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La odisea de los niños ‘ilegales’

Campaña lanzada contra la discriminación a los niños clandestinos. sans-papiers.ch

En Suiza, los hijos de inmigrantes clandestinos están privados de derechos fundamentales de los que gozan, en cambio, los otros niños con permiso de residencia. Esto a nombre de la seguridad.

Una campaña a nivel suizo busca atraer la atención sobre la difícil situación de los chicos ‘sin papeles’.

“Al principio no te das cuenta que eres un ‘clandestino’, no sabes que significa ser un ‘ilegal’, comenta Víctor* frente a su plato de empanadas. “Pero con el paso de los años, te encuentras confrontado a obstáculos imposibles de superar y te das cuenta de que no puedes hacer toda una serie de cosas, simplemente porque para las autoridades no existes y jamás has existido”.

Víctor llegó a Suiza cuando apenas tenía dos años. Sus primeros pasos los hizo por las calles de Lausana; allí también escribió sus primeras frases, en francés, el idioma local, y un día dio su primer beso en una banca a orillas del río Léman. De Ecuador sólo tiene por recuerdo algunas fotografías amarillentas y un idioma con sabor a nostalgia. Pese a que para las autoridades suizas él no tiene rostro ni nombre, este adolescente de doce años sueña con convertirse en doctor. Víctor es un ‘sin papeles’, un ‘ilegal’, un niño fantasma.

Sueño roto

“En este momento de nuestra vida, siempre hay algo que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos: ese permiso de conducir que no podemos obtener, el viaje escolar al extranjero prohibido por falta de permiso o el trabajo legal que no tendremos”, confiesa por su parte Estrella*, quien dejó el Ecuador a la edad de 14 años. “No quiero que la gente piense en mi como si fuera distinta, porque no lo soy, solamente no tengo los mismos derechos”.

Hay miles de otros jóvenes en Suiza como Víctor y Estela, hijos de inmigrantes sin permiso de estadía o de aquellos que han solicitado asilo y se los han negado o no cumplieron los requisitos para que su solicitud fuera evaluada. Estos niños, en su mayoría, han pasado gran parte de su corta vida en Suiza. Y muchos incluso han nacido aquí envueltos en los laberintos de la clandestinidad.

“Forzados a vivir en la sombra, estos niños son castigados por los avatares o la decisión de sus padres y privados así de sus derechos fundamentales garantizados para sus coetáneos, en particular, en el ámbito educativo”, indica Myriam Schwab del servicio social La Fraternité, especializado en el sector de la migración.

Una situación jurídica insostenible según diversas organizaciones suizas que en noviembre de 2009 lanzaron una campaña titulada ‘Ningún niño es ilegal’, para sensibilizar a la opinión pública sobre las condiciones de vida de los jóvenes indocumentados. De allí se desprendió la idea de un concurso de carteles y de una muestra itinerante que, después de pasar por Ginebra, Berna, Zúrich y Liestal, ha llegado a la Fraternidad de Lausana.

Incertidumbre hoy y mañana

“La Constitución de Suiza garantiza el derecho a la formación a todos los niños, independientemente de su estatuto”, subraya Schwab. “En realidad, para los jóvenes ‘sin papeles’ se trata de un privilegio a conquistar”.

Los inmigrantes clandestinos pueden inscribir a sus niños a la escuela obligatoria, la escuela primaria, pero raramente a una guardería o a un jardín de niños. Después tienen acceso al liceo, a la escuela profesional y a la universidad, aunque no con garantía al 100%. No obstante, “la vía más sencilla del aprendizaje (el oficio tras la escuela primaria) es imposible para ellos porque en Suiza va de la mano con un contrato laboral y un permiso de residencia. Y con la barrera de que la Ley de Extranjería regula la reclusión por un año y después el reenvío de adolescentes de entre 15 a 18 años sin documentos de estancia legales”.

De este modo quedan excluidos del sistema escolar aquellos que no alcanzaron las notas necesarias para mantenerse en los estudios medios o superiores, encontrándose estos chicos en una situación de precariedad, obligados a trabajar también ilegalmente y privados de protección social, denuncian Myriam Carbajal y Nathalie Ljuslin, coautoras de un estudio de clandestinos sudamericanos.

“Estos chicos se dan cuenta sólo durante la adolescencia de las consecuencias que tendrán en el futuro por esta clandestinidad. Así, con el miedo de ser descubiertos, arrestados o expulsados, se encuentran confrontados a un ámbito de total incertidumbre. Mantenerse en los estudios es su única tabla de salvamento, volviendo aún más trágico el futuro para aquellos que no logran mantenerse en ese camino”.

Llamado a los convenios internacionales

El derecho a la formación de los jóvenes clandestinos no sólo se inscribe en la Constitución helvética, sino en el Convenio de Derechos del Niño de la ONU y en el pacto internacional relativo a los derechos económicos, sociales y culturales. Ambos ratificados por Suiza y, teóricamente, deben prevalecer sobre las leyes nacionales.

Haciendo valer estos principios, la ciudad de Lausana y de Ginebra anunciaron su voluntad de abrir puestos de aprendizaje (plazas para realizar las tareas prácticas del oficio) para los jóvenes clandestinos.

Dos mociones en el mismo sentido han sido presentadas ante la Cámara Baja del Parlamento Federal en la sesión de primavera. Así ha dado inicio un acalorado debate puesto que el tema pone en cuestión la aplicación de la Ley de Extranjería.

Para la derecha conservadora, hablar al derecho a la formación post obligatoria significa recompensar la ilegalidad en lugar de resolver el problema de tajo por la vía de la repatriación.

Stefania Summermatter, Lausana, swissinfo.ch
(Traducción: Patricia Islas)

Serían 90.000, según cálculos de un estudio de 2005 elaborado por el Instituto de Investigación gfs.bern, con base en informaciones de los cantones de Zúrich, Basilea, Turgovia, Ginebra, Vaud y Tesino.

Según estimaciones de 2002 del Instituto de las Migraciones de la Universidad de Ginebra serían entre 70.000 y 180.000.

En el cantón de Vaud se calcula que hay 15.000, según La Fraternidad.

Si Italia o España han ya realizado regulaciones colectivas en el pasado, Suiza no se lo plantea. Existe la posibilidad de conceder un permiso humanitario con base en el nivel de integración profesional y social (hablar y desenvolverse en la sociedad sin problemas) y la situación familiar y financiera.

Se trata de los denominados casos de rigor, un proceso de iniciativa cantonal. Entre 2001 y 2008, Ginebra presentó 1.063 solicitudes a la Oficina Federal de Inmigración (789 fueron aceptadas) y Zúrich, 17.

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