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Nuevos ritos funerarios en Suiza

Keystone/Martin Rütschi

En Suiza no está prohibido dispersar las cenizas en la naturaleza, una alternativa que aprovechan muchas familias. Pero la llegada de nuevas creencias diversifica los ritos, y no todos son adecuados, según los expertos.

“En la actualidad, casi se ha vuelto original elegir un entierro y acudir a un cementerio después de un servicio funerario”, expresa Claire Clivaz, una broma que lo es solo a medias, porque señala claramente las innumerables formas que existen de despedirse de un ser querido y la búsqueda -a veces encarnizada- de la originalidad.

El cementerio ha dejado de ser el sitio de la última morada. Hoy, las cenizas se dispersan en la naturaleza o en algún destino turístico, se entierran en el bosque o se transforman en diamante: la lista de posibilidades es casi infinita.

“En alrededor del 20% de los casos de incineración, las cenizas son dispersadas en la naturaleza”, precisa Edmond Pittet, director de Pompas Fúnebres Generales de Lausana, “lo que no representa problema alguno para el medioambiente porque son (partículas) muy finas”.

Suiza es uno de los pocos países europeos que permite una gran libertad de decisión a las familias en duelo. Y es, junto con la República Checa, la nación que posee la más alta tasa de cremación del continente -80%-, afirma Andreas Tunger-Zanetti, coordinador del Centro de Investigación sobre las Religiones (ZRF) de la Universidad de Lucerna.

Nuevas creencias

Esta libertad explica quizás la relativa benevolencia con la que Suiza observa todos los ritos asociados a las espiritualidades no tradicionales.

“La sociedad evoluciona gracias a sus inmigrantes”, asegura Julie Montandon, colaboradora del Centro Intercantonal de Creencias (CIC) de Ginebra. El resultado: las creencias cambian constantemente y nuevos ritos aparecen con regularidad.

  

La socióloga especializada en religiones cita como ejemplo al grupo de origen japonés llamado Sûkyô Mahikari, que pertenece a la tradición sintoísta y cuyo culto a la muerte se basa en ritos vinculados a la luz. De los 800.000 miembros que tiene esta agrupación en el mundo, 350 residen en Suiza.

De forma excepcional, algunos ritos ligados a religiones no conocidas en Suiza reciben una autorización oficial. Por ejemplo, la ciudad de Lucerna acaba de aceptar una versión modificada del rito funerario hindú. Desde junio, los hindúes pueden arrojar las cenizas de sus muertos al río Reuss. Una práctica que ya estaba permitida en Berna y Zúrich.

“Pero muchos hindúes que practican sus ritos tradicionales en Suiza temen estar haciendo algo ilegal, o realizando una práctica que será mal interpretada”, explica el sacerdote hinduista de Lucerna, Sasetharen Ramakrishna Sarma. Por ello, en la actualidad, muchos hindúes deciden regresar a su patria a realizar el ritual íntegro, lo cual no es fácil y que cuesta caro”.

“Traumatizado por las cenizas”

Claire Clivaz insiste en “lo importante es permitir que cada habitante de estos países haga lo que le parezca necesario para que su difunto descanse en paz. Por ello, es importante dejar a los hindúes seguir la sepultura que marca su tradición”.

En opinión de las entrevistadas, las cosas pueden estropearse cuando la gente olvida que también “somos ciudadanos de una cultura: una que va más allá de nuestras ideas individuales, que llevamos con nosotros una herencia cultural colectiva, y que ésta es susceptible de hacerse patente en momentos de crisis, como un duelo”. Y olvidarla -por ejemplo, la importancia que tienen los cuerpos en la tradición judeocristiana-, puede desencadenar dramas.

“Como pastora, me he topado con numerosos traumatizados a causa de las cenizas, y este término no es suficientemente fuerte”. Clivaz piensa “en esa chica de 16 años que no quería regresar al chalé familiar de la montaña, porque en el jardín habían sido esparcidas las cenizas de su abuelo y de su tío, y ella se sentía acechada por ellos. También hay numerosos casos en los que la gente guarda la urna con las cenizas de un familiar arriba de la chimenea o en el armario, y con ello el proceso de duelo no logra concluirse…”.

La búsqueda de ceremonias fuera de lo convencional tiene como corolario el rechazo de las iglesias tradicionales a este tipo de prácticas, aunque este hecho deba inscribirse en un contexto más amplio derivado del distanciamiento contemporáneo que existe con respecto a la religión.

“Hoy, más de un tercio de las personas no desea ni un pastor ni un sacerdote, prefiere un servicio laico pronunciado por un amigo o un tercero”, confirma Edmond Pittet. “Una pequeña minoría no quiere ningún tipo de ceremonia”, añade.

Rechazo de las iglesias

Las iglesias tradicionales perdieron, pues, el “monopolio” de los ritos de transición, explica Julien Abegglen Verazzi, celebrante, nombre que recibe la nueva profesión venida del mundo anglosajón que describe a las personas que  acompañan a otros seres humanos en momentos clave de sus vidas.

“Las iglesias aún responden a las necesidades de mucha gente, pero también han quedado fuera del interés de muchos otros”.

Julien Abegglen cita los casos en los que a causa de un divorcio, o como parte de una búsqueda personal, con el paso de los años las personas encontraron nuevos caminos hacia la espiritualidad o se casaron de nuevo con personas de otras culturas. Al morir, sus familiares no imaginan para ellos ceremonias clásicas, sean católicas o protestantes.

Francois-Xavier Amherdt, profesor de Teología Pastoral, Pedagogía Religiosa y Homilética en la Universidad de Friburgo, admite una “erosión en la demanda”, pero relativiza la visión anterior:

“De las celebraciones que ofrecen actualmente las Iglesias históricas para acompañar los momentos importantes de una persona, las ceremonias funerarias se cuentan sin duda entre las más solicitadas”.

“Pero las iglesias son imploradas a renovar su lenguaje y su manera de hacer las cosas, sin dejar de aprovechar la riqueza de su tradición cristiana y sus símbolos. Hoy, los sacerdotes y pastores están abiertos a formas diversas”, especialmente porque “el ritual católico o protestante  permite un gran margen de maniobra, si se despliega como se debe”.

En todo caso, sea celebrada por una iglesia o por laicos, los celebrantes dan cada vez más peso a los deseos de la familia y la incluyen activamente en la concepción de la ceremonia que se realizará para despedir a un ser querido.

Para Claire Clivaz, “los gestos conocidos y más antiguos, como poner una flor en la tumba o arrojar un puñado de tierra sobre el ataúd, nos dan seguridad. Las otras culturas lo saben bien, a veces mejor que nosotros mismos”.

Según el Programa Nacional de Investigación sobre las Colectividades Religiosas, Suiza cuenta con 5.734 comunidades, esto es, 7,5 por cada 10.000 habitantes.

La mitad pertenece a comunidades cristianas reconocidas, el resto a cultos cristianos no reconocidos o no cristianos.

En 2010, un 38,8% de la población suiza se reconocía como parte de la Iglesia Católica Romana y un 30,9% como miembro de la Iglesia Evangélica Reformada.

El 20,1% no pertenecía a ninguna creencia religiosa (11,11% en 2000).  El 4,5% de la población profesan la religión musulmana y el 0,2% la judía. No hay cifras sobre el hinduismo.

Se estima que hay unos 40.000 hindúes en Suiza. Antes de autorizarlos a  arrojar las cenizas de sus muertos al Reuss, el Ayuntamiento de Lucerna consultó a las iglesias católica y reformada para obtener su aprobación.

La Oficina Cantonal de Medioambiente y Energía confirmó que no había amenaza para la calidad del agua, pero estableció un límite simbólico de 20 funerales al año. La ciudad estima que anualmente se llevarán a cabo entre 5 y 10 los ritos funerarios.

“Los inmigrantes se adaptan al nuevo país, pero es importante para los hindúes poder vivir su fe y su religión en Suiza, mientras se integran a las costumbres helvéticas”, afirma Martin Baumann, director del seminario Estudios Religiosos de la Universidad de Lucerna.  Los rituales son más cortos de los tradicionales y muchos se realizan en fin de semana.

Para la responsable de la Integración de Lucerna, Sibylle Stolz, “se trata de asegurar una igualdad de trato a todas las religiones y de reconocer la diversidad. Nosotros le decimos a los hindúes ustedes son miembros de pleno derecho de nuestra sociedad. Y al afirmar claramente que el rito es legal, aceptamos también que es algo normal”.

En Suiza, a diferencia de otros países, no existe ninguna prescripción legal respecto al destino que debe darse a las cenizas de una persona fallecida, refiere el sitio web hommages.ch. Es posible conservarlas en el hogar, dispersarlas, enterrarlas. La única regla es respetar la propiedad privada de un tercero.

Decenas de comunas y también de particulares ofrecen árboles en alquiler por periodos determinados para que las familias depositen allí las cenizas de sus muertos. Una práctica que es posible, por ejemplo, en el Bosque de la Memoria de Glovelier (cantón Jura).

Zúrich fue una de las primeras ciudades en establecer este tipo de última morada en el año 2000. Dos bosques cercanos a cementerios cuentan con árboles comunes para depositar las urnas. O existe también la opción de los árboles familiares que se alquilan por periodos de 30 años. Ninguna vela o placa de identificación están autorizadas, pero la ciudad se compromete a mantener los árboles intactos.

(Traducción: Andrea Ornelas)

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