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¿Hay algún problema con la UNRWA?

Imogen Foulkes

Es como si cada día trajera un nuevo horror a Gaza. Aquí en Ginebra, los martes y los viernes las agencias humanitarias nos informan de la situación. Y llevaban semanas advirtiéndonos de que el norte de Gaza estaba al borde de la hambruna, de que el orden civil se estaba desmoronando.  

Desde finales de enero las entregas de la ONU no han llegado por múltiples razones: retrasos en la frontera, largos controles de seguridad, rechazo directo de Israel o suministros “distribuidos espontáneamente” —un eufemismo de la ONU para decir que han sido saqueados— incluso antes de llegar al grupo al que iban dirigidos.

La semana pasada ocurrió una obscena tragedia en la que más de cien personas murieron mientras, de manera desesperada, intentaban conseguir alimentos de una pequeña entrega no oficial de una organización no gubernamental supervisada por las Fuerzas de Defensa de Israel. Aunque las versiones de Israel sobre lo ocurrido han sido confusas, está claro que muchas personas fueron disparadas y que algunas murieron pisoteadas. Muchos países han pedido una investigación completa e independiente para saber qué ocurrió.   

Sí sabemos cuál fue la causa fundamental de la tragedia: la desesperación y el hambre. ¿Qué no haría usted para alimentar a su hijo moribundo? Hemos visto a personas —entre ellas, menores— nadando mar adentro para recuperar la patética medida de los paquetes de alimentos de último recurso que los gobiernos, quizá con la esperanza de salvar sus conciencias, lanzan desde el aire.

Catástrofe humanitaria 

Aunque los combates en Gaza se detuvieran ahora mismo, su población seguirá viviendo una crisis humanitaria durante meses. Han quedado destruidas zonas extensas, cientos de miles de viviendas. El 5 % de la población gazatí ha muerto, está herida o desaparecida. ¿Quién será capaz de arreglar esto?  

En [el pódcast, en inglés] Inside Geneva, esta semana analizamos en profundidad la única agencia humanitaria con décadas de experiencia e infraestructura para trabajar en Gaza. Se trata de la agencia de la ONU para las refugiadas y los refugiados de Palestina (UNRWA), fundada en 1949 para ayudar a casi un millón de personas palestinas que fueron expulsadas o huyeron de lo que hoy es Israel, perdiendo en el proceso sus hogares y medios de vida. El papel de la UNRWA era más que el de una agencia de ayuda clásica, pues también se le encomendó la tarea de proporcionar escuelas y oportunidades de trabajo para la población palestina.

Eso fue hace 75 años. Y ahora mucha gente sostiene que la agencia es un anacronismo. El director de la UNRWA, Philippe Lazzarini, reconoce que “lo ideal sería que nos quedáramos sin trabajo”, pero señala que la existencia de la UNRWA se debe por completo al fracaso a la hora de encontrar “una solución política duradera y justa entre Israel y Palestina”.  

Esa solución política duradera parece, evidentemente, más lejana que nunca. Tras los terribles atentados de Hamás del 7 de octubre, el Gobierno israelí parece haber descartado la solución de dos Estados. Eso sugeriría, lógicamente, que —aunque sea por motivos muy desafortunados— la UNRWA tiene un largo futuro por delante.

Huracán político 

Pero la UNRWA ahora está en el ojo de un huracán político. Israel afirma que algunos miembros de su personal (12 de las 13.000 personas que la UNRWA tiene empleadas en Gaza) estuvieron implicados de alguna manera en los ataques del 7 de octubre. Nina Ben-Ami, jefa de la Oficina de Organizaciones Internacionales y de la división de la ONU del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, en Inside Geneva mantiene que “el 7 de octubre cambió las reglas del juego” y sugiere que Israel no trabajará más con la UNRWA. Y quiere que otras agencias de ayuda de la ONU den un paso adelante.

Todas esas agencias, sin embargo, coinciden en afirmar que no tienen ni la capacidad ni la experiencia para hacerlo. El Programa Mundial de Alimentos —que en varias ocasiones cita Ben-Ami— tuvo que suspender las entregas de alimentos al norte de Gaza porque se había vuelto imposible entregar de forma segura, a multitudes desesperadamente hambrientas, los escasos suministros permitidos. El trágico incidente de la semana pasada en el que más de 100 personas murieron durante la entrega de alimentos de esa pequeña oenegé supervisada por el Ejército israelí sirve para demostrar que, en una emergencia humanitaria como esta, es crucial contar con agencias de ayuda grandes y experimentadas. No con una organización benéfica relativamente inexperta acompañada por la potencia ocupante armada.      

Pero ahora la UNRWA está dañada por las acusaciones en su contra. Israel sigue sugiriendo que la infiltración de Hamás en la UNRWA podría ser mucho más amplia, aunque Philippe Lazzarini despidió de inmediato al puñado de personal bajo sospecha, antes incluso de que la investigación formal de la ONU estuviera en marcha y mucho menos terminada.   A pesar de que la UNRWA hace que Israel verifique a cada miembro de su personal (se hizo el verano pasado), Ben-Ami declaró a Inside Geneva que Israel cree que el 10 % del personal es “miembro de Hamás” y que la mitad tiene “familiares” relacionados con Hamás. Incluso si esto fuera cierto, los abogados argumentarían que tener un familiar que puede haber hecho algo malo no sería relevante.

¿Dónde están las pruebas? 

Esas afirmaciones son, de momento, solo eso: afirmaciones. Algunos miembros del Gobierno israelí han sugerido que las pruebas reales no pueden compartirse porque son demasiado delicadas. Ben-Ami aseguró a Inside Geneva que entregarían las pruebas a los dos equipos de investigación de la ONU (hay uno que examina las acusaciones específicas en torno a los doce miembros del personal, y otro que examina la cultura de la UNRWA en su conjunto). Se espera que estos equipos lleguen a Israel esta semana.  

Pero, a las pocas horas de hacerse públicas las acusaciones de Israel, los grandes donantes de la UNRWA suspendieron la financiación en lo que nuevamente parece un juicio precipitado. Ahora la organización —que Lazzarini denomina “el único salvavidas en una región llena de desesperación”— está al borde del colapso y Lazzarini dice a Inside Geneva que teme que Israel quiera “desmantelarla”.

Otras agencias de ayuda y grupos de derechos humanos cuestionan los recortes de financiación. “Incluso si las acusaciones fueran ciertas, no es justificación para cortar la financiación de la agencia de ayuda y socorro más importante de la Franja de Gaza”, me dijo Louis Charbonneau, director en Nueva York de Human Rights Watch. 

Jan Egeland, excoordinador humanitario de la ONU y ahora secretario general del Consejo Noruego para las personas refugiadas, explica a Inside Geneva que considera que las acusaciones contra la UNRWA son “increíblemente graves”, pero que la UNRWA, al despedir inmediatamente al personal y ordenar las investigaciones, ha “hecho todo lo correcto” para gestionar la crisis, mientras que los donantes, al suspender la financiación, lo han “hecho todo mal”.

Egeland, que acaba de regresar de Gaza, describe “desplazamientos interminables y miserables” y “hambruna, caos y desesperación”. Ha pasado su vida en crisis humanitarias, y su atención al indudable sufrimiento de Gaza es natural, pero mucha gente en Israel —afirma Nina Ben-Ami— siente que su sufrimiento ha sido desatendido.

“Hay un gran enfado público y un sentimiento de abandono. Que la ONU esté haciendo tanto por tantas otras personas, pero cuando ahora Israel está en un momento de crisis, cuando nuestros rehenes están retenidos… se nos deja de lado. Así que sí, a Ginebra le diría la voz de Jerusalén [es que] hay un sentimiento definitivo de rabia y abandono”, explica Nina Ben-Ami a Inside Geneva.    

La UNRWA es un tema controvertido, y nuestro debate de Inside Geneva intenta abordar esa controversia y aportar hechos a un debate muy polarizado.

Escuche el último episodio de nuestro pódcast Inside Geneva (en inglés) y únase a Imogen Foulkes para saber más sobre la situación en Gaza.

Texto adaptado del inglés por Lupe Calvo / Carla Wolff

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