
Los héroes de Yungay, enseñanza del siglo XXI en pos de la igualdad en Chile
Javier Martín
Santiago de Chile, 12 oct (EFE).- Carlos Torres tiene 11 años, la mirada limpia, pasión por los perros y los autos y desde hace apenas unos meses una tableta electrónica prestada con la que estudia en el colegio Los Héroes de Yungay, en el barrio de La Granja, uno de los más deprimidos de Santiago de Chile.
Donada por la Fundación Profuturo, integrada por la multinacional española Telefónica y La Caixa, entidad bancaria catalana, forma parte de una maleta con la que esta institución promueve la educación del siglo XXI en más de 40 países del mundo con el objetivo de acortar esa brecha social que impide la igualdad de oportunidades.
Una distancia socio-económica que es especialmente acusada en Chile, un país avanzado en el que, sin embargo, la educación de calidad, tanto en primaria como en secundaria, es patrimonio casi exclusivo de los colegios privados, en su mayoría religiosos, al alcance de un porcentaje reducido de la población.
“Somos una escuela vulnerable, de escasos recursos. Tener una tablet para ellos es una maravilla, y par nosotros también. Al ser un colegio público no contamos con recursos que lleguen así fácilmente, así que este aporte de Profuturo ha sido maravilloso”, explica a EFE Elizabet Olivares, una de las profesoras del centro.
“Esto es lo que se viene ahora, la educación del siglo XXI. Lo que hacemos todavía (hoy) está quedando en el pasado, como obsoleto”, reflexiona en el interior de un aula con 24 alumnos que miran con atención los dispositivos y siguen con rapidez las instrucciones para conectarse a un juego que asemeja un concurso de televisión.
Los beneficios de este método híbrido, holístico, que mezcla la tecnología y la enseñanza presencial tradicional, son evidentes y casi inmediatos, asegura a EFE Magdalena Brier, directora general de Profuturo, entidad que trabaja en colaboración con organismos internacionales como la Unesco y Unicef.
Y lo corrobora en terreno la propia docente, quien asegura que retienen mejor los conceptos, prestan mejor atención y sobre todo, son más independientes, lo que les permite “avanzar de acuerdo a sus ritmos”, sin sentirse presionados.
“Es algo más amigable, los chiquillos en general me dicen que es como jugar y aprender. Están mucho más sumergidos y eso me facilita también el trabajo porque yo no tengo que estar normando”, insiste la docente.
«Sorprende ver como los chicos tras una clase de Profuturo salen comentando lo estudiado, como vimos en un campo de refugiados libanés, agrega la directora de la Fundación, afianzada en África, Asia y Latinoamérica.
EDUCAR EN EL USO RESPONSABLE DE LA TECONOLOGÍA
Es martes y como todos los martes, en el aula de Elizabet toca clase de ciencias, este vez centrada en la anatomía.
Carlos, y su compañera Fernanda están felices porque han conseguido contestar correctamente, con un simple «click», todas las preguntas que aparecían junto a la imagen del cuerpo humano que proyectaba el pequeño dispositivo.
“De alguna manera también les estamos orientando de que este recurso no es solo jugar, también (sirve) para poder aprender, con su propia iniciativa, investigando temas. Les enseña como utilizar de forma responsable la tecnología”, subraya la docente.
Un reto que, en su opinión, también supone un desafío para los profesores, obligados a actualizarse, a aprender de la tecnología y a apuntar “a las nuevas habilidades que tenemos desarrollar, que son las habilidades del siglo XXI» con clases más amenas.
“Crear, investigar, resolver problemas, que cuestionen, un pensamiento más crítico. Creo que de esta forma les estamos guiando a futuros científicos, desarrolladores. El mundo está esperando esta generación”, concluye.
VENCER A LA PANDEMIA
Carlos, al que le gustaría tener “un perito pequeño y llevarlo a la escuela”, es uno de los escasos alumnos que todavía mantiene la mascarilla en el aula, apenas quince días después de que el Gobierno decretara el fin de su uso obligatorio.
La palabra pandemia aún se cuela en su discurso, como un tiempo presente, al igual que en de su maestra, preocupados ambos por lapso vital y académico que supuso en Chile, uno de los países con la normativa más estricta y prolongada del mundo.
Gracias a la tablet, cree el pequeño, “aprendemos más, aprendemos más y vamos retomando lo que no hicimos en tercero ya que estuvimos en pandemia. Es más fácil aprender así en el colegio, en vez de la casa”, afirma.
A Francisca lo que le gusta es “no tener que escribir”, dice mientras mira de reojo a Elizabet, ahora inclinada sobre la maleta que la conecta con sus alumnos a través de la red y a su clase con un programa mundial innovador que espera impulse la educación pública en Chile y reduzca esa desigualdad que condiciona el provenir. EFE
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