
Hong Kong celebra bajo la luna llena otoñal la ancestral danza del dragón de fuego
Hong Kong, 6 oct (EFE).— El fuego, el incienso y el redoble de los tambores volvieron a llenar este lunes las calles de Hong Kong durante el Festival de Medio Otoño, mientras la legendaria danza del dragón de fuego hizo vibrar a miles de curiosos en los barrios de Tai Hang y Pok Fu Lam bajo la luz de la luna llena.
Miles de vecinos y turistas se sumaron a una tradición que combina devoción, arte popular e identidad comunitaria en una de las ceremonias más emblemáticas de la urbe semiautónoma.
El protagonista fue un dragón de paja y ratán de 67 metros, cubierto con miles de varillas de incienso encendidas que avanzó sobre los hombros de cientos de portadores. Su cuerpo onduló como una corriente de fuego que recorrió callejones estrechos al compás de tambores y cánticos.
Cada movimiento, según la creencia ancestral, expulsa los malos espíritus y renueva la energía colectiva.
La tradición hunde sus raíces en 1869, cuando una epidemia de peste azotó la aldea de Tai Hang, habitada por la comunidad hakka. Los residentes, inspirados en leyendas locales, construyeron un dragón de fuego como remedio espiritual.
La enfermedad cesó días después, y el ritual se convirtió en un legado anual de agradecimiento y protección.
Hoy, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional de China (2008) y reconocido como tesoro cultural de Hong Kong en 2011, el desfile es una de las escenificaciones más esperadas del calendario festivo. La versión actual utiliza más de 10.000 varillas de incienso y requiere una preparación minuciosa que ocupa a voluntarios durante semanas.
En Pok Fu Lam Village, otro barrio con raíces hakka, la celebración se mantiene con el mismo fervor. Allí, según los organizadores, este año se emplearon más de 70.000 varillas de incienso, insertadas a mano por aldeanos de distintas edades.
Decenas de hombres atléticos bailaron con esta figura incandescente en un pasacalle hasta el envío de la misma al mar.
Los cantos en dialecto hakka, que acompañan la danza desde hace generaciones, preservan un idioma en peligro de desaparición, frente al avance del cantonés y el mandarín. Las estrofas, jalonadas de proverbios y bendiciones, evocan fortaleza y prosperidad, manteniendo viva la voz de los antepasados.
El Festival del Medio Otoño también es un tiempo de reunión familiar. Los pasteles de luna, rellenos de pasta de semilla de loto o de frijol rojo, se reparten entre parientes y amigos como símbolo de abundancia y unidad.
Asimismo, en los jardines y playas, en particular el Victoria Park, miles de faroles de papel tiñeron la noche de color con figuras de animales, frutas y personajes clásicos que flotaron con delicadeza en el aire.
Aunque las velas tradicionales han sido sustituidas por recipientes ignífugos por razones de seguridad, la escena conserva su magnetismo. Con la mirada al cielo y el aroma del incienso suspendido, la excolonia británica reafirma su capacidad para fundir tradición milenaria y modernidad urbana. EFE
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