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Malvinas: una disputa muy lejos de resolverse a 40 años del fin de la guerra

Natalia Kidd

Buenos Aires, 14 jun (EFE).- Hace 40 años las tropas argentinas deponían las armas ante la evidente superioridad de las fuerzas británicas, poniendo fin a 74 días de combates en las australes islas Malvinas, una rendición que, sin embargo, no saldó en absoluto la histórica disputa por la soberanía del archipiélago ni cerró las heridas abiertas por el conflicto bélico.

Tras la caída de Puerto Argentino -el nombre que los argentinos dan a la capital de Malvinas-, las fuerzas del país suramericano firmaban su rendición avanzada ya la noche del 14 de junio de 1982. Casi un día después, en un mensaje por cadena nacional, el entonces presidente de facto, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, admitía la derrota.

«El combate de Puerto Argentino ha finalizado. Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la nación. (…) Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de los Estados Unidos», decía un altisonante Galtieri, el penúltimo de los jerarcas que comandaron la sangrienta dictadura que gobernó Argentina entre 1976 y 1983.

El conflicto armado, que se había iniciado el 2 de abril de 1982 con el desembarco de tropas argentinas en Malvinas, se llevó la vida de 649 argentinos, 255 británicos y tres isleños.

SIN NEGOCIACIÓN

La guerra reafirmó el poderío que el Reino Unido tiene en este enclave del Atlántico sur desde 1833, cuando fuerzas británicas ocuparon las Malvinas y desalojaron a sus habitantes y a las autoridades argentinas.

Desde entonces Argentina nunca dejó de reclamar sus derechos soberanos sobre el archipiélago y logró en 1965 que la Asamblea General de Naciones Unidas llamara a ambos países a entablar «sin demora» negociaciones para encontrar una solución pacífica a la controversia.

En los hechos, solo hubo negociaciones entre 1966 y 1982, sin acuerdo alguno y que quedaron truncadas por la guerra.

Londres nunca volvió a la mesa de diálogo, pese a las insistentes peticiones de todos los gobiernos argentinos que, desde el fin de la dictadura, han reclamado sin excepciones retomar las negociaciones, con un apoyo internacional cada vez mayor.

«Para el Reino Unido, después de la guerra, es una cuestión inabordable. El diálogo es imposible porque el Reino Unido considera que no hay cuestión a discutir. Argentina, al menos, lo que pretende es sentarse a dialogar», dijo a Efe Bruno Tondini, profesor de Derecho Internacional en la Universidad Católica y la Universidad Nacional de La Plata y un experto en asuntos relativos a Malvinas.

Al perseverante reclamo argentino en cuanto foro internacional tiene a su alcance se añaden las reiteradas denuncias por la explotación de recursos pesqueros y petroleros que habilita el Reino Unido en torno a Malvinas y que Argentina considera que le pertenecen.

HERIDAS INTERNAS

Además de la irresoluta disputa con Londres, la guerra dejó otras heridas abiertas: la tragedia de los jóvenes argentinos obligados a luchar sin instrucción militar, sin comida ni abrigo suficientes en un clima hostil y, en ocasiones, bajo las ordenes de jefes miliares que les maltrataban e, incluso según denuncias bajo investigación judicial, les sometían a vejaciones.

El regreso al territorio continental tras la derrota ahondó sus heridas. Fueron escondidos por las autoridades militares y, luego, revictimizados por lo que en Argentina se denomina proceso de «desmalvinización», un intento finalmente infructuoso por borrar de la memoria colectiva lo que supuso aquella guerra.

Muchos de los excombatientes se suicidaron.

Otros hallaron resiliencia en la lucha por el reconocimiento de sus derechos, en mantener viva la memoria y la verdad de lo que ocurrió en 1982 y en ayudar a otros compañeros que, al volver, debieron cargar con las secuelas físicas y mentales de la guerra o sufrieron discriminación laboral y social.

ORGULLO

La valoración social de aquellos combatientes es hoy muy distinta. Con motivo de los 40 años de la guerra, Argentina ha desplegado una intensa agenda de acciones, en muchos casos, orientadas al reconocimiento de los «héroes» de Malvinas.

«Sentimos orgullo por nuestros combatientes, nuestros caídos y por nuestro legítimo derecho de soberanía», dijo el presidente argentino, Alberto Fernández, en un acto el pasado 2 de abril, en el que volvió a reclamar a Londres negociar una solución «pacífica» a la disputa y retirar su «desmedida» presencia militar en Malvinas.

Aquel día el Reino Unido se limitó a reafirmar que defenderán el «derecho a la autodeterminación» de los isleños a permanecer bajo control británico. EFE

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