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La Comisión de DD.HH francesa denuncia la «incoherencia» de Macron sobre el solo sí es sí

Nerea González

París, 19 dic (EFE).- Una posición de «incoherencia» y contra el «sentido de la historia». Así define la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos (CNCDH) francesa el «no» del Gobierno de Emmanuel Macron a basar en el consentimiento la definición de violación, lo que amenaza la directiva armonizada contra la violencia machista que discute la UE.

Para este órgano público independiente, dedicado a la promoción y vigilancia de los derechos humanos, la posición que defiende París junto a Alemania y otros estados de la UE, como Polonia y Hungría, frente al «solo sí es sí» es especialmente chocante en el caso francés, teniendo en cuenta que Macron ha hecho de la igualdad y del feminismo una de las banderas de sus quinquenios presidenciales.

«Vemos claramente que los países tienden a cambiar su legislación para basarse en el consentimiento. Así que se trata de una gravísima oportunidad perdida para Francia que va a conllevar un daño a su imagen», opina Magali Lafourcade, secretaria general de la CNCDH, en una entrevista con EFE en París.

Lafourcade lamenta que Francia, que en otras cuestiones ha sido «transformadora» promoviendo los derechos de las mujeres con una «diplomacia muy ofensiva y valiente» -por ejemplo, impulsando en Naciones Unidas una resolución para mejorar el acceso a la justicia de las víctimas de violencia-, sostenga una postura contraria a la cuestión del consentimiento, que se ha puesto en evidencia en la UE pero es también una cuestión nacional.

«Existe un amplio consenso entre las asociaciones y la sociedad civil para que la definición de violación se base en la noción de consentimiento, pero también a nivel parlamentario (…) Hay muchos parlamentarios, incluso de la mayoría presidencial, que quieren cambiar la definición de violación», detalla Lafourcade.

«Pero el Ejecutivo se ha mantenido fijo en esta negativa categórica», critica, responsabilizando directamente a Macron y también a su ministro de Interior, Gérald Darmanin, quien en el pasado se ha visto salpicado por acusaciones desestimadas de agresión sexual.

Muy pocas condenas por violación en Francia

Esta negativa tajante es especialmente grave si se tiene en cuenta que, según los datos que maneja la CNCDH, «menos del 1 % de los casos de violaciones son condenados por la justicia», dice Lafourcade.

Eso incluye un 80 % de denuncias que se archivan porque la definición francesa de violación es «demasiado restrictiva», al contemplar específicamente la penetración bajo condiciones de violencia, amenaza, coerción o sorpresa.

«Tenemos cifras extremadamente reveladoras para explicar que esta definición no conviene», recalca.

Estos factores tiran por tierra, según Lafourcade, uno de los argumentos que esgrime París en Europa: que en Francia las mujeres están mejor protegidas porque las penas son más altas.

«Para eso, hay que llegar al final del proceso y ser condenado», recuerda la secretaria general de la CNCDH. E incluso así, las penas duras no necesariamente implican mayor protección. «La pena de muerte -ejemplificó- nunca ha disuadido».

La CNCDH tampoco concuerda con el otro gran argumento que empuña tanto Francia como otros países de la UE: como la violación no tiene categoría de eurocrimen, es una cuestión de derecho penal competencia de cada país.

Para Lafourcade, al igual que han defendido la comisión jurídica de la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el bloque de países favorables a la cuestión del consentimiento (como España, Bélgica, Italia, Luxemburgo o Portugal), la violación puede quedar cubierta por la definición de «explotación sexual», que sí figura en los tratados europeos.

Además, recuerda la secretaria general de la CNCDH, Francia no ha tenido reparos en obviar el factor de la «competencia» cuando Europa ha legislado crímenes para la infancia. «Cuando se trata de proteger a las mujeres hay una dificultad que es de pronto imposible de remontar», cuestiona Lafourcade.

Tampoco le parece menor la pervivencia social de un cierto mito sobre la «seducción a la francesa», que implicaría que «las cosas entre los hombres y las mujeres son complicadas» y que hay una «zona gris».

Es algo que ha aparecido en Francia por ejemplo en 2018 frente al movimiento Me Too, cuando un grupo de personalidades que incluía a figuras como Catherine Deneuve firmó una columna en la prensa defendiendo el «derecho a importunar».

De cara a la fase final de los debates y con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, los negociadores han avisado de que el consentimiento es una línea roja para el avance del conjunto de la directiva.

Esta también incluye definiciones y penas mínimas para otros delitos relacionados con la violencia contra las mujeres, como la mutilación genital, pero sin una mayoría cualificada que represente a un 65 % de la población de la UE no saldría adelante. Y para ello se necesitaría que al menos Francia o Alemania cambiasen de postura. EFE

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