
Falta de acceso a agua potable y miedo: seis meses después del letal terremoto en Birmania
Bangkok, 28 sep (EFE).- Cuando se cumplen este domingo seis meses del devastador terremoto de magnitud 7,7 que sacudió Birmania (Myanmar), el país sigue recuperándose del desastre, con falta de acceso a agua potable y servicios de higiene en áreas afectadas por un sismo que dejó más de 3.750 muertos y afectó a 17 millones de personas, según datos de la ONU.
El temblor, que afectó al centro-norte del país y tuvo lugar en el mediodía del 28 de marzo, causó el derrumbe de decenas de miles de edificios, con las ciudades de Mandalay -la segunda más poblada- y Sagaing, ambas cerca del epicentro, como las más afectadas.
El desastre exacerbó la crisis humanitaria que sufre Birmania desde el golpe de Estado militar de febrero de 2021, que intensificó los conflictos armados en varias zonas del país, como Sagaing, uno de los feudos rebeldes, entre el Ejército y grupos contrarios a la dictadura castrense.
Antes del terremoto, más de un tercio de la población birmana -o casi 20 millones de personas- ya dependía de la ayuda humanitaria debido a los enfrentamientos bélicos y otros desastres naturales que golpearon previamente, estima Naciones Unidas.
La organización Plan Internacional publicó este jueves un informe que señala que más de 200.000 personas de las regiones de Mandalay y Sagaing continúan desplazadas por el sismo, que dejó más de 5.000 heridos y daños en infraestructuras por valor de 11.000 millones de dólares.
Principales necesidades
Medio año después del desastre, el acceso a agua potable y servicios de higiene sigue siendo un problema que tras el sismo dejó a unas 4,3 millones de personas sin estos servicios, según la Cruz Roja.
«Como todos los tanques de agua quedaron rotos, teníamos que depender del lago y beber agua de él», dice en un comunicado de Cruz Roja Nyein Maung, residente de una aldea de la región Mandalay.
En zonas remotas hay habitantes que continúan dependiendo de la llegada de camiones cisterna que transportan agua, ante la lenta rehabilitación de pozos y en medio de una intermitente distribución de kits de higiene.
«La gente con dinero puede comprar agua, pero quienes no tenemos no podemos. Tenemos que esperar al camión cisterna. Si logramos llenar cuatro o seis cubos, nos alcanza hasta la siguiente entrega», apunta Ma Sain Sain Myat, del municipio de Amarapura, al sur de Mandalay, en el comunicado de Cruz Roja.
Entre los supervivientes a la tragedia muchos continúan temerosos de que ocurra un nuevo sismo, mientras intentan reconstruir sus vidas y viviendas.
«Nuestra casa está un poco inclinada y se ha hundido. Todo lo que estaba en lo alto se derrumbó y la escalera quedó destruida. El miedo aún persiste y siempre pienso en un terremoto cuando oigo un sonido fuerte», recuerda Myat Thu, de 17 años, en un informe publicado esta semana por la ONG Save the Children.
Daw Khin Yu comenta que dos de sus hijos menores, de 7 y 12 años, «tienen miedo a estar solos» desde el movimiento telúrico, el más potente en azotar Birmania en más de un siglo.
El impacto en Bangkok
El fuerte terremoto se sintió en Bangkok, a más de 1.200 kilómetros del epicentro, donde en el norte de la ciudad colapsó un enorme edificio en construcción que iba a albergar la futura sede de la Oficina de la Auditoría del Estado.
Al menos 89 trabajadores de la construcción que estaban allí entonces perdieron la vida, mientras no se ha llegado a encontrar a siete obreros, según el último balance oficial, publicado en mayo, cuando se dio por finalizado el operativo de búsqueda de víctimas entre los escombros.
La investigación determinó que la construcción se derrumbó debido a fallos estructurales, por lo que una quincena de personas, entre ellos el dueño de una reputada constructora, fueron arrestados por delitos que incluyen la negligencia profesional.
La megaurbe tailandesa recobró pronto la normalidad, pero las grietas y desperfectos ocasionados aún están pendientes de reparación en algunos altos edificios. EFE
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