Cautela en la búsqueda de alternativas a los talibán
Si el régimen talibán se viene abajo como resultado de los bombardeos de EEUU, Occidente debe mostrar cautela a la hora de elegir un reemplazante en el poder de Afganistán, opina Kurt Spillmann, experto en seguridad y conflictos en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ).
«Si la Alianza del Norte recibiera suficiente apoyo, podría estar en condiciones de suceder a los talibán y ganar la batalla política», afirma Spillmann. «Pero cabe recordar que en los años noventa, cuando controlaba Kabul, no fue una época nada agradable para la gente de Kabul.»
Spillmann advierte de que el panorama político de Afganistán se vería «devastado» y sería «extremadamente desagradable» bajo el control de la Alianza del Norte.
El analista suizo considera de máxima importancia que la comunidad internacional que respalda los bombardeos sume esfuerzos para reconstruir Afganistán.
«La última vez, cuando los rusos fueron expulsados, Afganistán fue abandonada a sus propios medios con el resultado de que hoy sigue tan devastada como hace diez años», señala.
Una parte importante de los esfuerzos de reconstrucción consiste en motivar a la «élite afgana» que huyó de su patria en las últimas décadas a volver para «reconstruir su vida y su país».
La seguidores de Bin Laden
La creciente popularidad de la que goza Osama Bin Laden en los países islámicos también constituye una seria amenaza para los occidentales que esperan imponer un nuevo régimen en Afganistán, opina Reinhard Schulzer, director del Instituto de Estudios Islámicos de la Universidad de Berna. Bin Laden se ha convertido en un «héroe», sobre todo en el mundo islámico no árabe, como Pakistán, India e Indonesia.
«Los atentados de Estados Unidos han contribuido a que Bin Laden sea considerado ahora como el verdadero defensor de la causa islámica», afirma Schulzer. «Algunas personas en el mundo islámico consideran a Bin Laden una víctima de Occidente. De un lado, ven una nueva oposición generalizada al mundo islámico, del otro, a las potencias occidentales.
Spillmann comparte esta visión. «Vemos crecer entre las masas las muestras de simpatía hacia Bin Laden – simboliza sus intereses, lucha contra el gran enemigo, que son Estados Unidos y los intereses occidentales.»
Schulzer, por su parte, también observa en Bin Laden una manipulación de la retórica islámica con fines políticos. «Utiliza palabras islámicas en un sentido político, especialmente palabras como infieles y Yihad (Guerra Santa)», señala. «Pero a diferencia de los talibán, no argumenta en términos teológicos. Selecciona su lenguaje y símbolos con un fin político y no religioso.»
Occidente se enfrenta a un enemigo invisible
Aunque la influencia de Bin Laden en los países árabes no es tan fuerte – a menudo se le considera como un hombre que pretende «construir un mundo islámico reaccionario» – sigue teniendo viejos aliados entre los movimientos islamistas menores, especialmente en Egipto y Argelia, que datan de la época de la guerra de Afganistán en la década de los 80.
Los ejércitos occidentales deberían ser extremadamente cautelosos a la hora de decidir el envío de tropas terrestres a Afganistán, puntualiza Spillmann, porque pueden revivir las experiencias de las tropas rusas en ese país.
«Sabemos de la época en que los rusos estuvieron en Afganistán, desde 1979 hasta 1989, que encontraron muchas dificultades para localizar al enemigo», precisa. «Me temo (que el envío de tropas terrestres) será una tarea extremadamente difícil», concluye.
Scott Capper y Vanessa Mock
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