La mujer iberoamericana, cada vez más implicada en la I+D, pero muy alejada de la jefatura
Madrid, 4 dic (EFE).- Las mujeres iberoamericanas están cada vez más involucradas en actividades de investigación, desarrollo e innovación, pero esa participación disminuye cuanto más alto se asciende en las escalas de prestigio y de responsabilidad.
Persiste el ‘techo de cristal’ que les impide alcanzar posiciones de liderazgo en las organizaciones, a pesar de contar con la preparación, la experiencia y las capacidades necesarias.
Los datos revelan esa desigualdad estructural en Iberoamérica, ya que las mujeres representan el 43 por ciento del personal dedicado a la investigación y el desarrollo, pero su presencia se concentra en el ámbito académico y gubernamental, y la participación femenina entre las personas que inventan ronda el 28 por ciento, pero al ritmo actual la paridad se proyecta muy lejana, ya que no se alcanzaría hasta 2056.
Los datos se ponen de relieve en el informe ‘Mujeres en ciencia, tecnología, innovación y digitalización en Iberoamérica: análisis de brechas, marcos normativos y políticas públicas’, que han elaborado la Secretaría General Iberoamericana, la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El trabajo, que se ha dado a conocer este jueves en España, señala los avances que se han logrado durante las últimas décadas y cómo más mujeres acceden a la educación superior y participan en la investigación científica, pero también corrobora que las desigualdades no sólo persisten sino que han adoptado nuevas formas.
Están sobrerrepresentadas en las disciplinas menos valoradas económicamente -como las ciencias sociales y humanidades- y subrepresentadas en aquellas que concentran las oportunidades más dinámicas en el futuro, como la ingeniería, la programación o la inteligencia artificial, y aunque representan el 60 por ciento de las personas graduadas universitarias en Iberoamérica, ese porcentaje baja al 10 por ciento en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas.
El estudio concluye que las brechas de género tienen su origen en una combinación de aspectos normativos, culturales, educativos, institucionales y económicos, y cómo comienza en la infancia —cuando los estereotipos empiezan a modelar las conductas o qué materias parecen más adecuadas para las niñas o los niños— y se consolidan a lo largo de la vida educativa y laboral, y el resultado final es un sistema social que asocia la tecnología, la innovación y el desarrollo económico con lo masculino y asigna a las mujeres roles vinculados a las actividades de cuidado o a las áreas sociales.
Tras analizar datos del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, el informe concluye la exclusión de mujeres en áreas tecnológicas representa una pérdida sustancial de talento y capacidad de innovación, lo que reduce el potencial de crecimiento de las sociedades iberoamericanas, y que la equidad de género trasciende la dimensión ética y es una estrategia esencial para fortalecer el desarrollo económico e impulsar la competitividad y la prosperidad.
La desigualdad también se refleja en los resultados de la actividad científica, ya que las mujeres publican menos artículos, son citadas con menor frecuencia y tienen más dificultades para acceder a financiación y reconocimiento; sus contribuciones son invisibilizadas y en muchos casos atribuidas a colegas varones, lo que se conoce como ‘efecto Matilda’, en homenaje a Matilda Joslyn Gage, activista que denunció la sistemática negación del mérito femenino en la ciencia.
Durante la última década, los países iberoamericanos han avanzado significativamente en cobertura de Internet y en muchos casos las diferencias de acceso entre hombres y mujeres se han reducido casi a cero, pero la igualdad en el acceso no implica igualdad en el uso ni en las oportunidades que ofrece la digitalización, ya que persisten diferencias en la calidad de la conexión, en los tipos de dispositivos y, sobre todo, en los conocimientos necesarios para aprovecharlos. EFE
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