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Elecciones en Suiza: qué opinan los periodistas de SWI swissinfo.ch de todo el mundo

Siluetas de pie sobre un mapa de Suiza
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Nuestro equipo de periodistas dedica su trabajo diario a relatar lo que ocurre en Suiza. Hoy, algunos de sus miembros nos ofrecen una visión personal sobre el interés de las elecciones suizas más allá de sus fronteras.

En Berna, SWI swissinfo.ch cuenta con periodistas de 15 países que reportan diariamente el acontecer nacional. Muchos han vivido por décadas aquí, pero se mantienen al día de la actualidad de sus países. Seis de ellos, originarios de Japón, Estados Unidos, Túnez, Rusia, China y México, nos cuentan por qué consideran que las elecciones suizas son interesantes cuando se las compara con otras experiencias.

En Suiza, las elecciones federales se celebran cada cuatro años. Y los medios de comunicación internacional suelen prestarles poca atención porque, en una Suiza siempre estable, son discretos los cambios que se producen. Pero los entrevistados opinan que hay múltiples razones por las que deberían atraer más atención global.

“Pulverización del poder en vez de telenovelas”

Patricia Islas, servicio en Español

“Los instrumentos de la democracia directa nos restan poder a los parlamentarios porque sabemos que es el pueblo el que tiene la última palabra. Así es como se pulveriza el poder en Suiza”, fue la respuesta que nos dio hace algún tiempo un legislador suizo a dos periodistas mexicanos y a mí cuando le preguntamos cómo funcionaba el sistema político suizo.  Efectivamente, los buenos resultados electorales no son un voto de confianza ciego al nuevo Gobierno tras unas elecciones parlamentarias.

El derecho de los suizos a vetar las decisiones tomadas por el poder legislativo es una constante: las votaciones populares periódicas de iniciativas y los referendos conceden a los suizos la oportunidad de expresar su opinión sobre las decisiones del gobierno federal, o proponer enmiendas constitucionales.

Patricia Islas
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Soy de México. Hace más de 25 años, pregunté a algunos medios de comunicación de mi país si podía trabajar con ellos como corresponsal extrajera en Suiza. “La política suiza es aburrida”, era la respuesta habitual que recibía.

Creo que es una cuestión de perspectiva. Ciertamente, las elecciones suizas no se reducen a una lucha de poder entre dos o tres figuras políticas. Pero justo por eso es interesante analizar el sistema suizo. En comparación con el mexicano, el presidente suizo tiene poco peso. En Suiza, una vez que el pueblo ha votado, el poder legislativo elige al gobierno federal. Y es un consejo conformado por siete miembros afiliados a los partidos políticos más fuertes. Esto explica que el consenso sea fundamental, y que el poder político esté distribuido entre varios partidos.

Ésta es posiblemente la razón por la que no todos los suizos conocen el nombre de los miembros del gobierno. A veces la gente ni siquiera sabe quién está ocupando el cargo presidencial, ya que esta función se rota una vez al año entre los miembros del gobierno y es fundamentalmente simbólica.

Tener una presidencia rotatoria es otra de las características fundamentales del sistema suizo de reparto del poder que hace una gran diferencia entre Suiza y otros países, como México, en donde la política es casi una telenovela.

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“En Suiza, hay cosas que cambian, literalmente, cada día”

Igor Petrov, servicio en Ruso

Suiza es un país pequeño y modesto. Aquí, la gente cree que el sistema democrático de su Confederación es tan complicado que sería demasiado difícil explicarlo a los extranjeros. Pero hay algo paradójico en ello. Aunque Suiza está en el corazón de Europa, es una de las principales potencias de la globalización económica, es un actor clave de la banca y las finanzas globales, es un centro neurálgico de las sedes de las principales organizaciones internacionales, y un país con un poderoso complejo militar e industrial, en el terreno práctico, sus elecciones federales jamás suelen atraer especial atención y casi nadie, fuera de Suiza, conoce los nombres de sus principales políticos.

Igor Petrov
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Debemos cambiar esto y explicar por qué es así: los instrumentos de la democracia representativa tradicional coexisten con los instrumentos de la democracia directa. ¿Por qué las elecciones nacionales suizas no traen muchos cambios? Porque en Suiza no sólo se producen transformaciones cada cuatro años sino, literalmente, todos los días. Lo anterior se debe a que las votaciones populares se celebran de forma regular a escala nacional, cantonal y municipal. Y, debido al sistema de la democracia directa, el resultado electoral de un partido no supone una gran diferencia en Suiza.

Es más relevante cómo opera un partido en el día a día en los distintos niveles del sistema federal (local, cantonal y nacional) durante el tiempo que transcurre entre una elección y otra. Gracias a las votaciones populares periódicas y a los referendos, una victoria electoral no es una carta abierta para que el partido ganador haga lo que quiera durante los cuatro años siguientes.  Al día siguiente de las elecciones, los partidos están obligados a presentar al pueblo soluciones a problemas muy concretos. Suelen ser propuestas, o iniciativas legislativas, que más tarde serán sometidas a un referéndum. Por lo tanto, puede suceder que el ganador de ayer sufra mañana una derrota importante en un tema concreto.

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Suiza corre el riesgo de convertirse en una “democracia plateada”

Tomoko Muth, servicio en Japonés

El término “democracia plateada” existe desde hace mucho tiempo en Japón. Debido al envejecimiento de la población y la baja participación electoral de los jóvenes, la “política de los mayores, hecha por los mayores y para los mayores” domina las elecciones niponas. Esto facilita que los políticos con más años y sus partidos ganen (los procesos electorales) y pongan en marcha sus políticas. Por ejemplo, como los elevados presupuestos destinados en Japón a la asistencia social presionan las finanzas públicas, se posponen siempre las reformas que reducen el gasto destinado a las personas mayores, al tiempo que los jóvenes se enfrentan a incrementos en los impuestos y en el coste de sus primas de seguro. Los jóvenes japoneses no tienen futuro, y la tasa de natalidad mantiene una trayectoria descendente.  Hay un círculo vicioso.

Tomoko Muth
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En Suiza preocupa poco que la democracia camine en esta misma dirección. En la campaña electoral de este año, los socialdemócratas de izquierdas exigieron ampliar las guarderías públicas, pero la principal fuerza política, el Partido Popular Suizo, está en contra. Y las encuestas sobre los temas más acuciantes muestran que “las primas del seguro de enfermedad”, “la inmigración” y “las reformas de las pensiones” encabezan la lista de preocupaciones. Pero la “política familiar” ni siquiera se menciona.

¿Cuáles son las razones del desinterés de los suizos por la política familiar? ¿No es acaso la baja tasa de natalidad un grave problema en Suiza? Por otra parte, el país ejerce una fuerte atracción sobre los inmigrantes que buscan salarios más altos, un nivel de vida más elevado y un entorno político y económico de mayor estabilidad. ¿No sería relevante pues que haya más políticos que representen los intereses de los jóvenes en el Parlamento, donde las cuestiones políticas específicas se deciden por referéndum? Para mí, son preguntas sin respuesta.

Creo que Suiza podría convertirse en una “democracia plateada”. El 19,2% de la población será anciana en 2022, cifra inferior al 29,1% de Japón. Sin embargo, el 26% de la población mayor de 18 años que vive en Suiza son extranjeros sin derecho a voto. Por lo tanto, el electorado real es, en términos prácticos, mucho mayor, con un 23,1% de ancianos, casi el mismo nivel que en Japón en 2010.

¿Hay alguna forma de evitar que Suiza se transforme en una “democracia plateada”? Si lo logra, sería un caso de referencia para todos los países desarrollados que también tienen sociedades envejecidas.

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“Quiero participar plenamente en el proceso democrático”

Amal Mekki, servicio en Árabe

Hoy recuerdo con nostalgia mi primera participación en las elecciones legislativas de Túnez, a los 22 años. Tal vez no eran las primeras elecciones en mi país, pero sí fue mi primera votación libre, democrática y transparente.

En aquel momento, me deleitaba mojar el dedo en la tinta azul con la que validaría mi papeleta y compartir esta experiencia en las redes sociales. Para mí, fue una celebración y el cumplimiento de un derecho político.

Al contribuir con mi papeleta a la democratización de mi país, sentí el peso histórico que tenía ese momento para las generaciones anteriores y para la mía propia. Como ahora vivo en Suiza, sobra decir que me encantaría tomar parte de su proceso democrático.

Amal Mekki
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Pero para una cuarta parte de la población suiza en edad de votar, de la que soy parte, aún está prohibido depositar una papeleta en la urna en las próximas elecciones.

Los cerca de 2,3 millones de personas de origen extranjero que viven en Suiza, no recibieron un sobre con las papeletas de voto. Hay que ser suizo para poder votar o presentarse en una elección en Suiza. Y algunos se preguntan por qué alguien que es de origen extranjero debería interesarse por estas elecciones.

Como periodista extranjera que trabaja en Suiza, para mí las futuras elecciones son una cuestión que trasciende las fronteras nacionales. El resultado podría tener un impacto definitivo en las personas y familias de origen inmigrante, dondequiera que se encuentren en la actualidad.

El rumbo que tome el Parlamento suizo tras esta votación también podría influir en su futuro, e incluso podría decidir el destino de miles de personas en materia de temas migratorios y de cooperación internacional, un ámbito en el que Suiza juega un rol destacado. Así que no se trata solo de una cuestión de política interior, sino del impacto que esta orientación política puede tener en la vida de miles de personas en el extranjero.

Por ello, aunque yo no podré votar, me mantendré atenta y seguiré de cerca estas elecciones. Y al igual que otras personas excluidas de este proceso, mantendré vivo el sueño de poder algún día participar en esta danza democrática.

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“El Partido Comunista ocupa un lugar más destacado en la Constitución china que Dios Todopoderoso en la Constitución suiza”

Servicio en Chino

En Suiza, los partidos tienen un papel completamente distinto al que se conoce en China.

Ya en el preámbulo de la Constitución china, el “Partido Comunista de la República Popular China (PCCh)” ocupa un lugar más destacado que “Dios Todopoderoso” en el preámbulo de la Constitución suiza. Mientras el artículo 1 de la constitución helvética hace referencia a los 26 cantones que integran la Confederación Helvética, el artículo 1 de la constitución china deja claro que el sistema socialista es el sistema básico de la República Popular China y que el liderazgo del Partido Comunista es la característica definitoria del socialismo chino.

El cargo de Secretario General del PCCh concentra un poder absoluto en China, mientras que el poder de los miembros del gobierno y los presidentes de los partidos suizos depende de su capacidad de convencer en las elecciones. De hecho, el estatuto jurídico de los partidos políticos suizos es bastante frágil.

Es solo desde 1999 que cuentan con un pequeño artículo constitucional propio (Art. 137): “Los partidos políticos contribuirán a formar la opinión y la voluntad del pueblo”. Sin embargo, en Suiza nunca se habla de la relación del Estado con algún partido, en particular, porque hay muchos distintos. Hay 11 partidos políticos representados en el Parlamento. Cuatro de ellos se encuentran representados además en el Gobierno, en el Consejo Federal.

En Suiza, el panorama de los partidos cambia constantemente. Los partidos van y vienen, algunos se fusionan, otros cambian de nombre y algunos más simplemente se mantienen estables. Pero todos deben mostrar la solidez de sus conceptos políticos y su fuerza cuando luchan por obtener votantes.

Deben convencer a su electorado proponiendo soluciones que respondan a los problemas que preocupan a la población. Y son los electores quienes deciden y manifiestan, frecuentemente sin concesiones, cuando se sienten inconformes con respecto al desempeño de un partido.

“La creciente polarización es inquietante”

Jessica Davis Plüss, servicio en Inglés.

Estados Unidos y Suiza tienen mucho en común. Ambos países están orgullosos de sus democracias y del derecho al voto que ofrecen. Pero cada vez se parecen más también en otro rasgo: la creciente polarización que viven.

Jessica Davis Plüss
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En Estados Unidos “ningún foro es demasiado pequeño o pasivo para estar polarizado”, citó hace un par de años The New YorkerEnlace externo. Sin embargo, durante la última década se ha acentuado la mentalidad del “nosotros contra ellos”, cerniéndose como una oscura nube sobre los Estados Unidos e impregnando todos los ámbitos de la vida, desde los pasillos del Capitolio hasta una mesa familiarEnlace externo.

Estos extremos parecieron ajenos a Suiza durante mucho tiempo, al ser un país cuyo sistema político privilegia el consenso y se sustenta en algo más que el bipartidismo: Suiza cuenta con seis partidos principales y una docena de agrupaciones políticas más pequeñas que compiten por obtener los escaños parlamentarios.

Pero hay indicios de que la población se inclina cada vez más hacia los polos opuestos de la política. Una encuestaEnlace externo reciente reveló que la gente teme que la población se esté dividiendo crecientemente en grupos cada vez más pequeños e irreconciliables. Como dice un amigo mío suizo: “Hoy, todo parece muy blanco o muy negro”.

Algunos consideran que la pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión en Suiza, uno que trazó nuevas y nítidas líneas divisorias entre los diferentes grupos de personas.

Pero no se trata solo de política o de las posturas concretas que se tienen sobre una cuestión, la divergencia de opiniones es normal en una sociedad democrática. La polarización que se vive actualmente es más bien emocional y está vinculada a una creciente intolerancia hacia aquellos con opiniones diferentes.

Aunque los temas que dividen son distintos en cada país -por ejemplo, el aborto es un asunto que genera mucho más diferencias en Estados Unidos que en Suiza-, en ambos lugares encuentro gente que juzga rápidamente el carácter de otras personas a partir de que estén a favor, o en contra, de algún tema.

Suiza aún no llega al nivel extremo de Estados Unidos, pero el hecho de que la polarización siga creciendo en una nación que es multipartidista y en la que existe un elevado nivel de confianza en las instituciones públicas es realmente inquietante.

La polarización no es buena para los países ni para las democracias. Implica que la gente ha dejado de hablar entre sí. Se encierra en su cámara de eco, sofocando el debate e impidiendo que surjan nuevas ideas.

También puede hacer que la gente se desilusione por completo de la política. Cuando los votantes ven a los políticos más centrados en trazar líneas divisorias que en encontrar soluciones, es probable que busquen respuestas en otra parte, se refugien en sus “bandos” y continúe el ciclo.

A medida que se acercan las elecciones federales, la forma en la que Suiza decida afrontar la polarización política enviará un mensaje a Estados Unidos y a las democracias de todo el mundo.

Más información sobre Jessica Davis Plüss.

Texto adaptado del inglés: Andrea Ornelas

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