha hecho más que vibrar de fútbol y lo ha irradiado al resto del país.
Unidad nacional
Pero por encima de los beneficios económicos, el mérito del éxito deportivo del Basilea es haber logrado la unidad nacional en torno al fútbol. Al menos pasajeramente. Y ello gracias al talento de dos argentinos, Cristián Giménez y Julio Hernán Rossi, los goleadores de la escuadra.
Es que rara vez un equipo de una determinada región lingüística despertó entusiasmo en todo el país. Por lo general los logros internacionales de una región lingüística pocas veces logran despertar el interés de las otras. Regionalismo cultural obliga.
Esta vez los suizos de expresión francesa, los de lengua italiana y los pocos que hablan reto romano en el cantón de los Grisones, unieron filas en torno al club de la rica y austera ciudad suiza alemana de Basilea. Por un día, los suizos amanecieron felices y con la sensación que esa alegría la compartió un país entero. Ojalá dure.
Alberto Dufey

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