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La lucha de Berlusconi por sobrevivir

El Gobierno Berlusconi logra la confianza del Parlamento italiano. Keystone

Luego de que Silvio Berlusconi recobrara la confianza del Parlamento en medio de una votación en el filo de la navaja, persiste la incertidumbre de un gobierno que en los próximos meses tendrá que luchar todavía por la supervivencia más que para afrontar los problemas económicos, sociales y políticos del país.

La del lunes fue descrita como la noche más larga de la Segunda República Italiana. La de los tejemanejes políticos, de las llamadas a la responsabilidad y de las compraventas. «Que la noche os traiga consejo», había lanzado el lunes 13.12 Silvio Berlusconi a los parlamentarios. Y así fue, por lo menos en opinión de la mayoría.

Ampliamente prevista, a la confianza adquirida en el Senado (162 votos contra 135 y 11 abstenciones) le ha seguido la obtenida algunas horas después en la Cámara. La mayoría se ha impuesto con 314 votos contra 311 y dos abstenciones. «Me lo esperaba. Estoy sereno como siempre lo he estado», declaró Il Cavaliere al término de la votación el martes 14.12.

«Italia necesita más serenidad, y recuperar la responsabilidad», le secundó el senador Oreste Tofani en entrevista con swissinfo.ch. «Estoy orgulloso de lo que el gobierno de Berlusconi ha hecho hasta ahora y me parece irresponsable que se quiera fomentar la crisis en un momento de particular incertidumbre».

El gobierno de Berlusconi queda por tanto al mando por solo tres votos, pero tendrá que vérselas con una escueta mayoría que le dificultará la aprobación de las leyes en el Parlamento y que ciertamente no ahuyenta el fantasma de las elecciones anticipadas.

Si bien en las aulas de Montecitorio el clima es más tenso que nunca, tampoco en las plazas el pueblo parece tranquilizarse y la violencia apremia cada vez más. Se han organizado manifestaciones de protesta en varias ciudades italianas, con enfrentamientos y coches blindados en llamas.

Entre los partidos de izquierda la frustración es palpable. «Estamos desilusionados y preocupados porque ahora reina la incertidumbre», comenta el diputado socialista Franco Narducci, uno de los tres parlamentarios italianos residentes en Suiza. «¿Cómo podrá Berlusconi afrontar los problemas de nuestro país con una mayoría tan precaria?»

Un interrogante que asimismo formula el senador socialista Claudio Micheloni, también diputado elegido en Suiza. «Silvio Berlusconi es un hombre de recursos ilimitados. Mientras él no se retire por propia voluntad, o el pueblo decida deponerle de su cargo, no daré por muerto el berlusconismo. Lo que es cierto, sin embargo, es que el gobierno actual está objetivamente acabado,  y es incapaz de dar un nuevo proyecto al país».

Dificultades del gobierno

 

Del resultado de la votación no solamente dependía el futuro de Il Cavaliere, sino también el de todo un país. «En estos dos años, el gobierno no ha hecho otra cosa que atender a los problemas personales de Berlusconi: apuros judiciales, laudos contra laudos, procesos breves, legítimos impedimentos…», sigue Narducci. «La situación es dramática. El país está parado, inmóvil, y se ha convertido en el hazmerreír de toda Europa. Nadie nos toma ya en serio.»

El cometido del gobierno no será fácil. Cansada de tantas promesas no cumplidas, Italia espera respuestas concretas para hacer frente a la crisis del euro, al desempleo juvenil, a la cuestión Norte-Sur y a las recientes protestas de investigadores y estudiantes universitarios. Pero la Italia de hoy necesita también y sobre todo «reconstruir un sentido de pertenencia al país», comenta el senador Micheloni.

«Con Silvio Berlusconi, Italia se ha convertido en un país remodelado en torno a su capacidad crítica, un país que ha sustituido la antipolítica por el fútbol como deporte nacional. Y si una nación ha llegado a estos niveles, la misma democracia está en peligro. Esto es lo que reprocho al primer ministro. No es tanto su política económica, con la que puedo no estar de acuerdo por motivos de opinión. No son actividades específicas. Le reprocho haber creado un país descompuesto en lo referente a su pertenencia al Estado, al país.»

Intereses personales primero, bien público después

Las críticas a la labor de Berlusconi no llegan solo desde las filas de la oposición. De hecho, desde las grietas abiertas por su aliado histórico Gianfranco Fini, diversos parlamentarios del centroderecha han expresado sus propios reparos frente al gobierno.

Este también es el caso del diputado Aldo Di Biagio, exresponsable del Pueblo de la Libertad en el mundo, neófito del nuevo movimiento de Gianfranco Fini, Futuro y Libertad. «Está claro que no se pueden negar algunas intervenciones evidentes del gobierno, desde la gestión de la emergencia de los Abruzos en los inicios a los éxitos al frente de la lucha contra el crimen organizado. Pero no debemos limitarnos a aplaudirle por lo logrado, porque esto supone el mínimo que un gobierno democrático debe garantizarle a la sociedad civil.»

«Así», sigue el parlamentario —que como Narducci y Micheloni fue elegido en la circunscripción del extranjero (Croacia)—, «ante las dificultades evidentes del país, el gobierno al mando ha preferido dar prioridad a cuestiones relativas a la esfera personal del primer ministro en lugar de dar preferencia a reformas de tipo estructural. Se han puesto sobre la mesa cuestiones relevantes, como la reforma de la justicia, la reforma fiscal y disposiciones relacionadas con el mercado laboral y el apoyo a las familias.»

Sin embargo, el balance de las actividades del gobierno es muy distinto para el senador Oreste Tofani, a su vez exponente de la mayoría. «Nos hemos esforzado en actuar, con la voluntad de reconstruir el país. Aún estamos a la espera de que la izquierda nos aclare cómo se puede hacer más y mejor».

El éxito de Berlusconi y la responsabilidad de la izquierda

Si Silvio Berlusconi ha conseguido dominar la escena política italiana durante un periodo de 16 años no es solo gracias a su carisma, a sus iniciativas o a su poder mediático. De hecho, parte de su éxito también se debe a la debilidad de la oposición que con frecuencia se ha atrincherado detrás del antiberlusconismo, sin conseguir convencer y ganar.

«Hoy, loHoa fuerza verdadera de Berlusconi es la ausencia de una alternativa asumible en la izquierda», confiesa sin ambages Micheloni. «No es que el primer ministro tenga la capacidad extraordinaria de convencer a los electores de que algo sea blanco cuando en realidad es negro. Los italianos no son un pueblo estúpido o enloquecido. Solo piden ser gobernados y votan un partido que esté en grado de ofrecer garantías.»

El malestar de la izquierda no es un caso aislado, pero refleja una crisis más profunda que abarca toda Europa. «A la izquierda europea le cuesta reinventarse, elaborar un nuevo proyecto que permita creer en una realidad distinta, en una economía diferente», continúa Micheloni. «Debemos ser valientes para admitir que en estos años nos hemos ocupado más de la sucesión en la cúpula dirigente de los partidos, más del cambio generacional que de los problemas de la gente.»

Los italianos forman la comunidad extranjera más numerosa en Suiza. Son más de un medio millón de personas con nacionalidad suiza o doble nacionalidad.

En Italia reside la cuarta comunidad más grande de suizos en el extranjero, después de aquellas de Francia, Alemania y Estados Unidos. A finales de 2009, 48.638 ciudadanos suizos fueron censados en Italia.

Dos terceras partes viven en el norte del país. Como consecuencia del cierre del consulado general de Génova, la circunscripción de Milano atenderá  – además de las 5 regiones actuales – al Piamonte, Liguria y el Val d’Aoste, es decir, cerca de 33.000 expatriados suizos.

República Parlamentaria desde 1947, Italia está dividida en 20 regiones (15 con estatuto ordinario, 5 autónomas), dotadas cada una de un Consejo Regional y de un gobierno local.

El Parlamento está compuesto por una Cámara de diputados (630 miembros elegidos por sufragio universal para 5 años) y de un Senado (315 miembros elegidos por sufragio universal de por vida, a los cuales se añaden al menos 5 senadores nombrados de por vida por el presidente).

El presidente de la República es elegido para 7 años por el Parlamento y los 58 delegados regionales. Esta función actualmente es ejercida por Giorgio Napolitano.

Corresponde al presidente nombrar al Primer ministro, verdadero jefe de Estado en el sistema político italiano. Desde su nombramiento, el Primer ministro  propone al presidente de la República a los integrantes del Consejo de Ministros.

El gobierno

depende de la confianza de ambas cámaras del Parlamento. Tiene el poder de emitir decretos legislativos que deben ser votados por el Parlamento en un lapso de 60 días.

Traducción, Antonio Suárez

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