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El largo camino hacia el sufragio femenino

1991: cae el último bastión de los hombres en Suiza

Foto en blanco y negro: hombres y mujeres votan a mano alzada
El gran día: El 28 de abril de 1991, las mujeres del cantón de Appenzell Rodas Interiores pudieron participar por primera vez en la Landsgemeinde. El año anterior, los hombres habían votado en contra del sufragio femenino en la asamblea cantonal. Keystone

En 1990, los hombres del cantón de Appenzell Rodas Interiores, donde viven unas 16 000 personas, negaron a las mujeres el derecho al voto a nivel cantonal. swissinfo.ch ha hablado con algunas mujeres de Appenzell sobre aquellas razones y la evolución habida desde entonces.

Durante el año, los coches aparcan en la plaza de la Landsgemeinde de Appenzell Rodas Interiores, una de las formas más antiguas de la democracia directa suiza donde los ciudadanos votan a mano alzada. Pero un día de primavera, miles de ciudadanos y ciudadanas de Appenzell acuden a este lugar para votar sobre el destino político de su cantón. Unos y otras se apiñan en esta plaza, salvo el año de la pandemia. Parece increíble, pero hace solo 30 años las mujeres no podían votar aquí.

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¿La Landsgemeinde, folclor o democracia de base?

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“Grüezi”: ya sea en la plaza o frente al edificio del gobierno cantonal, el municipio de Appenzell es probablemente la única capital de un cantón en cuyas calles los forasteros son saludados por los lugareños, que se refieren a su ciudad como el “pueblo”.

El 7 de febrero de 1971, los suizos votaron sí al sufragio femenino. Así pues, Suiza fue uno de los últimos países en introducir el sufragio universal. Este hecho hace que sea una democracia liberal joven, a pesar de que a menudo sea citada internacionalmente como modelo de democracia directa. 

swissinfo.ch dedica un especial a este poco glorioso aniversario. Se inaugura con un reportaje sobre Appenzell Rodas Interiores, que fue el último cantón de Suiza en introducir el sufragio femenino a nivel cantonal y municipal, en 1991.

El 4 de marzo, SWI swissinfo.ch organizará una mesa redonda digital sobre el tema “50 años de sufragio femenino: una vieja cuestión de poder, una nueva lucha con nuevas caras”.

Anju Rupal ya vivía en el “pueblo” a finales de los años ochenta. Al principio no reparó en el déficit democrático. “Mis amigas me enviaron extractos del New York Times y del The Guardian“, recuerda. Esta británica de raíces indias se enteró de la falta de sufragio femenino en el lugar donde vivía por la prensa internacional. Viéndolo ahora de manera retrospectiva, puede parecer algo ingenuo, pero Rupal suponía entonces que en las democracias occidentales todo el mundo tenía derecho a voto.

Anju Rupal
Anju Rupal se enteró del atraso de Appenzell por sus amigas de Nueva York. swissinfo.ch

Fue rápidamente aceptada en Innerrhoden. Eso se debe a su naturaleza, pero también a que está casada con un hombre de Appenzell. “En Appenzell la gente pregunta siempre, ‘¿De quién eres?’”, explica Rupal, consciente de que actitudes como esta son probablemente uno de los factores por los que el bastión masculino excluyó a las mujeres durante tanto tiempo.

Contra la Suiza “Walt Disney” de los hombres

Rodas Interiores solo juega un papel marginal en el movimiento feminista suizo. A escala nacional el sufragio femenino no se introdujo hasta 1971, 65 años después que Finlandia en Europa y doce años después que el pionero cantón de Vaud. Se logró mediante un referéndum entre los votantes masculinos. A raíz de ese resultado, casi todos los cantones introdujeron el sufragio femenino a escala local a más tardar en 1972.

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Foto en blanco y negro de gente esperando su turno para votar

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Rupal obtuvo su pasaporte suizo al casarse y pudo así estar presente la primera vez que se permitió a las mujeres de Appenzell asistir a la Landsgemeinde (asamblea cantonal). Cuando lo recuerda se siente todavía eufórica. “Estaba tan emocionada que voté con ambas manos; probablemente fueron las únicas manos morenas que se alzaron ese día”.

En el vecino cantón de Appenzell Rodas Exteriores, la Landsgemeinde aprobó la introducción del sufragio femenino en 1989. Mientras las mujeres de Rodas Exteriores habían hecho llegar una petición al Parlamento federal, no hubo gran preocupación a nivel nacional por la postura de Rodas Interiores. Las feministas de las grandes ciudades hablaban en la televisión suiza “de una obra de Walt Disney” y a escala local no existía un movimiento feminista amplio.

Cuando a fines de la década de 1980 la organización feminista del Partido Socialista suizo celebró su reunión anual en Appenzell, encontró escaso apoyo. El reflejo defensivo contra una intervención desde fuera fue bastante fuerte en Rodas Interiores.

“Aquí participaron luchadoras solitarias como Ottilia Paky-Sutter o la artista Sibylle Neff, que arrojaron platos por la ventana en protesta durante la Landsgemeinde“, recuerda Agathe Nisple. La acción más importante fue un anuncio en el que las mujeres de Rodas Interiores declaraban su derecho al voto.

A Ottilia Paky-Sutter le pasó lo contrario que a la británica Anju Rupal. Esta mujer originaria de Appenzell y defensora del sufragio femenino perdió su pasaporte suizo al casarse con un ciudadano austriaco en 1947. Esta experiencia de exclusión, para una oriunda de Appenzell de pura cepa y estrella de la música folk, supuso la politización de Paky.

En 1952, la Langsmeinde le devolvió a ella y su familia la ciudadanía suiza a cambio del pago de 2 500 francos. La cantidad corresponde aproximadamente al poder adquisitivo actual de 12 000 francos. Pero la experiencia marcó a Paky durante toda su vida y la convirtió en una firme defensora del derecho al voto.

A fines de los años70, Paky convocó una serie de reuniones a las que asistieron alrededor de 60 mujeres. Un argumento habitual de los adversarios del derecho al voto femenino en aquel momento era que solo carecían de derechos políticos las mujeres inmigrantes. Paky quiso luchar contra esta situación y puso un anuncio en el que pedía que inscribieran su nombre el mayor número posible de mujeres. Tras comprobar que solo había 25 mujeres dispuestas, Paky dio por finalizado su proyecto de formar un movimiento.

Económicamente independientes

Debido al éxito de la artesanía del bordado a mano, muchas mujeres locales disponían, ya desde principios del siglo XX, de unos ingresos sólidos, según afirma la historiadora del arte Agathe Nisple. La esfera política, sin embargo, siguió siendo puramente masculina.

Agathe Nisple
Agathe Nisple:”No estaba de moda estar a favor del sufragio femenino, tanto entre las mujeres como entre los hombres”. swissinfo.ch

Nisple, que ahora tiene 65 años, creció en Appenzell, pero dejó temporalmente su pequeño mundo para trabajar y estudiar. A nivel nacional, pertenece a la primera generación de mujeres suizas que han podido votar y ser elegidas a lo largo de toda su vida adulta. En cambio, en su cantón natal solo pudo observar la política durante mucho tiempo sin disfrutar de ningún derecho.”Ahora han pasado ya 30 años… pero, por otro lado, solo 30 años”, dice esta mujer oriunda de Appenzell.

Después de que en la primavera de 1990 la Landsgemeinde, compuesta exclusivamente por hombres, rechazara nuevamente el sufragio femenino, se presentó una reclamación con un centenar de firmas ante el Tribunal Federal. El 26 de noviembre de 1990, el más alto tribunal suizo la aprobó por unanimidad.

Mentalmente, los hombres en las trincheras

“Agradecí la decisión del Tribunal Federal”, afirma Nisple,”de lo contrario, hoy podríamos todavía no tener derecho al voto”. En 1990, todos los hombres del parlamento cantonal de Appenzell estaban a favor; sin embargo, la Landsgemeinde -compuesta solo por hombres- decidió lo contrario.

A principios del siglo XIX, ocho cantones decidían sus asuntos en las asambleas cantonales. En la actualidad, además de la de Glarus, la Landsgemeinde de Appenzell Rodas Interiores es la última que queda. En 1989, en la vecina Appenzell-Rodas Exteriores una mayoría de hombres votó a favor del sufragio femenino. Fue precisamente esa decisión la que hizo perder la confianza en esta forma ancestral de la democracia directa entre muchos hombres partidarios de la Lansgemeinde y que se oponían al sufragio femenino, y fraguó una mayoría que decidió su abolición a finales de la década de 1990.

Como suele ocurrir cuando los hombres niegan al otro sexo derechos, espacios y posturas, muchos adversarios del derecho al voto femenino no esgrimieron argumentos abiertamente sexistas. Se dijo, por ejemplo, que el lugar de reunión era demasiado pequeño si se permitía también la participación de las mujeres. En un debate televisivo, un adversario al sufragio femenino afirmó que la Landsgemeinde era para los hombres lo mismo que el Día de la Madre para las mujeres. No había tenido en cuenta que no todas las mujeres son madres. Incluso llegó a nosotros el rumor de que la hija de una defensora del derecho al voto necesitó protección policial para ir a la escuela.

Agathe Nisple ha sido siempre una franca defensora del sufragio femenino. “Incluso en mi juventud, los compañeros se burlaban de nosotras. Decían que no era necesario, que era algo que no se necesitaba”. Siempre reaccionó a las provocaciones de una manera constructiva y explicativa. “A veces me pregunto si eso era lo correcto”.

Al final, Landsgemeinde para ambos sexos  

El estreno con mujeres en la “plaza” de la Landsgemeinde transcurrió sin ningún conflicto. “Eso me sorprendió enormemente, pero también me complació mucho”, dice Nisple. Aproximadamente, una tercera parte de los 4 000 asistentes a la asamblea cantonal de 1991 fueron mujeres. Solo una vez una de ellas tomó la palabra. “Se necesita fuerza para tener una opinión diferente. Pero forma parte de ello”, dice. Cualquier argumento dicho desde el podio puede hacer cambiar la opinión de la plaza. A Nisple le sigue encantando ese ritual democrático. 

En el resto de Suiza, mucha gente considera anticuada la Landsgemeinde. Debido a la hora y el lugar fijados, los enfermos y ausentes quedan excluidos de la votación. Y, por supuesto, todo el mundo puede ver quién vota y qué. Por tanto, no se preserva el secreto del voto, requisito básico para el funcionamiento de una democracia. Nisple señala: “En el caso del sufragio femenino, la dinámica de grupo fue sin duda un factor. No estaba de moda estar a favor del sufragio femenino, tanto entre las mujeres como entre los hombres”.

A principios de la década de 1990 se fundó el Foro de la Mujer como asociación. Las mujeres se convirtieron en jueces y diputadas cantonales. La carrera de Ruth Metzler, probablemente la mujer más famosa del cantón más pequeño de Suiza, la llevó hasta el Consejo Federal (gobierno) en 1999. Pero en comparación con el resto de Suiza, la proporción de mujeres en el parlamento cantonal se ha mantenido extremadamente baja hasta el día de hoy.

Un espacio público dominado por hombres

Solo once de los 50 miembros son mujeres. Una de ellas es Gerlinde Neff-Stäbler, que nos cuenta cómo lo vivió hace 30 años. Era un miércoles, un “Mektig”, como se dice en dialecto de Appenzell. “El casco antiguo de la ciudad estaba lleno de humo. En todas partes había hombres sentados con sus pipas o sus cigarros hablando de sus asuntos: granjeros, ganaderos, molineros y comerciantes de harina”.

Gerlinde Neff-Stäbler
Gerlinde Neff-Stäbler: “Era una muchedumbre de hombres”. swissinfo.ch

¿Mujeres también? “No, no había mujeres. Yo acababa de llegar de Stuttgart y me pregunté de qué se trataba, qué significaba esa muchedumbre de hombres”. Neff-Stebler llegó a la Suiza oriental desde la ciudad alemana de Stuttgart para trabajar como enfermera. Pronto cambió de trabajo para dirigir una granja alpina con su actual marido, oriundo del cantón de Appenzell.

Hoy representa a la facción campesina en el parlamento cantonal. “Soy de carácter moderado, no una luchadora vehemente”. Cuando sigue los debates del Parlamento federal, se alegra de que el tono de su parlamento cantonal sea más amable. “Pero estoy convencida de que es necesario que haya mujeres que se hagan oír con claridad”. De las reivindicaciones expresadas con firmeza una buena parte se queda en el camino hasta que llega el cambio. “Ojalá que lo que quede entonces sea la igualdad”.

Hace poco un hombre le dijo que no había asistido a ninguna Landsgemeinde desde que entró en vigor el sufragio femenino. “Todavía hay hombres a los que no les gusta. Y todavía hay mujeres que no asisten”, dice Gerlinde Neff-Stäbler.

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Escultura en hierro de una mujer con un libro bajo el brazo titulado una mujer, un voto

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Traducción del alemán: José M. Wolff

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