The Swiss voice in the world since 1935
Historias principales
Swiss democracy

Las vejaciones y los tiros en la nuca marcaron la peor masacre del primer año sin Al Asad

Snoubar (Siria), 5 dic (EFE).- El pasado 6 de marzo, la situación ya estaba «tensa» en la costa mediterránea siria, pero el marido de Roula (nombre ficticio) decidió quedarse, pensando que no había razones para que fuese atacado. En cuestión de 24 horas, murió tiroteado junto a otros cientos de miembros de la minoría alauita.

Una comisión investigadora nacional confirmó el fallecimiento de 1.426 personas aquella semana, la mayoría en asesinatos cometidos al margen de las operaciones militares ordenadas por las nuevas autoridades sirias después de que supuestos remanentes del derrocado régimen de Bachar al Asad, alauita, atacaran a las fuerzas gubernamentales.

Fue en aquel contexto que facciones armadas presuntamente favorables a Damasco entraron a aldeas alauitas como Snoubar, en la provincia de Latakia, y fu eron sacando a las calles a los hombres de cada casa para matarlos a «sangre fría», relata a EFE Roula, la única que estaba despierta en su casa la noche del 7 de marzo.

«Todas las luces de la casa estaban apagadas porque no había electricidad y, mientras echaba un vistazo por la ventana, los vi frente a mi jardín en gran número. Había alrededor de 20 combatientes, así que fui inmediatamente a despertar a mi marido para decirle que escapara», explica.

Cinco milicias distintas

«Solo había estado despierto diez minutos cuando escuchamos como la puerta era derribada por disparos, mis hijos de 10 y 12 años se despertaron gritando, los otros niños directamente se desmayaron», agrega.

La mujer cuenta que no pudieron siquiera despedirse y que los milicianos le aseguraron que iban a «degollar» a su esposo, por lo que se sorprendió a sí misma rezando para que muriera por una «bala».

«Se llevaron a todos los hombres de la zona a un lugar que no podíamos saber, ya que no nos dejaban salir de casa o moriríamos junto a nuestros hijos. Una hora más tarde, escuchamos el sonido de una ametralladora pesada, ahí es cuando supimos que todos los hombres habían muerto», continúa Roula.

Su vecina Rania, que también se esconde detrás de un pseudónimo por cuestiones de seguridad, apunta a EFE que diferentes facciones armadas entraron aquel día a Snoubar «una a una», como si cada grupo tuviese asignada una «especialización»: inspeccionar, matar o robar las pertenencias de las familias.

Los primeros grupos interrogaron a su marido y su hijo, pero los acabaron devolviendo a la vivienda con solo moratones en la cara. Sin embargo, la última facción se los llevó a ambos para no volver, pese a las súplicas de Rania y a los gritos desesperados de sus hijas tiradas en el suelo de rodillas.

«Cuando tratamos de seguirle afuera, en el momento en el que abrimos la puerta para salir, (el miliciano) comenzó a disparar a la puerta mientras nos gritaba que no saliéramos de casa. Corrí a la ventana para ver qué iban a hacer con mi marido y mi hijo», dice la viuda, ahogada en llanto.

«Ahí es cuando les vi poniendo de rodillas a mi hijo y mi marido, con las manos detrás de la espalda. Luego les dispararon en la cabeza delante mío», anota, terminando de derrumbarse.

EFE escuchó alrededor de una decena de relatos similares, que coinciden en que solo el primer grupo vestía uniformes de las fuerzas de seguridad oficiales, mientras que entre los siguientes se veían distintivos de la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante, entre otros.

Ese grupo, ya disuelto, lideró la ofensiva que hace este lunes un año tumbó al régimen de Al Asad.

Llamarse Ali

Todos los relatos sobre lo ocurrido el 7 de marzo en Snoubar incluyen también historias de robo de sus coches, dinero y oro, para lo que los atacantes miraban el cuello y las muñecas de las mujeres en busca de joyas.

Salma (nombre ficticio) afirma a EFE que se llevaron sus teléfonos, ahorros y el coche de su hijo Ali. Pero fueron los hombres de la última milicia quienes le robaron lo más preciado que tenía: la vida de su único hijo.

«Llamaron a Ali y le llevaron fuera de la casa, ahí fue cuando empecé a llorar y a suplicarles que le dejaran. Les pregunté qué había hecho para se lo llevasen y el combatiente respondió: ‘es suficiente con que su nombre sea Ali para que le matemos'», sentencia la mujer.

Se trata de un nombre muy vinculado al alauismo, una secta chií.

«Le obligaron a ladrar y a actuar como un perro mientras le maldecía, diciéndole que si ladraba como un perro no le matarían. Pero no cumplieron su promesa y a los 15 minutos le mataron delante de mis ojos, uno me agarraba para que no me acercara a Ali después de que murió», sigue, con lágrimas en los ojos.

Salma, enferma de cáncer, cuenta que las milicias ni siquiera le permitieron enterrar a su hijo y que el cuerpo estuvo abandonado tres días a la intemperie hasta que lo pudo esconder en una tumba ocupada para poder darle sepultura más adelante.

«No solo Ali, sino todos mis vecinos, la mayoría hombres, quedaron muertos en las calles sin que nadie pudiera enterrarlos», concluyó. EFE

sir/amr/jlp

(foto)(vídeo)

Los preferidos del público

Los más discutidos

SWI swissinfo.ch - Sociedad Suiza de Radio y Televisión SRG SSR

SWI swissinfo.ch - Sociedad Suiza de Radio y Televisión SRG SSR