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En Suiza, “la población extranjera, demasiado grande para ignorarla”

Estación de trenes de Zúrich y afiche que muestra una mujer con burka.
Afiches contra la naturalización facilitada en la estación central de trenes de Zúrich, 2017. © Keystone / Alessandro Della Valle

Una de cada tres personas en Suiza no puede participar en elecciones y votaciones nacionales. La mayoría no lo puede hacer por no tener el pasaporte suizo. ¿Qué significa vivir en el país que más votaciones populares celebra en el mundo sin poder tomar parte en las decisiones?

Estefanía Cuero tiene dos pasaportes, el ecuatoriano y el alemán, y vive desde hace cuatro años en Suiza. La asesora en cuestiones de diversidad cultural y doctoranda en la Universidad de Lucerna sostiene: “He vivido ya en distintos países, pero hasta ahora solo en Suiza me he visto obligada a enfrentarme directamente con el hecho de que otros habitantes decidieran sobre mi vida y mi bienestar. Es una experiencia muy nueva para mí, y a veces muy desagradable.”

Temas muy concretos son la causa de esta sensación: “Especialmente la votación sobre la prohibición del burka me afectó mucho. No me sentí bienvenida, a pesar de no llevar nicab, ni ser musulmana. A mi entender, esta decisión transmite el mensaje: Aquí no queremos ver a personas que percibimos como extrañas”, indica Cuero.

Ciertamente, la democracia directa sirve para involucrar a la población en las decisiones políticas. Pero las decisiones populares también visibilizan reiteradamente a aquellos que no forman parte del pueblo electoral.

A escala nacional, un 35% de los 8,7 millones de personas residentes en Suiza no poseen el derecho de sufragio: “Con frecuencia se dice: ‘Suiza ha elegido, Suiza ha votado’”, señala Cuero. “Pero si el 35% no puede votar, difícilmente se puede sostener tal afirmación, si no es directamente falsa. No es Suiza, son personas o grupos muy específicos quienes deciden sobre los demás y quienes, por lo tanto, ejercen poder sobre otros grupos que son parte de Suiza.”

Gráfico
Kai Reusser / swissinfo.ch


Los extranjeros son el principal grupo que no puede coparticipar en asuntos nacionales. En este punto, Suiza no es distinta a la gran mayoría de países. Solo existen cuatro naciones en el mundo donde las personas pueden ejercer el derecho de sufragio sin poseer la ciudadanía local: Chile, Uruguay, Nueva Zelanda y Malawi.

Pero la cuestión de la participación de las extranjeras y los extranjeros es más urgente en Suiza que en otros países, porque el porcentaje de los residentes no nacionales es alto: pues, un residente de cada cuatro no posee el pasaporte suizo.

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Esta circunstancia puede provocar situaciones insólitas en algunos municipios: En Spreitenbach, por ejemplo, el número de residentes extranjeros mayores de edad era equiparable al de las personas con derecho a voto cuando se celebraron las elecciones nacionales de 2019. En total, el electorado solo abarcaba el 39% de la población local. Pero como en Spreitenbach fue muy baja la participación electoral, solo un 10% de los habitantes participó efectivamente en estas elecciones.

Durante mucho tiempo estuvo excluida de la participación democrática una parte enorme de la sociedad: las mujeres.

Sometidos a las decisiones de otros

“El porcentaje de la población extranjera ha alcanzado una cifra que ya no podemos ignorar”, asevera Sanija Ameti, copresidenta de Operación Libero.

Cuando Ameti tenía tres años, su familia huyó de Bosnia para trasladarse a Suiza. Durante su juventud se sometieron a votación varias iniciativas populares convocadas mayoritariamente por la Unión Democrática de Centro (UDC/derecha conservadora), que giraban en torno a la política migratoria y que frecuentemente hacían propaganda contra las diáspora de los Balcanes.

“Mis padres y yo no pudimos participar en esas votaciones, y eso a pesar de que nos concernían directamente. Fue una experiencia extremadamente frustrante, porque no nos quedaba otro remedio que soportar esta política xenófoba e islamófoba”, recalca Ameti. Esta fue una de las razones que me empujaron a meterme en política, añade.

“La iniciativa contra la inmigración masiva me ha politizado”, dice por su parte Hendrik Jansen, que nació, se educó y estudió en Suiza. Hoy trabaja en la Administración pública, por lo que tiene prohibido expresarse públicamente sobre política. Por esta razón hemos cambiado su nombre.

Pone de relieve que como neerlandés lo tiene más fácil que otros inmigrantes: “La sociedad suiza pocas veces tiene problemas con las personas del norte de Europa. Cuando digo de donde soy, me contestan a menudo: ‘¡Pero si eres de los buenos!’” Pero esto no tiene ninguna relevancia ante la ley: una ley de expulsión de extranjeros más estricta afecta indiscriminadamente a todos los ciudadanos sin pasaporte suizo independientemente del origen.

¿Coparticipación como medida de integración?

Si Jansen obtuviese la nacionalidad suiza, podría participar en las decisiones. ¿Por qué no dar este paso? “Al menos en el ámbito municipal no debería ser un criterio la nacionalidad”, opina Jansen, que se dedica activamente al asociacionismo y a trabajos de voluntariado: “Si me comprometo a favor de la sociedad, debería tener el derecho a participar.”

Con estas palabras, Jansen aborda un punto central del argumentario de aquellos que defienden el derecho de voto para los extranjeros: los residentes sin pasaporte suizo participan de forma normal y corriente de la vida social y pagan aquí sus impuestos. Cabe preguntarse entonces: ¿Por qué no pueden codecidir sobre la repartición de estos fondos? Además, se ven afectados directamente por las leyes suizas, al igual que todos los demás que viven aquí. Esto nos lleva a otra cuestión: ¿Por qué una parte de la población no puede participar en las decisiones sobre las normas que está obligada a cumplir? Aún mayor peso cobra esta pregunta si tomamos en consideración que Suiza otorga el derecho de voto incluso a personas que no pagan impuestos aquí, ni se ven sometidas directamente a la gran mayoría de leyes: las suizos y los suizos en el extranjero.

Pero incluso si Hendrik Jansen quisiese solicitar el pasaporte suizo, no lo podría hacer en estos momentos: recientemente, se ha mudado. Son solo unos pocos kilómetros, pero para la mudanza ha tenido que cruzar una frontera municipal. Y esto significa que deberá esperar otra vez varios años antes de poder pedir la nacionalidad.

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Ameti, en cambio, se nacionalizó y trabaja hoy como militante del Partido Verde Liberal. “He tenido la suerte de poder adquirir la ciudadanía en la ciudad de Zúrich. En otras partes el procedimiento de naturalización no es tan imparcial como aquí. En algunos ayuntamientos realmente te hacen la vida imposible”, enfatiza.

Lograr la integración a través de la coparticipación política es una idea que debe volver al primer plano, opina Ameti. Que esta idea puede funcionar, lo demuestra el caso de Jens Weber.

Weber vive en la comuna appenzellense de Trogen, uno de los pocos municipios en la Suiza germanoparlante que conoce el derecho de voto para los extranjeros (véase recuadro). En 2006, salió elegido diputado al concejo municipal, y eso con carta de naturaleza estadounidense. “Fue uno de los mejores días de mi vida cuando en 2006 pude ir a Trogen y decir: ‘¡Ya está, ahora puedo decidir!’ Esta experiencia me ha marcado profundamente y me ha llevado a la conclusión de que quería hacerme suizo”, comentó en un panel organizado por SWI swissinfo.chEnlace externo.

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La población extranjera puede votar en el ámbito comunal y en ocasiones también a nivel cantonal en casi todos los cantones de la Suiza francófona. En la Suiza de expresión alemana, sin embargo, pueden depositar su voto en las urnas solo los extranjeros que residen en algunos municipios de los cantones de Appenzell Rodas Exteriores y los Grisones. En otros cantones como Zúrich se está debatiendo sobre el derecho de voto para los extranjeros. Y en el cantón de Solothurn se rechazó el pasado mes de septiembre una iniciativa que pedía el voto extranjero.

La diversidad suiza como identidad

Sin embargo, una posible reforma de la ley electoral o de las leyes de nacionalización por sí sola no es determinante si se pretende satisfacer a la gran mayoría de los que no poseen el derecho de sufragio en Suiza.

“Es necesario una discusión sincera sobre qué es Suiza y quiénes son los suizos. Es preciso que la autopercepción de las suizas y suizos refleje la diversidad social existente”, exige Cuero.

“Quienes afirman la existencia de una única cultura suiza, deberían explicarme la razón de ser de la fosa del Rösti”, remarca Jansen. “Tampoco las suizos y los suizos son todos iguales. Las diferencias entre ellos no son necesariamente más pequeñas que las que hay entre un suizo y un extranjero.”

Traducido del alemán por Antonio Suárez

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