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Las aguas bajo la ciudad

Cloaca histórica: bajo la ciudad vieja de Berna, los canales fueron cavados en las piedras. swissinfo.ch

Los suizos consumen mucha agua: 162 litros por día y por cabeza. De ahí la necesidad de tratar las aguas utilizadas.

Para conocer su recorrido, realizamos una visita a las canalizaciones históricas de la ciudad de Berna.

¿Es posible visitar las canalizaciones de la ciudad?, preguntan tímidamente dos periodistas interesados en seguir el curso de las aguas hasta las entrañas de la ciudad.

“Claro que sí, pero deben dotarse de una máscara y de señalamientos”, responden los responsables de la alcaldía de Berna con una sonrisa irónica.

Bromas aparte, un viaje bajo las calles de la capital no es tan aventurado y, en algunos minutos se fija la cita. Unas buenas botas y un poco de buena voluntad serán suficientes.

Guías improvisados, tres técnicos de la municipalidad levantan una pesada tapa de cemento. El viaje a las entrañas de la tierra puede comenzar.

Estamos en Berna, pero podríamos estar en cualquier otra ciudad de un país desarrollado, puesto que todas ellas disponen de canalizaciones destinadas a evacuar las aguas usadas de las casas para trasportarlas a las estaciones de depuración.

Los actores de un mundo subterráneo

“Trabajamos a la sombra pero, sin nosotros, la ciudad no funciona”, recuerda Markus Neuenschwander, uno de los guías. En efecto, cuando algo se atora, son esos técnicos los que intervienen.

“Una vez, una bomba se había tapado en vísperas de Navidad. Pasamos horas enteras en poner todo en orden, pero logramos evitar lo peor”, narra nuestro interlocutor.

Los hombres que hacen funcionar esas infraestructuras proceden de horizontes diversos.

“Pertenecen a toda suerte de oficios. Hay albañiles, plomeros y electricistas. De esa manera, cualquiera que sea la tarea a efectuar, somos autónomos”, explica Markus Neuenschwander.

“Hace 30 años que trabajo aquí y no me aburro nunca, declara otro acompañante”, Hans-Ulrich Wingeier. “Con los avances técnicos, todo se ha hecho más fácil. Cuando comencé, cada tubo debía lavarse a mano. Ahora es automático y para los lugares más estrechos tenemos robots”.

Un pequeño aire rocambolesco

La visita comienza a la sombra del edificio de la Alcaldía de Berna. “Los documentos nos indican que ya en 1300 la ciudad tenía un sistema de canalización”, afirma el técnico Thierry Krähenbühl.

Un canal abierto en el cual los habitantes tiraban sus desechos pasaba a través de la ciudad medieval. Aunque el agua servía también para apagar los incendios en el centro de la ciudad, el sistema fue modificado por razones de higiene.

Desde 1600, se realizaron profundas excavaciones en el asperón sobre el que se construyó la ciudad para permitir un vertedero eficaz que evitara el hedor. El agua potable de las fuentes dispuso entonces de su propio sistema de conductos.

Una parte de esas instalaciones está aún en servicio. Toda una serie de amplias galerías permiten particularmente dirigir el agua desde el Parlamento local hasta el río.

“Esas galerías servían para evacuar las aguas usadas, pero constituían una salida de emergencia para los aristócratas que ocupaban un escaño en el Consejo”, agrega Markus Neuenschwander.

Con esta precisión, la escalera en espiral que se clava en la roca proporciona al lugar un pequeño aire rocambolesco.

Pieza de teatro subterránea

Las infraestructuras subterráneas se desarrollaron al mismo tiempo que la ciudad. Cada nuevo barrio cuenta igualmente con una extensión en el subsuelo.

Las modernas cabinas de control informan en todo momento a los técnicos sobre lo que sucede. Cisternas construidas recientemente recogen las aguas usadas en los momentos en que las estaciones de depuración no logran digerirlas.

Al interior de las catedrales del cimiento, el borboteo del agua es inquietante. “Pero eso es justamente lo bello. No es por nada que una vez grabamos ahí una novela policial radiofónica”, recuerda Hans-Ulrich Wingeier.

Los viejos túneles, cavados a mano en el curso de siglos pasados, son sometidos a progresivas actualizaciones, lo que evita la distribución de substancias peligrosas. “¿Por qué abandonarlos si funcionan perfectamente?”, subraya uno de los expertos.

Un espectáculo impresionante

“No es el peor lugar para trabajar, afirman los técnicos. Hace fresco en verano y una dulce tibieza reina en invierno. Incluso el olor no es tan difícil de soportar”.

Además, los trabajadores de las profundidades gozan de un espectáculo impresionante. El agua calcárea produce un poco por todas partes estructuras extrañas. Estalactitas inmaculadas penden de la roca y la luz crea una atmósfera particular.

Los técnicos están orgullosos de su trabajo, pero les gusta insistir en que sólo la disciplina de los habitantes de la superficie puede garantizar el buen funcionamiento del mundo subterráneo.

Algunos desechos pueden, en efecto, provocar graves problemas. “Lo peor son las medias de nylon que las personas tiran a los inodoros ya que tapan las bombas y se requieren semanas para volver a poner todo en orden”, indica Thierry Krähenbühl.

Llegó la hora de volver a la superficie. En un sitio cercano a una de las salidas los técnicos conservan los objetos más extraños recuperados durante años de trabajo. Descubrimos, entre otros, relojes, monedas y hasta juguetes.

swissinfo, Daniele Papacella
(traducción: Marcela Águila Rubín)

La aglomeración de Berna cuenta con 350 mil habitantes.
La ciudad dispone de 320 kilómetros de canalización.
Unas 8000 coladeras permiten acceder a la red.
En el mantenimiento de las canalizaciones laboran 21 personas.
El costo de esa operación es de 4 millones de francos por año.

Algunas canalizaciones remontan al 1600 pero el desarrollo de la red moderna empezó en 1800. Su objetivo : proteger a la población del hedor y de epidemias como el tifus.


Actualmente todas las aguas usadas son dirigidas hacia una estación de depuración, la tercer más grande en Suiza. Las aguas no son lanzadas directamente al río más que en casos de tempestades.

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