Superfrutos y pólizas de seguros frente a la incertidumbre climática en la Amazonía
Christian Lozano López
Bogotá, 22 dic (EFE).- Comunidades de la Amazonía que enfrentan dificultades para acceder a una alimentación balanceada pueden encontrar en la región boliviana de Pando un ejemplo de cómo mejorar sus dietas mediante la cosecha y recolección responsable de los frutos del bosque, una práctica que también genera ingresos económicos.
De acuerdo con el responsable de resiliencia para América Latina y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés), Raphael Leao, “la Amazonía es la región con la más grande biodiversidad alimentaria del mundo”, pero en los ocho países que la integran se registran “los más altos índices de inseguridad alimentaria nacionales”.
“Esa contradicción es el punto de partida del esfuerzo para valorar (…) la producción de alimentos locales y nutritivos”, afirmó Leao a EFE, al señalar que la producción de frutos amazónicos representa una “oportunidad” para las comunidades que habitan este territorio en Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam.
Cuando las poblaciones locales llevan a cabo estas actividades, «se contribuye a soluciones sostenibles» al incorporar «conocimientos y sabidurías tradicionales que tienen como pilar (…) la consciencia de la preservación del bosque y de la biodiversidad”, indicó.
Un modelo exitoso en Bolivia
Uno de esos casos se da en Cobija, capital del departamento de Pando, en el norte de Bolivia, donde WFP apoya el desarrollo de cadenas de valor sostenibles de frutos silvestres —no cultivados— como el asaí y la castaña, con un impacto positivo en la alimentación local.
El modelo se basa en la recolección de estos frutos por parte de familias de la zona, que agrupan volúmenes “muy por debajo” del total producido naturalmente, explicó Leao.
Posteriormente, los productos se destinan al comercio local y a programas de alimentación complementaria escolar, donde aportan dietas hasta un 380 % más nutritivas que las basadas en productos ultraprocesados, según datos del WFP.
A medida que mejoran la calidad, la trazabilidad y la capacidad de transformación, estos productos “van ingresando a mercados nacionales e internacionales, siendo reconocidos por sus bondades nutricionales y calidad”, detalló el representante del WFP en Bolivia, Alejandro López-Chicheri.
“Se basa en prácticas que requieren de un buen estado del bosque, respetando los ciclos de regeneración natural y fortaleciendo las capacidades de las organizaciones locales (que reconocen que) el bosque es su principal activo de largo plazo, no solo una fuente inmediata de ingresos”, explicó.
El WFP destacó que para producir 100 toneladas de pulpa de asaí se involucran unas 14 familias, se generan 41 empleos, se obtienen 6.300 dólares de ingreso bruto anual por familia y se reduce la huella de carbono en un 9,6 %. En el caso de la harina de castaña, la misma cantidad de producción involucra a 62 familias, crea 65 empleos, genera 6.000 dólares anuales por familia y reduce la huella de carbono en un 9,7 %.
“La castaña mueve entre 220-250 millones de dólares cada año, mueve más de 60.000 empleos durante la zafra”, señaló la alcaldesa de Cobija, Ana Lucía Reis.
Agregó que el consumo de productos amazónicos aumentará “cada vez más” por sus beneficios para la salud y subrayó su importancia para la conservación del bosque.
“Consumiendo estos productos estamos garantizando que las familias que viven en el bosque vayan a cuidarlo cada vez más, porque cuidándolos es que vamos a garantizar que la economía mejore”, indicó.
Según López-Chicheri, este cambio en los hábitos de consumo se está replicando progresivamente en otras zonas del país, especialmente en 14 municipios de los departamentos de Pando, Beni y La Paz.
Inundaciones y sequías, la mayor amenaza
Estos sistemas alimentarios enfrentan, sin embargo, amenazas asociadas a un clima cada vez más extremo, con inundaciones, sequías, incendios y deslizamientos frecuentes e intensos. En 2024, el desbordamiento del río Acre provocó en Cobija una de las peores inundaciones de su historia, que afectó a más de 3.600 personas.
«Te sientes tan impotente de ver que tu río está creciendo, que las viviendas se están llenando (de agua), que las familias están desesperadas”, recordó la alcaldesa.
Como respuesta, WFP diseñó un seguro climático municipal, que se activa automáticamente y permite un desembolso rápido de recursos.
La especialista en seguros climáticos de la organización, Leticia Goncalves, explicó que “esto permite proteger la alimentación, apoyar a las familias más vulnerables y evitar que los municipios queden sin recursos. En la primera etapa, WFP paga la póliza, pero la idea es que más adelante los municipios asuman esa responsabilidad para que el modelo sea sostenible”.
También es necesaria la concienciación local, como afirma desde Pando el recolector de superfrutos Misael Campos.
«La Amazonía solita, ella no se destruye, ella se regenera, se recompone, si la dejamos sin tocarla», sentenció. EFE
PBD-cll/mt/sbb
(foto) (video)
La Agencia EFE contó con el apoyo de WFP para la difusión de este contenido.