
Raila Odinga, el eterno candidato a la Presidencia en Kenia
Lucía Blanco Gracia
Nairobi, 8 ago (EFE).- El ex primer ministro Raila Amolo Odinga, de 77 años, se presenta este martes por quinta vez a unos comicios presidenciales en Kenia, tras décadas como el eterno candidato, en unas elecciones que podrían ser su última oportunidad para gobernar el país.
«Soy el proyecto del pueblo», ha asegurado el candidato frente a las voces que lo tildan de títere del presidente saliente, Uhuru Kenyatta, su gran rival hasta hace apenas cuatro años, cuando ambos protagonizaron una nueva alianza sorprendente, un ejemplo más de los giros políticos que han caracterizado su carrera.
Esta volatilidad le ha valido el apodo de «Agwambo» («Impredecible», en la lengua lúo), aunque sus seguidores también suelen llamarlo «Baba» (Padre, en suajili).
CERCANO AL SOCIALISMO
Nacido el 7 de enero de 1945 en Maseno (oeste), a orillas del lago Victoria, Odinga pertenece a la etnia lúo -una de las principales del país- y es hijo del primer vicepresidente keniano, Jaramogi Oginga Odinga.
Raila -nombrado así a menudo para distinguirlo de su padre en los años en que compartieron presencia en el Parlamento- se acercó desde joven a los ideales socialistas.
En 1962, se desplazó a la comunista República Democrática Alemana (RDA) para estudiar en el Instituto Herder, de la Universidad de Leipzig, y graduarse posteriormente en Ingeniería Mecánica en la Escuela Técnica de Magdeburgo.
Durante su estancia, en plena Guerra Fría, Odinga no solo aprendió alemán, sino que también aprovechó sus visitas a Berlín Oeste, en la vecina República Federal Alemana (RFA), para pasar de contrabando a la RDA productos que no estaban al alcance de sus amigos en Berlín Este.
Fue durante esos años cuando Raila descubrió y cultivó una profunda admiración por el presidente cubano Fidel Castro, con cuyo nombre bautizó a su primogénito, fallecido en 2015.
ANDADURA POLÍTICA
En 1970, el joven Odinga regresó a Kenia, donde ejerció de profesor en la Universidad de Nairobi y fundó una empresa de fabricación de bombonas de gas, antes de que su nombre, poco conocido en los círculos políticos, saltara por primera vez a los titulares en 1982, cuando fue condenado a seis años de cárcel.
Raila fue sentenciado por su presunta implicación en una intentona golpista contra el entonces presidente, Daniel Arap Moi, que gobernó el país con puño de hierro e instauró un régimen de partido único, con la Unión Nacional Africana de Kenia (KANU).
Odinga fue detenido de nuevo en varias ocasiones en los años siguientes por su colaboración con activistas para conseguir una democracia multipartidista -entre ellos, su actual compañera de candidatura y exministra, la abogada Martha Karua- y, durante sus encarcelamientos, sufrió torturas de las que aún conserva secuelas, como unos ojos que a menudo le lloran involuntariamente.
En 1991, huyó a Noruega tras alegar que el Gobierno quería asesinarle, para regresar en 1992 después del establecimiento de un sistema multipartidista en el país y arrancar una trayectoria con la que se ha granjeado por parte de sus críticos una imagen de «promiscuidad» política y obsesión con el poder.
Odinga lideró ministerios en diferentes gobiernos, ha sido candidato a la Presidencia en cuatro ocasiones además de los comicios del próximo martes (en 1997, 2007, 2013 y 2017), sin haber conseguido nunca la victoria; y ha alegado en las tres últimas haber sido víctima de fraude.
Raila estuvo en el origen de unos de los peores episodios de violencia electoral que vivió el país, cuando, al frente del nuevo Movimiento Democrático Naranja (ODM, por sus siglas en inglés), se postuló a los comicios de 2007 y perdió por un estrecho margen frente al presidente Mwai Kibaki, en el poder desde 2002.
Cuando Odinga denunció un supuesto fraude -en unos comicios que observadores internacionales criticaron también por irregularidades-, se desataron fuertes olas de violencia con tintes étnicos que dejaron más de 1.100 muertos y desplazaron a más de 600.000 personas de sus hogares.
Los disturbios cesaron con la firma de un acuerdo en febrero de 2008, que desembocó en un Gobierno de unidad nacional con Odinga como primer ministro (cargo creado «ad hoc») y Kibaki de presidente.
UN NUEVO GIRO
Al presentarse de nuevo a los comicios de agosto de 2017, que ganó Uhuru Kenyatta, Odinga vio por primera vez reconocidas sus denuncias cuando el Tribunal Supremo keniano declaró nula la votación, si bien el eterno candidato boicoteó su repetición en octubre de ese año al considerar que no se cumplían las garantías necesarias.
Después de que Kenyatta lograra una segunda victoria, Odinga renegó de nuevo de los resultados y llegó a autoproclamarse «presidente del pueblo».
Sin embargo, pocos meses después, en un sorprendente volantazo, Kenyatta y su hasta entonces rival protagonizaron una reconciliación pública a través de un simbólico apretón de manos.
Así, desde 2018, Kenia se ha visto despojada de una oposición efectiva mientras el acercamiento de Odinga a Kenyatta culminó en febrero de este año, cuando el presidente manifestó por primera vez en público su apoyo al candidato.
Odinga enfrenta, pues, estos comicios con la doble cara que supone el apadrinamiento de su antecesor, que puede ensombrecer su tradicional imagen como luchador por la libertad pero le aporta el apoyo del aparato del Estado.
Gran aficionado al fútbol -un deporte del que asegura haber aprendido lecciones para su carrera política-, Raila está casado con Ida Odinga, con quien tiene tres hijos vivos, y ha sido conocido durante años por su capacidad oratoria, que ahora le empieza a fallar, afectada por su avanzada edad. EFE
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