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Tratan de identificar a las mujeres que murieron aplastadas en un tumulto en Marruecos

Los empleados de la morgue de la ciudad marroquí de Esauira introducen en un féretro el cuerpo de una de las víctimas de la estampida en la cercana localidad de Sidi Bulaalam el 20 de noviembre de 2017 afp_tickers

Las familias de las 15 mujeres que murieron aplastadas a consecuencia de una estampida durante la distribución de ayuda alimentaria en un pueblo marroquí trataban este lunes de identificarlas entre los cadáveres cubiertos de hematomas.

“Reconocí difícilmente a mi madre”, llora Mjid, de unos cuarenta años.

Un médico forense, que prefiere no ser identificado, cuenta que los cuerpos de las víctimas estaban en un “estado lamentable”, con “fracturas, enormes hematomas en los cuerpos”.

Una multitud de mujeres de todas las edades se habían reunido el domingo por la mañana en la plaza del mercado de Sidi Bulaalam, una localidad rural y pobre situada a unos 60 kilómetros al noreste de Esauira, para recibir canastas de harina aceite y azúcar, una distribución que cada año organiza un mecenas local.

Quince murieron y diez resultaron heridas a causa de una estampida provocada por la afluencia. Las autoridades iniciaron investigaciones judiciales y administrativas para determinar las circunstancias del drama, que provocó indignación en las redes sociales y en la prensa.

“Es como en la peregrinación a La Meca, si caes, te caminarán encima”, gime una de las supervivientes en su lecho de hospital. “Nadie vino a ayudarnos”, cuenta a la AFP.

En la morgue del hospital de Esauira, el incienso atenúa difícilmente el olor pestilente que se desprende de los cadáveres cubiertos por mantas.

– “Mi hermana cayó” –

Las familias de las difuntas identifican los cuerpos antes de recuperar un certificado de defunción.

Las ambulancias esperan para trasladar los cuerpos que serán enterrados en cementerios diferentes de la región.

“Perdí a mi hermana mayor”, lamenta Habiba. “Vino para buscar aceite y harina, pero había mucha gente. Mi hermana cayó y le caminaron encima”, lamenta esta mujer analfabeta que saca una cédula de identidad para mostrar su edad (57 años) cuando se le pregunta.

“La gente aquí vive en la carencia, no hay agricultura, no hay trabajo”, explica Mjid, que trabaja en Casablanca, capital económica del reino.

Mjid partió joven de Sidi Bulaalam, una localidad de 8.000 personas que vive de la ganadería aislada del desarrollo de las grandes ciudades marroquíes, como la mayoría de las zonas rurales del país.

“Vergüenza”, tituló el periódico en árabe Akhbar al Yaum. En su web publicó la lista con los nombres y edades de “las mártires de la harina”, de entre 32 y 80 años, en su mayoría madres de familia.

Las autoridades locales estiman que la miseria no tiene nada que ver con la tragedia.

“Algunos vinieron de lejos, de Agadir o de Marrakech para aprovechar la ayuda. Los últimos llegados pensaban que no llegarían. Además de los necesitados, había ciudadanos que no necesitaban nada y vinieron a aprovechar, o incluso a especular, para agarrar la ayuda y venderla”, declaró a la AFP una fuente del gobierno local que pidió el anonimato.

“Es un problema de organización. Los habitantes de aquí son modestos, pero nadie muere de hambre”, asegura Fatima, habitante de Sidi Bulaalam.

“Se atribuye esto a la pobreza. Pero la pobreza está en la cabeza de la gente. No hay organización, la gente no sabe lo que es respetar una fila de espera”, dice Khalid Azurar, de una asociación local.

“Se habían tomado todas las disposiciones, pero la afluencia fue superior a las estimaciones”, dijo una fuente del gobierno local.

Un informe oficial publicado a principios de octubre había destacado la gran pobreza en el sector rural y en las zonas enclavadas de Marruecos, país de 35 millones de habitantes.

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