PCC y CV: qué son y cómo operan las dos grandes bandas criminales de Brasil
Carlos Meneses
Belém (Brasil), 31 oct (EFE).- El crimen organizado ha crecido en los últimos años en Brasil con la aparición de decenas de siglas, aunque son dos las bandas que controlan la mayor parte del tráfico de drogas y armas: el Primeiro Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV).
La reciente masacre en un complejo de favelas de Río de Janeiro, que causó la muerte de entre 121 y 132 presuntos delincuentes, según diversas fuentes, ha puesto de relieve el poderío de estos grupos y la incapacidad del Estado para desactivarlos por completo.
Estas son las claves de los dos principales actores del crimen organizado en Brasil:
1. PCC, el ‘sindicato’ surgido en una cárcel de São Paulo
Según un informe del Ministerio de Justicia, hay 88 organizaciones criminales identificadas en Brasil.
«El crimen organizado se ha desarrollado mucho y es el principal desafío de seguridad en Brasil. PCC y CV están presentes en casi todo el país», afirma a EFE David Marques, coordinador de proyectos del Fórum Brasileño de Seguridad Pública.
El PCC se fundó en 1993 en una cárcel de São Paulo, como una suerte de sindicato para proteger a sus miembros del hacinado y degradante sistema penitenciario brasileño. Publicó hasta un estatuto con sus normas y estableció una férrea jerarquía.
Hoy es una de las bandas más poderosas de Suramérica, con ramificaciones en prácticamente toda la región, sobre todo en Bolivia y Paraguay.
Según las investigaciones de la Fiscalía, su más alto órgano de decisión recibe el nombre de Sintonía Final, una especie de consejo de sabios.
Su máximo líder es Marcos Willians Herbas Camacho, conocido como ‘Marcola’, preso en una cárcel de máxima seguridad. Se estima que tiene entre 30.000 y 40.000 miembros solo en Brasil.
2. CV: nacida en Río y avanzando en la Amazonía
Comando Vermelho nació en Río de Janeiro, también dentro del sistema penitenciario, pero es más antigua y menos organizada que PCC, según un informe del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea).
Su origen se remonta a los 70, en plena dictadura militar (1964-1985), a partir de una antigua facción llamada Falange Vermelha, dedicada entonces a luchar contra las torturas y los malos tratos en la cárcel.
Con los años evolucionó a una estructura criminal que controla barrios enteros de Río, con presencia en buena parte del país.
Según Marques, CV ha crecido mucho desde 2017 en la Amazonía y el noreste, las dos regiones más pobres de Brasil.
No obstante, a diferencia del PCC, CV goza de autonomía en cada territorio, es decir, es una banda descentralizada, funciona como una «franquicia», con cabecillas regionales y alianzas con grupos locales.
Cada bastión tiene su líder y sus normas. Por ejemplo, en Belém, donde a partir de la próxima semana se celebrará la cumbre climática de la ONU (COP30), en plena Amazonía, hay barrios marcados con las siglas CV pintadas en rojo en los postes de luz y grafitis con reglas de comportamiento para los vecinos como «Prohibido robar en la comunidad», según constató EFE.
3. La cárcel y la pobreza, el caldo de cultivo
Buena parte de la cantera de estas dos bandas sale de las cárceles y de las zonas más pobres de la sociedad. Brasil mantiene en celdas a 705.872 personas, según los datos del Gobierno de este viernes. Pero solo tiene capacidad para alrededor de medio millón.
En condiciones tan precarias, los nuevos presos se unen a estas bandas en busca de protección dentro de los presidios. Es común en las cárceles brasileñas tener pabellones específicos para los reclusos de cada facción.
Además, muchos de los jefes de PCC y CV ya están en la cárcel, pero continúan dando órdenes desde dentro a través de abogados, familiares u otras vías.
4. «Multinacionales» del crimen
Para Ignacio Cano, sociólogo de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, el crimen organizado de Brasil no aspira a tomar el poder, ni tiene un proyecto político, «quieren lucro, trabajan corrompiendo el Estado».
Y para eso han diversificado sus negocios de forma inimaginable. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha referido a estas bandas como «multinacionales» del crimen.
Las últimas operaciones policiales han destapado que el PCC se ha infiltrado en empresas de transporte municipal, moteles, puestos de gasolina, el mercado inmobiliario y hasta en compañías tecnofinancieras.
Incluso, unos diez días atrás, se desarticuló una red de blanqueo de capitales del PCC a través de tiendas de peluches.
El CV tiene una estrategia criminal diferente, más centrada en ejercer dominio territorial y a partir de ahí explotarlo mediante la extorsión a comerciantes o el monopolio de servicios básicos, como gas, internet, transporte o televisión por cable. EFE
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